Oodgeroo Noonuccal ha luchado toda su vida contra el racismo, por la defensa de su tierra y su gente. Ha indicado un camino, un sueño y una esperanza a los pueblos indígenas de Australia. En el poema Segregación que escribió años antes de que el histórico referéndum de 1967 otorgara a los aborígenes la ciudadanía plena, señala con el racismo y critica, usando las palabras del Papa Francisco en 2018, la “hipocresía de los justos”, que reduce la fe a “costumbre social”.
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Ha sido poeta, artista y activista política por los derechos de los pueblos indígenas, así como ambientalista y educadora. Durante décadas ha estado considerada una de las voces más significativas de la literatura australiana del siglo XX y es una de las fundadoras de la escritura aborigen contemporánea. Una historia y un camino ejemplar.
Nació en Minjerribah en 1920, una zona de los Quandamooka, aborígenes australianos que han vivido alrededor de Moreton Bay, en el sureste de Queensland, durante al menos 25.000 años. Muchos de ellos fueron expulsados de sus tierras cuando el gobierno británico fundó una colonia penal en las cercanías en 1824. Oodgeroo habla directamente, de manera inquietante y en términos claros sobre el drama de la discriminación racial.
Su poesía, como en la profecía, desnuda una realidad que nadie quiere ver, oír o tocar; relee críticamente el pasado colonial, reescribiendo la historia con otras miradas, otros paradigmas y otras terminologías; mientras habla de un mundo humillado y destruido que está cambiando o desapareciendo, espera un futuro en el que diferentes tradiciones, idiomas y creencias puedan coexistir en armonía.
Es la política de reconciliación que Oodgeroo defenderá hasta la muerte. Primera mujer negra en Australia en publicar un libro, primera autora de poesía negra, a partir de 1964 sus letras en inglés se difunden y sacuden la conciencia de la nación, evocando imágenes familiares para todos. Entre éstas, destacan las imágenes cristológicas
Soy negra de piel entre blancos
y estoy orgullosa
Orgullosa de raza, orgullosa de piel.
Soy pobre y rota.
Vestida con los trapos que se
le caen al hombre blanco.
Pero no me avergüenzo.
Las lanzas no podrán competir
con las pistolas,
y nosotros fuimos dominados.
Pero hay cosas que no podrán saquear
ni destruir.
Fuimos conquistados, nunca sometidos.
Fuimos obligados, nunca serviles.
No creas que me inclino como los blancos
se inclinan ante los blancos.
Yo soy orgullosa,
humilde, pobre y sin casa…
Como Cristo.
Oodgeroo nació de madre aborigen y padre blanco y acoge este hibridismo cultural-espiritual, aunque la conciencia de sus raíces indígenas acabará por connotar radicalmente su identidad. Nacida como Kathleen Jean Mary Ruska, se casó con Walker. En 1988, en un gesto insólito, cambiará de nombre y se llamará Oodgeroo de la tribu Noonuccal, en protesta por las celebraciones del bicentenario del desembarco del navegante y explorador británico James Cook en Australia, pues para los aborígenes ese desembarco es el inicio de la expropiación de su tierra.
El peso del pasado
El escritor aborigen australiano Alexis Wright cuenta que “en 1920, cuando nació Oodgeroo […], en muchas zonas del país todavía se fusilaba a los aborígenes. Oodgeroo crecería con el recuerdo del pasado, a través de las historias contadas por sus padres y abuelos, historias de masacres y trabajo esclavo en sus tierras robadas”. En el poema Los maestros, dedicado a su madre “a la que nunca le enseñaron a leer y escribir”, Oodgeroo se dirige a los “hombres santos” que han venido a imponer sus leyes por la fuerza y reclaman la educación, instrumento de libertad:
Hombres santos, habéis venido a predicar:
“Pobres salvajes, os haremos aprender
el miedo del infierno y el sentido del pecado,
el temor de Dios y el temor al patrón;
Os enseñaremos a trabajar por nada
Os enseñaremos a observar
las leyes de Dios y del dinero”
Y nosotros respondimos,
“basta de estupideces”
si tenéis que iluminarnos
enseñadnos primero a leer y escribir.
La referencia evangélica (Mateo 6, 24 y Lucas 16, 13) de Oodgeroo evoca la advertencia pronunciada por el Papa Francisco en abril de 2022 durante la audiencia con los pueblos originarios: “Cuántas veces el don de Dios no ha sido ofrecido, sino que se ha impuesto; ¡Cuántas veces ha habido colonización en lugar de evangelización! Dios nos libre de la codicia del nuevo colonialismo”. En su papel de denuncia sociopolítica, la profetisa Oodgeroo, portavoz y testigo, no se abandona a la desesperación. En lugar de destacar los errores del pasado, pretende educar y orientar a las nuevas generaciones, inyectándoles esperanza y deseo de renovación. En Mi Hijo, se dirige así a su hijo Denis:
Podría hablarte de la desesperación,
del odio ciego,
Podría hablarte de crímenes vergonzosos
e inhumanos,
Calumnias y brutalidad,
Violaciones y homicidios, hijo mío;
Pero te hablaré del valor y el bien
De cuando blancos y negros se mezclan;
y los hombres se unen como hermanos.
De esto te hablaré, hijo mío.
Desde este punto de vista, para Oodgeroo la poesía es un instrumento de diálogo intercultural e intergeneracional. Es un instrumento de “dadirri”, en Ngan’gikurrunggurr “escucha profunda”. Al escribir poesía, la autor lee y cuestiona el mundo. Escucha no solo al otro desde sí misma, sino también al otro en sí mismo, lidiando con su propio pasado:
Que nadie diga que el pasado está muerto
El pasado nos rodea y está dentro de nosotros
Obsesionada por recuerdos tribales, sé que
este breve “ahora”, este presente incidental
no es todo mío, mi larga formación
en gran parte pertenece al pasado
(…)
Que nadie venga a decirme que el pasado se ha ido:
Que ahora es solo un poco de tiempo, un poco
De todos los años de lucha
que me han formado.
Y es en este equilibrio entre pasado, presente y futuro que el mensaje de Oodgeroo resuena profético y universal, ofreciendo elementos de reflexión y peticiones de renovación que siguen vigentes hoy. En el campo de la protección ambiental, por ejemplo, su poesía muestra un esquema de valores que remite a la cultura aborigen según la cual nuestro planeta no es un objeto que poseer y explotar, sino una Madre que proteger. En el poema titulado Mongarlowe, similar a una oración mariana, la Tierra es una mujer herida que sangra:
Oh, tierra virgen
Te siento gritar de dolor
Mientras sigues girando,
negándome
El sueño que necesito
violada por el hombre
con un pasado violento
te ha dejado sangrando,
llorando, provocándote
menstruaciones irregulares
Los árboles de caucho se retuercen
versan lágrimas de eucalipto,
que se mezclan con tu sangre,
penetrando, afligiendo tu alma rasgada.
A orillas del río llora una mujer
monumento espectral
a tu virginidad perdida.
Esta personificación de la Madre Tierra es tanto una referencia al vínculo con la naturaleza propio de las culturas nativas, como un poderoso retrato de un mundo que sufre. Un retrato que remite a Laudato si’ que, como ha señalado el Papa, no es “una encíclica verde”, sino “social”. El Papa habla de una “casa común” mientras que Oodgeroo se refiere al ecologismo y el colectivismo como temas proféticos. La cultura aborigen de la escritora se basa en el principio de “comparte lo que tienes”. Numerosos poemas hacen referencia a esta lógica del don, resquebrajando los pilares sobre los que se asienta el modo de vida occidental y anticipándose a autores como Vandana Shiva o Genevieve Vaughan, defensoras de una economía del don. Una economía inspirada en un rol cuidador como el materno, que no contempla la restitución y que escapa a la economía del intercambio, del do ut des.
¿Podemos realmente contestar nuestro sistema basado en la propiedad privada con un concepto alternativo del Bien Común y los Bienes Comunes que alivien la pobreza? Tenemos menos recursos, menos agua, una población mundial en crecimiento. ¿Qué podemos aprender de Oodgeroo? ¿Qué enseñan las epistemologías aborígenes a nuestra civilización?
Nosotros, que estamos llegando
tarde a la civilización,
tras un salto de siglos
Cuando llegaste tú, nos llenamos
de admiración
Pero con un presentimiento
Teníamos poco, pero teníamos la felicidad,
cada día eran vacaciones,
porque éramos personas antes
de ser ciudadanos,
contribuyentes, inquilinos, clientes,
empleados, residentes.
[…]
Ah, nos hemos beneficiado, nos han elevado
Gracias al conocimiento, se ha abierto
un mundo nuevo
actualizado al estilo de vida de los blancos
con alegría y reconocimiento recibimos
ya que es una cuestión de necesidad.
Pero recuerda, hombre blanco,
si la vida está hecha
para la felicidad,
también tú, seguro, tendrás
que cambiar mucho.
Entre poesía y profecía, sigue abierta la valiente provocación de Oodgeroo, muerta en 1993. Un presagio de inventiva y esperanza.
*Artículo original publicado en el número de octubre de 2022 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva