La faceta profesional de Artémides, que comenzó con una promesa, se arraigó en la confianza en la Providencia y se desarrolló una vez que obtuvo la curación de su enfermedad. La frase “creí, prometí, sané”, lema de su canonización, muestra la total dedicación que Artémides Zatti tuvo con sus hermanos enfermos, los más pobres y necesitados.
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Ese compromiso lo realizó diariamente hasta el momento de su muerte en el hospital San José, fundado por los primeros salesianos que arribaron a la Patagonia, y lo reafirmó en cada visita domiciliaria, urgente o no, que prodigó a los enfermos que lo necesitaban.
En su bicicleta, en su despacho de administrador, en la sala de operaciones, en el patio durante el recreo con sus “parientes” pobres, en las salas del hospital que recorría cada día, siempre fue enfermero; enfermero santo y dedicado a curar y aliviar, llevando la mejor medicina: la presencia alegre y optimista de la empatía.
Una persona y un equipo haciendo el bien
La fe impulsaba a Artémides Zatti hacia una actividad incansable, pero razonable. Su consagración religiosa lo introdujo directa y completamente en el cuidado de los pobres, enfermos y necesitados de la salud y del consuelo misericordioso de Dios.
Artémides trabajará en el mundo de la sanidad a la par de los médicos, enfermeras y enfermeros, personal de la salud, Hijas de María Auxiliadora y tantas personas que han colaborado con él para el sostenimiento del hospital San José, el primero de la Patagonia argentina, en la Viedma de la primera mitad del siglo XX.
La tuberculosis que Artémides se contagió a los veinte años no fue un obstáculo para perseverar en su opción vocacional. Y él encontró en la figura del salesiano hermano el estilo del compromiso de trabajar directamente con los pobres. Su consagración religiosa vivida en la profesión de enfermero fue la conjunción de su vida entregada a Dios y a sus hermanos. Naturalmente esto se manifestó en una personalidad peculiar, única e irrepetible. Artémides fue una persona buena, que trabajó directamente con los pobres, haciendo el bien.
“Pariente de todos los pobres”
El contacto directo con los pobres tenía como finalidad la salud, es decir, apaciguar el dolor, sobrellevar el sufrimiento, acompañar los últimos momentos de la vida, ofrecer una sonrisa ante lo irreversible, dar una mano con esperanza. Por eso, Zatti se transformó en “presencia-medicina”: él curaba comprometido directamente con su agradable presencia.
Su principal biógrafo, el salesiano Raúl Entraigas, tuvo un hallazgo original. Descubrió en la frase de un paisano la síntesis de la vida de Artémides: Zatti parece “el pariente de todos los pobres”. Zatti ve en los huérfanos, en los enfermos y en los pueblos originarios al mismo Jesús. Y los trata con tal cercanía, aprecio y amor, como si fueran de su propia familia.
Con su bicicleta, su medio de transporte preferido para estos menesteres, recorría las calles de Viedma. Una simpática respuesta escrita en una carta que le hace a su sobrina María Elisa Zatti, Hija de María Auxiliadora, expresa lo siguiente:
“Gracias a Dios de salud voy bien, y me es dado rodar por el pueblo con jeringas, termómetro, cantando, etc. Espero que tú también goces de buena salud, pero no vayas rodando como tu tío”. (Archivo Histórico Salesiano de Argentina Sur, sede Bahía Blanca. AR AHS ARS/BB. Bahía Blanca, Argentina, n. 100).
Formarse para ayudar
Viendo las necesidades del pueblo, Zatti se perfecciona en su profesión. Progresivamente se hace responsable del hospital, estudia y valida sus conocimientos ante el Estado cuando le es requerido. Los médicos que trabajaban con Artémides, como los doctores Molinari y Sussini, atestiguan que nuestro hermano poseía una gran ciencia médica, fruto no sólo de su experiencia, sino de su estudio.
El P. De Roia agrega: “Sobre la formación cultural y profesional, recuerdo haberle visto libros y publicaciones de medicina y preguntándole una vez, cuándo los leía, me dijo que lo hacía por la noche o en tiempo de siesta de los enfermos, una vez terminado los papeles del Hospital”.
Zatti se perfecciona en su profesión. Progresivamente se hace responsable del hospital, estudia y valida sus conocimientos ante el Estado cuando le es requerido.
Existe a tal efecto un documento, “Credencial Profesional”, emitida por la Secretaría de la Salud Pública de la Nación como matrícula profesional de enfermero N° 07253. Fueron los estudios que realizó en la Universidad Nacional de La Plata en 1948, a sus 67 años. A ello tenemos que agregar una certificación anterior, en 1917, como “Idóneo” en Farmacia.
Su estilo de vida lo llevó a un compromiso en el cual se encontró directamente con los pobres, con los enfermos, con los más necesitados. Por eso la profesión de enfermero tenía un plus: su presencia era un testimonio de la bondad de Dios. Pensemos que esta forma simple de ver la realidad nos puede ayudar a entender mejor la vida de nuestro hermano, poniendo especial atención en el término “directamente”.
En esta perspectiva encontramos lo más genuino de Zatti, que evidencia aquello que llamamos “vida religiosa” o “consagración”. Por eso Artémides es un salesiano santo. Es un enfermero santo. Es la herencia que nos ha dejado a todos. Y ese es el desafío que aparece a nuestra puerta y nos convida a realizar.
1908
Con su salud recuperada, Zatti ingresa en la Congregación Salesiana como hermano coadjutor. Comienza a ocuparse de la farmacia del hospital San José, la única de Viedma.
1911
Tras la muerte del P. Evasio Garrone, director del hospital, Zatti queda como responsable de la farmacia y del hospital, el primero de la Patagonia. Trabajó allí durante cuarenta años.
1917
Obtiene en la Universidad de La Plata el título de “Idóneo en Farmacia”.
1941
El edificio del hospital es demolido. Enfermos y profesionales se trasladan junto a Zatti al predio de la escuela agrícola “San Isidro”.
1948
Zatti obtiene la matrícula de Enfermero en la Universidad de La Plata.
Por José Sobrero, sdb para el Boletín Salesiano de Argentina.
Fotos: zatti.org