Tribuna

En el avión papal: así es el trato tú a tú de Francisco con los periodistas

Compartir

Es un espectáculo insólito pero que se repite cada vez que Francisco se sube a un avión para iniciar uno de sus viajes apostólicos. Esta vez le acompañamos sesenta y cuatro periodistas provenientes de diversos países y sabemos que vamos a ser saludados uno a uno y sin especial protocolo por el Papa.

Media hora después de despegar del aeropuerto de Fiumicino, Bergoglio se desplazó hacia la zona trasera del Airbus donde viajamos los informadores. Tuvo en primer lugar un momento de recuerdo al periodista ruso Alexei Bukalov de la agencia Tass, recientemente fallecido y que le ha acompañado en numerosas ocasiones.

Inmediatamente después empezó su tranquilo desplazamiento entre las filas del aeroplano para saludar a todos los presentes; los que viven esta experiencia por primera vez son los más emocionados. Algunos le entregan cartas, regalos; otros le piden una bendición para sus familiares, otros le abrazan o le besan la mano. Para todos y cada uno tiene unas palabras de saludo, una broma, una sonrisa, un cariñoso apretón de manos.

Papa Pelayo

El corresponsal vaticano de Vida Nueva, Antonio Pelayo, saluda al papa Francisco en el vuelo con destino a Panamá

Me llega mi turno y, a pesar de que tengo no pocas ocasiones de saludarle, no puedo evitar una cierta emoción. Él abre el diálogo y me confirma una vez más que es habitual lector de nuestra revista y más en concreto de mis crónicas lo que no deja de resultarme embarazoso y, al mismo tiempo, de enorgullecerme y aumentar mi responsabilidad.

Durante más de una hora, el Santo Padre prosigue su vuelta al ruedo; saltan algunas noticias como la confirmación de su viaje a Japón en noviembre y de su constante deseo de visitar Irak o comentarios punzantes sobre la “locura” de ciertos muros construidos como consecuencia de un miedo “que nos vuelve locos”. No ha dejado de sonreír y de recurrir a su buen sentido del humor subrayado con sonoras carcajadas. Cuando nos deja todos somos conscientes de haber vivido unos momentos inolvidables y por eso le despedimos con un un prolongado aplauso.