Una tormenta inesperada irrumpió en el aeródromo de Cuatro Vientos durante la vigilia de oración presidida por Benedicto XVI, en la noche del sábado 20 de agosto, tras la jornada más calurosa del año.
La tormenta es, a menudo, símbolo de inquietud, de incertidumbre y de crisis. Sin embargo, hay tormentas que traen consigo experiencias reveladoras y muchos frutos. Recuerdo con una fuerza especial la tormenta que acompañó la gran vigilia de oración durante la JMJ de 2011.
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- EDITORIAL: En las redes de los jóvenes
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Más fuerte que nosotros
Yo estaba allí con otros jóvenes, tumbado sobre el saco de dormir y tapado con plásticos en la gran explanada de Cuatro Vientos. Rayos, truenos, viento y lluvia parecían querer impedir que sucediese el milagro de unir en silencio a casi dos millones de jóvenes de todo el mundo. Pero nada lo impidió. Nuestros corazones se hicieron fuertes y nuestras manos se unieron en varias ocasiones para pedir al Señor que su gracia y su Amor se hiciesen más fuertes en nosotros.
Fue muy impactante el momento en el que el papa Benedicto XVI se arrodilló para recibir a Jesús Eucaristía, que apareció ascendiendo desde el suelo en una custodia imponente. Justo en ese instante, la tormenta remitió. Nos parecía un milagro. El silencio ponía el vello de punta, y la sensación de sentirse unido a millones de personas ante el Señor de nuestra vida fue muy emocionante. No necesitábamos nada más; ni música, ni efectos…