Recensión del libro ‘El Mensaje de las Iglesias vacías’ (Jorge Oesterheld) – Buenos Aires, PPC, 2021, 126 pp.
El autor, consciente del fenómeno de las iglesias vacías y del cambio de época, se sitúa en el desafío de desentrañar las causas y motivaciones que gestaron este acontecimiento y sus efectos. No obstante, reconoce que tal situación hunde sus raíces en procesos sociales más amplios, que a la vez favorecen y despliegan una fuerte crítica a las instituciones que representan al catolicismo. Oesterheld da cuenta de nuevas formas de pertenencia que trascienden al ámbito de lo que la definición tradicional de la iglesia institucional implica. La interrogación acerca de si la persona o comunidad devota tuvo la iniciativa de la toma de distancia, o si la institución misma la generó por medio de gestos y palabras, revela su sincera preocupación.
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Como sacerdote y cura párroco, y sobre todo como creyente responsable y fiel, se siente movido a indagar puertas adentro de la institución. Dada la riqueza que los sermones comportan o debieran comportar, reconoce que algunos son expresados con escasa convicción o se reducen a conocimientos o ignorancia de los mismos predicadores. Afirma también que algunas universidades católicas o pontificias han sido semillero de concepciones de la economía que a la postre sembraron injusticias que empobrecieron a continentes enteros, y otras han difundido conocimientos que se reflejaron en odios étnicos y violentas revoluciones.
Admite que las instituciones son difíciles de modificar porque precisamente su función se relaciona con una estabilidad que les confiere seguridad, razón por la cual establecen estructuras que permiten sobrevivir a los vaivenes que los cambios implican. Una vez enquistadas en sus propios sistemas llegan a convertirse en espacios de grandes tensiones e incluso de violencia.
En cuanto a los fieles laicos y laicas, si bien es cierto que muchos/as abrazan y viven en humildad los auténticos valores evangélicos, algunos otros/as se comprenden a sí mismos/as como católicos/as ejemplares a pesar de no vivir ni respetar valores elementales cristianos. Testimonio este último que parece marcar una penosa distancia.
El mensaje de Jesús
Se pregunta también acerca del motivo por el cual se vació de belleza el contenido del mensaje de Jesús. Nos dice que en ello ha tenido influencia el intento de demostrar la fe cristiana en tanto inteligible y razonable, reduciendo la fascinante persona de Jesús a un enunciado teórico, tan solo una idea brillante. Y agrega que a la Palabra se le quitó la carne y se la convirtió en conceptos, mandatos asfixiantes, leyes implacables y ritos sin vida.
No obstante, el Padre Jorge ofrece una mirada restauradora cuando afirma que la iglesia católica se percibe a sí misma como un cuerpo vivo, realidad dinámica en constante transformación. En esta perspectiva opta por desplazar la idea de reforma para dar paso a la idea de crecimiento como proceso de maduración. Una perspectiva positiva y esperanzadora que ve confirmada en la experiencia de la comunidad cristiana primitiva. Una comunidad que si bien logró cambios sociales y culturales en la historia de la humanidad, nunca se pensó a sí misma como agente de transformación. Precisamente la fuerza y el poder de esa transformación brotaron desde el acontecer de las experiencias de vida y de fe.
Inspirado en los gestos de Jesús, el autor propone cambiar la mirada para ir hacia los que buscan y avanzar sin miedos hacia lo desconocido (cf.1 Cor 2,9). La transformación social, cultural y religiosa en la que muchos somos actores/as y testigos, se presenta hoy como oportunidad de crecimiento y desarrollo para descubrir nuevas formas de fe. Una fe que también se cristaliza en la opción y acción en favor los pobres, aún en las diversas formas de pobreza.
En esta ocasión, Oesterheld responde a la invitación del Papa Francisco a ser audaces y creativos en la tarea de repensar objetivos y métodos evangelizadores (cf. EG 33). En su vocación de pastor de una iglesia “en salida, una Iglesia con las puertas abiertas” (EG 46), ofrece una mirada crítica vista con los ojos del corazón. Evoca la figura de “agrandar la casa” para dar cabida a quienes busquen a Dios con sinceridad. “Sin prohibiciones ni miedos” (EG 33) reflexiona sobre la relevancia de las homilías porque “quien quiera predicar, primero debe estar dispuesto a dejarse conmover por la Palabra y a hacerla carne en su existencia concreta. De esta manera, la predicación consistirá en…comunicar a otros lo que uno ha contemplado” (EG 149).
La frescura del Evangelio
La propuesta de “cambiar la mirada” en tiempos de grandes cambios y transformaciones se enlaza en fidelidad a lo que sabiamente el Concilio Vaticano II señalara al invitar a “escrutar los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio” (GS 4), para auscultar el acontecer de Dios en la historia en favor de todas las personas, particularmente en las más vulnerables (Casale: 2013). No se trata de promover la idealización de la pobreza, sino una llamada contundente a implicarnos en la causa de los pobres por ser un mal no querido por Dios.
En la parábola de los convidados a la boda (Lc 14,7-14) o en la historia del pobre Lázaro y el rico Epulón (Lc 16,19-31), Jesús toma partido ante la ceguera de los ricos y las relaciones sociales injustas. Las Bienaventuranzas muestran la preferencia de Jesús por los que sufren o por los que no cuentan, por los migrantes forzados en palabras de Oesterheld. Porque todavía “hay quienes parecen sentirse alentados o al menos autorizados por su fe para sostener diversas formas de nacionalismos cerrados y violentos, actitudes xenófobas, desprecios e incluso maltratos hacia los que son diferentes” (FT 86).
Restaurar la carne a la Palabra es una propuesta y una tarea motivadora que queda abierta. El mismo Francisco nos motiva a ello: “Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina. Cada vez que intentemos volver a las fuentes y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora en siempre nueva” (EG 11).