Francesco de Petrarca fue una de las mentes más brillantes de la poesía universal y, por supuesto, del humanismo renacentista. Reconoció en a la teología, no como ciencia, sino como poesía, la poesía de Dios.
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Representó, además, una nueva concepción artística basada en la experiencia interior y personal, en la imitación de modelos ideada como asimilación vital. Esta idea de la imitación no lo expresa como reñido con la creación. Según él, los poetas deben imitar, pero para ser ellos mismos; por ello, la poesía es creadora como Dios.
En el humanismo italiano se va a gestar una idea que resulta vital rescatar en la actualidad. Una idea muy firme que sustenta la posibilidad de una antropo-lógica de la creación. Un ejercicio que expone detalladamente Francisco en Laudato Si, pero que conocí de la pluma de un teólogo belga llamado Adolphe Gesche. En el segundo tomo de su serie Dios para Pensar dedicado al hombre, arroja este concepto de hombre creado creador del cual se desprende una enorme responsabilidad para cada ser humano, en cuanto a que revelará un rasgo vital para la existencia cristiana.
Creado creador respecto al cosmos
Partiendo de un verso del poeta Hölderlin que dice que “Dios ha hecho el mundo como el mar hace la playa: retirándose”, Gesché comienza a trazar su apuesta: señalar al hombre como el sacerdote de la creación, el ser que proporcionará al mundo toda su acústica y la auténtica realización. El verso de Hölderlin le sugiere que, el descanso de Dios en aquel séptimo día, significa la toma del relevo por parte del hombre para continuar el proceso creador. Dios entrega el testigo a Adán en el momento en el cual le confía ponerle nombre a las cosas, esto no es otra cosa que brindarle existencia a lo que ya es.
Dios ubica al hombre en el centro del jardín no solo para que ejerza la contemplación, sino que, además, es plantado en él con la finalidad de que lo trabaje, pero no solamente como gestión, sino también como invención. Invención que sostendrá a partir del mandamiento bíblico de “Creced y multiplicaos” (Gn 1, 28) al cual está llamado desde el principio, pues allí, en esa posibilidad inventiva siempre abierta se explaya la cristalización de hacerse hombre a fondo. Somos piezas de un plan ubicadas en un mundo que no está totalmente hecho. De esta manera, afirma Gesché, Dios nos deja la responsabilidad de la representación: así se hace posible que, al trabajar, la criatura siga siendo creada.
Creado creador con respecto a sí mismo y a Dios
Teilhard de Chardin escribió en su libro Escritos del tiempo de guerra (1966) que el hombre debe trabajar si desea seguir siendo creado, es decir, no solo es creador con respecto al cosmos, sino a sí mismo y, por consecuencia, con respecto a Dios. Gesché siguiendo a de Chardin que muy seguramente seguía Platón cuando intuyó cristianamente en su Banquete la existencia de un dios poeta o creador, el demiurgo, tan hábil que llega a hacer que otros también lo sean. Un Dios creador ha creado al hombre creador. No estamos aquí simplemente, sino que está encargado de crear en el seno de la naturaleza, y “esta libertad de creación y de invención la ejerce consigo mismo y en lo más profundo de sí”.
Dios es así, afirma el teólogo belga, más grande y más Dios por haber creado un ser que, en parte, se inventa y se hace. En tal sentido, el hombre es autónomo y no autómata: imagen y semejanza de su Creador. Dios es horizonte para el hombre, ya que en su desmesura encuentra definitivamente su auténtica medida. Dios ha creado creador al hombre, pero no para romper su llamado, su vínculo con él, pero dotado de una libertad tal que es capaz de ello, señalará Levinas. Y no solo esto que afirma el filósofo francés, sino que, además y por si fuera poco, dotado de una competencia para hacer cosas más grandes que Él [Jesús] (Jn 14,12)
Concluye Gesché que la creatio continua que expone la tradición cristiana no sería tal solamente por la acción de Dios, sino también por la del hombre. En tal sentido, aprovechemos el día. Paz y Bien
Por Valmore Muñoz Arteaga. Profesor y escritor. Maracaibo – Venezuela