Tribuna

El necesario protagonismo de la mujer

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El magisterio de la Iglesia latinoamericana y caribeña ha registrado, de diversas formas, la necesidad de reconocer y promover el protagonismo de la mujer en la sociedad como en la vida de la Iglesia.



La V Conferencia General del Episcopado subrayó que “en esta hora de América Latina y el Caribe, urge escuchar el clamor, tantas veces silenciado, de mujeres que son sometidas a muchas formas de exclusión y de violencia en todas sus formas y en todas las etapas de sus vidas”, llamando la atención sobre la situación de las mujeres pobres, indígenas y afroamericanas, quienes han padecido históricamente “una doble marginación”.

De ahí que el Documento de Aparecida reconociera el imperativo de dar a la mujer el lugar que le corresponde en nuestro continente, pues “urge que todas las mujeres puedan participar plenamente en la vida eclesial, familiar, cultural, social y económica, creando espacios y estructuras que favorezcan una mayor inclusión” (DAp 454).

Monja Dentro De Iglesia Con Mascarilla

Hoy, como ayer, reconocemos que “las mujeres constituyen, en general, la mayoría de nuestras comunidades, son las primeras transmisoras de la fe y colaboradoras de los pastores, quienes deben atenderlas, valorarlas y respetarlas” (DAp 455). En este sentido, en la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe nos hemos sentido interpelados por los cambios y los pasos que debemos dar para reconocer y valorar el rol y el aporte de la mujer en la historia, en la sociedad y en la propia Iglesia.

Este, sin duda, es uno de los desafíos prioritarios que queremos abrazar desde la perspectiva pastoral y sinodal que ha conducido los itinerarios de renovación y de reestructuración del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), inspirados por el Magisterio del papa Francisco.

Promoción integral

Tan necesarios son los espacios para que las mujeres de los pueblos originarios, afrodescendientes y campesinas compartan sus conocimientos, experiencias y prácticas en diversos ámbitos eclesiales, como el impulso que debemos dar al desarrollo de una auténtica pastoral de la mujer a nivel local, nacional y continental, que garantice su promoción integral y participación efectiva en la vida de la Iglesia y de la sociedad.

“La Iglesia es mujer y madre”, nos ha recordado el papa Francisco. Bien sabemos que “sin la mujer la Iglesia no va adelante, porque ella es mujer, y esta actitud de mujer le viene de María”.

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