Al papa Juan Pablo I, proclamado beato pocas semanas atrás, lo recuerda el mundo por su corto pontificado, que duró tan solo 34 días. A pesar de la brevedad del mismo, permanece en la memoria de muchos por su acogedora y espontánea sonrisa, la sencilla manera con que dirigió sus contados mensajes papales, así como los ceños que tuvo apenas empezó su ministerio.
- OFERTA: Esta Navidad, regala Vida Nueva: la suscripción a la revista en papel para todo el año por solo 99,99 euros
- PODCAST: La luz que alumbra el conflicto
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Entre estos gestos, se pudo ver la renuncia a la triple coronación que recibían los sumos pontífices y canceló el uso de la tiara papal y la silla gestatoria para las presentaciones públicas. También dio una señal evidente de gratitud, al haber escogido el nombre de sus antecesores para conformar el suyo, con lo que aseguró una continuidad al legado de los hoy santos papas Juan XXIII y Pablo VI.
Ha sido un caso atípico, pues el papa Francisco, al declararlo beato en setiembre último, ya cuenta con cuatro pontífices elevados a los altares, desde que asumió la Cátedra de Pedro en el 2013. Aunque la cifra puede aumentar, pues se oyen pasos para la beatificación del venerable papa Pío XII…
Expandir su mensaje
El nombre secular del beato Juan Pablo I fue Albino Luciani, quien nació en Canale d’Agordo (Véneto-Italia), el 17 de octubre de 1912 y murió en la Ciudad del Vaticano el 28 de septiembre de 1978, después de haber asumido a fines de agosto de ese mismo año, el rol de 263o papa de la Iglesia católica, cuando ostentaba el cargo de Patriarca de Venecia.
Sin embargo, las consabidas virtudes heroicas del papa Luciani no se reducen a tal breve periodo de 1978, aunque hay quienes reconocen que sí fueron días en los cuales dio trazos de santidad al mundo e incluso a sus sucesores.
Entre estos rasgos están la humildad, la sobriedad, la alegría, la sencillez de sus maneras y la predicación vivaz y simple. A ello, podemos sumar su renuncia a los honores del mundo y a la aceptación pública de sus límites humanos, con la convicción de que su vida entera dependía de Dios, aún siendo el papa.
Rescatar su legado
Para Stefania Falasca, vicepresidenta de la Fundación Juan Pablo I y autora del libro ‘Papa Luciani, crónica de una muerte’, es importante “hablar en términos científicos de Luciani. Y esto da la posibilidad de un reconocimiento necesario, con el rigor analítico y crítico debido, para difundir su pensamiento y espiritualidad”.
En declaraciones brindadas a la revista española Ecclesia en 2020, Falasca aseguró: “El mensaje del Papa Luciani es muy actual. Los caminos que abrió son los de la renovación de la misionaridad, de la colegialidad episcopal, del servicio en la pobreza eclesial, con iniciativas por la justicia y por la paz. Así como la búsqueda de la unidad de los cristianos, el diálogo interreligioso y el diálogo con la contemporaneidad”.
En referencia a su estilo, también destacó una característica muy apreciada del hoy beato papa, que nos invita a profundizar: “Basta pensar en su lenguaje. Una nueva oralidad que había sido descubierta en la Iglesia”.
Corría el presente año y, a pocos meses de la beatificación, la escritora y vaticanista se expresó así de él, ante un grupo de periodistas: “Luciani fue el pastor alimentado por la sabiduría humana, que vivió todas las virtudes evangélicas. Un pastor que precede y vive en el rebaño con el ejemplo, sin ninguna separación entre la vida espiritual y el ejercicio del gobierno”.
Conocido todo esto, se espera que pronto llegue a ser proclamado santo “el Papa de la sonrisa”.