Tribuna

El Papa indefenso

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Así lo vieron los periodistas que viajaban en el avión papal de regreso de Irlanda. Le habían preguntado por la carta del cardenal Viganó en la que le pedía la renuncia. “Sobre esto no diré una sola palabra. La carta habla sola”, les dijo con un tono de voz a la vez sereno y definitivo.

Los que lo conocen saben que esa respuesta era previsible. Recuerdan –así lo hace su biógrafo Austin Ivereigh– al releer un texto de Bergoglio de 1990, titulado: ‘Silencio y palabra’, en el que se refiere al silencio de Cristo ante sus acusadores, cuando como varón de dolores llegó a su autovaciamiento, extraña palabra que significa el despojamiento de sí mismo para que sea Dios quien domine. Francisco es de los que mantienen la convicción de que la verdad brillará en su momento.

Pero los periodistas no tenemos esa admirable paciencia, queremos tener la verdad al instante. Así es como se han recordado expresiones de Francisco o de cercanos a él según los que cuando los enredos no pueden desenmarañarse hay que callar y mantener la mansedumbre del silencio. Ni ante las acusaciones de los sacerdotes del templo que habían dejado patidifuso al gobernador Pilatos; ni ante los enredos del cardenal Paul Carrack acusado de pederastia y de encubrimiento de pederastas, las acusaciones y contraacusaciones aclararían nada.

Una crisis en la Curia

Dice, por tanto, un intérprete del silencio papal: “El diablo, fortalecido, saldrá a la luz y mostrará sus verdaderas intenciones, no disfrazado de ángel sino despojado de máscaras”. En un episodio que está mostrando la hondura de la crisis que enfrenta Francisco en la Curia romana y en el mismo Colegio cardenalicio, se está revelando su verdadero rostro.

Agregan los conocedores de ese conflicto que Francisco “quiere asumir toda la vileza de los abusos y convertirse en chivo expiatorio para purgar por los pecados de otros, para que acabe de una vez el horror de las agresiones a los niños”.

El antecedente de Chile es revelador; allí prefirió equivocarse antes que apresurarse y ser injusto. Después de las tensiones de una visita oscurecida por la sombra de los sacerdotes pederastas, la verdad apareció. En Irlanda se reunió con sus hermanos jesuitas para escucharlos.

Contra el clericalismo

Para Francisco es claro: el clericalismo, esa conciencia de poder del clero, está en la raíz de los abusos; de ahí su campaña de desmantelamiento del poder en la Iglesia y su sustitución por el espíritu de servicio a los más pobres.

La persistencia de los periodistas en conocer más, logró una declaración impactante: Francisco ni renuncia, ni se deprime, ni se aflige ni pierde la paz. El mundo lo ha visto con su talante de siempre: el del piloto de la nave a quien no perturban el ruido ni la fuerza de la tempestad. 

Francisco es un creyente que toma el Evangelio en serio, especialmente cuando rechaza a los que se sienten justos y con capacidad para juzgar a los otros; está del lado de los que piden y esperan perdón. Esta es una lógica en la que no tienen cabida los abogados que defienden o se defienden, que buscan absoluciones o que precipitan condenas para otros. No cede a las premuras, confía, en cambio, en el paso lento pero firme de la verdad. Por eso no se defiende.

* Columna publicada en El Heraldo de Barranquilla, el 17-09-2018.