Tribuna

El clericalismo en la Iglesia

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En carta al cardenal Marc Ouellet, el papa Francisco expresa su deseo de que sacerdotes y obispos de América Latina se ocupen de servir mejor al Pueblo de Dios y promuevan la participación de los laicos en la vida de nuestros pueblos.

Un pastor no se concibe sin el rebaño al que está llamado a mirar, proteger, acompañar, sostener y servir. Nos hace bien recordar, escribe el Papa, que “la Iglesia no es una élite de sacerdotes, obispos y personas consagradas, sino que en ella todos formamos parte del santo Pueblo de Dios”.

Ninguno de nosotros fue bautizado como cura ni obispo: fuimos bautizados todos “laicos” y ese es el signo indeleble que nadie podrá eliminar. Más aún: no podemos reflexionar el tema del laicado ignorando una de las deformaciones más fuertes que América Latina tiene que enfrentar, a saber: el clericalismo que anula la personalidad de los cristianos, coarta las iniciativas y hasta las osadías necesarias para poder llevar la Buena Nueva del Evangelio a todos los ámbitos del quehacer social y, especialmente, del quehacer político.

El clericalismo va apagando poco a poco el fuego profético, olvidando que la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios y no sólo a unos pocos elegidos e iluminados.

“El Espíritu Santo no es propiedad de la jerarquía eclesial”

El Espíritu Santo no es “propiedad” de la jerarquía eclesial. “Una cultura popular evangelizada, contiene valores de fe y de solidaridad que pueden provocar el desarrollo de una sociedad más justa y creyente, y posee la sabiduría peculiar que hay que saber reconocer con una mirada agradecida”.

¿Qué significa que los laicos estén trabajando en la vida pública? Significa buscar la manera de poder alentar, acompañar y estimular todos los intentos y esfuerzos que ya hoy se hacen por mantener viva la esperanza y la fe de un mundo lleno de contradicciones, especialmente para los más pobres; abriendo puertas, trabajando con ellos, soñando con ellos, reflexionando y rezando con ellos. No es el pastor el que le dice al laico lo que tiene que hacer; ellos lo saben tanto o mejor que nosotros.

Sin darnos cuenta hemos generado una élite laical creyendo que son laicos “comprometidos” sólo los que trabajan en cosas “de los curas”, olvidando y descuidando al creyente que quema su esperanza en la lucha cotidiana por vivir la fe. Tenemos que estar al lado de nuestra gente, acompañándola en su búsqueda y estimulando esta imaginación capaz de responder a la problemática actual.

La inculturación es un proceso que los pastores estamos llamados a estimular, alentando a la gente a vivir su fe en donde está y con quien está. Es aprender a descubrir cómo una determinada porción del pueblo, en el aquí y ahora de la historia, vive, celebra y anuncia su fe.

Fabián Marulanda

Obispo emérito de Florencia