El Vaticano II inauguró una nueva fase en la comprensión y el ejercicio del ministerio del obispo de Roma, ubicándolo en el marco de una eclesiología de comunión e integrándolo en el conjunto de la colegialidad del ministerio episcopal. De ahí que el cardenal Walter Kasper haya considerado el Concilio como “el punto de partida de una nueva configuración histórica del primado para el tercer milenio”.
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La revolucionaria invitación de Juan Pablo II en la encíclica ‘Ut unum sint’ (1995) –dirigida a pastores y teólogos de las Iglesias cristianas para instaurar un diálogo fraterno y paciente en orden a encontrar “una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva” (n. 95)– abrió una fase de búsqueda común de una nueva forma de su ejercicio, poniendo de manifiesto que no cabía ya pensar el ministerio petrino al margen del ámbito ecuménico.
El papa Francisco ha querido dar un nuevo impulso al diálogo en torno a la figura del primado. En su encíclica programática, al tiempo que reconocía que “hemos avanzado poco” en el desafío lanzado por Wojtyla (¡Evangelii gaudium’, 32), situaba el ejercicio de su ministerio en la dinámica de la conversión pastoral y diaconal y en la línea programática de la sinodalidad. Como ha dejado escrito Santiago Madrigal, en el camino sinodal emprendido por el papa jesuita “se ha ido perfilando la huella límpida de una firme voluntad a favor de un ejercicio sinodal y diaconal de la autoridad papal, de un primado de la escucha, en una Iglesia constitutivamente sinodal”. Francisco ha mostrado su intención de desarrollar una teología del primado que transita por la vía de la sinodalidad, estableciendo con ello un nuevo marco de diálogo.
Primado petrino
Por otro lado, el desafío planteado en ‘Ut unum sint’ no cayó en saco roto. En las casi tres décadas que han transcurrido desde entonces, la cuestión del ministerio petrino ha sido ampliamente discutida y abordada en numerosos documentos de diálogo doctrinal. El Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos ha querido presentar ahora en un único texto los avances que se han producido tanto en lo referente a su naturaleza como a su modo de ejercicio.
El documento ‘El Obispo de Roma. Primado y sinodalidad en los diálogos ecuménicos y en las respuestas a la encíclica ‘Ut unum sint’’ muestra así el ‘status quaestionis’, permitiendo hacer balance y constatar los logros alcanzados. Entre ellos, cabe destacar el reconocimiento por parte de muchas Iglesias de la exigencia de un primado que exprese de un modo visible la comunión a nivel universal, las nuevas perspectivas abiertas por la exégesis contemporánea, que permite una lectura ecuménica de los textos petrinos, o el desarrollo de criterios hermenéuticos para abordar una nueva recepción de los dogmas de la infalibilidad papal y del primado de jurisdicción.
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