Ayer se celebró en Nueva York la Cumbre sobre Acción Climática, una cita histórica en la ONU, a la que acudieron multitud de jefes de estado y representantes internacionales como respuesta a la llamada del secretario general de la ONU, Antonio Guterres. Y sin duda, uno de los momentos fue la esperada intervención de la joven activista sueca Greta Thunberg, en la que se mezcló la rabia con la reivindicación; la denuncia con la sencillez.
Rabia por no entender por qué los “dirigentes” siguen sin hacer nada, reivindicación porque la ciencia es clara y no es ficción; denuncia porque a los gobiernos le sigue interesando más el dinero y el crecimiento económico; y sencillez porque el mensaje lleva siendo el mismo desde que comenzó hace ya un año en la puerta del parlamento sueco ella sola: “Para qué voy a estudiar, si en el futuro no habrá planeta que habitar”.
Es la voz de la juventud, y como ella mostró: “Yo no debería estar aquí”. No deberíamos seguir en el mismo punto de la conversación, pues la urgencia es real y la acción es escasa. Los discursos de los presidentes de los diferentes países se centraron en palabras de compromiso, aliento, esperanza o confianza que ya suenan vacías, poco creíbles y que requieren de una verdadera orientación política integral que cale a todos los niveles, lo que actualmente es inexistente. Greta habló con radicalidad: “¿Cómo os atrevéis? Nos estáis fallando”. Es la pregunta que se hace la juventud tras todo un año de protestas y reivindicaciones.
Nunca habíamos vivido algo así y la ocasión lo merece porque estamos ante una emergencia climática. El próximo viernes 27 de septiembre nos invitan a cerrar nuestros negocios y a parar nuestra actividad ante la llamada urgente de nuestra Casa común, que está en peligro. Lo vemos en nuestras localidades y en el resto del mundo con fenómenos meteorológicos cada vez más intensos y destructores, en la pérdida de biodiversidad, escasez de agua o alimentos…
Y las consecuencias más dramáticas y en muchas ocasiones irreversibles son para las más débiles, para las personas empobrecidas por la sobreexplotación y sometimiento a las reglas de un juego en el que domina el dinero y la vida no pinta nada: “Hay gente que está sufriendo, hay gente que está muriendo”, señalaba Greta.
¿Y los católicos?
La juventud católica no puede ser ajena a lo que está pasando y tenemos que unirnos a estas reivindicaciones por una coherencia evangélica, porque “nuestra espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco” (‘Laudato sí’’). No podemos seguir en silencio, nuestra opción es por los pobres antes que nada.
Además, sabiendo que la educación es una de las herramientas más potentes para lograr cualquier cambio, como jóvenes estudiantes no podemos dejar de preguntarnos: ¿Estamos construyendo una educación que se plantea seriamente un desafío como este, que transforma nuestra manera de trabajar y que opta por una escuela preocupada por el cuidado de nuestra tierra? Si la respuesta es negativa y ni siquiera lo tenemos en nuestro horizonte, tenemos un grave problema.
El discurso de Greta nos reafirma en nuestro compromiso férreo contra la crisis climática y nos invita a seguir transformando nuestra manera de relacionarnos con el mundo, sabiendo que pisamos “tierra sagrada”. Y no, no es un convencimiento de un pequeño número de progresistas aislados, la ciencia es clara y los avances son insuficientes. “Reducir las emisiones a la mitad solo nos da un 50% de posibilidades”, apuntaba Greta, y corroboraba Francisco en su intervención por vídeo: “Los compromisos son muy flojos y están lejos de alcanzar los objetivos previstos”.
El Movimiento Católico Mundial por el Clima está actuando y se encuentra activo apoyando toda esta lucha, así como su rama de jóvenes Generación Laudato sí’ que une a toda la juventud del mundo, que por su fe, propone y actúa para una conversión ecológica, mediante seminarios, declaraciones, huelgas mundiales, reclamando cambios en las Iglesias locales y en Conferencias Episcopales (como por ejemplo, para desinvertir en combustibles fósiles), etc.
Mientras tanto, en España todavía queda mucho camino por recorrer y confiaremos en poder liderar pronto desde los movimientos juveniles propuestas claras que hagan actuar a nuestros dirigentes. Como ha señalado Francisco en la cumbre, debemos estar “al servicio de otro tipo de progreso más integral, centrado en la persona humana”, y esto en España podría comenzar por analizar nuestra situación política y abandonar la lucha sin sentido de nuestros políticos.
Este viernes, los jóvenes estaremos cerrados por emergencia climática, porque “el cambio está llegando, os guste, o no”.