Tribuna

Escuchar y hacerse escuchar

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El verbo escuchar parece haber despertado después de un letargo intenso durante el cual, con mucha facilidad, era confundido con el verbo oír. Nada que ver uno con otro.



Francisco nos ha regalado un texto precioso para la Jornada de las Comunicaciones Sociales titulado ‘Escuchar con los oídos del corazón’. Escrito en ese estilo cercano de este papa y no carente de profundidad, nos invita a una escucha que sobrepasa con mucho el hecho de recibir palabras en nuestro pabellón auditivo para ir más adentro de aquello que escuchamos y, sobre todo, a lo más profundo de quien nos está hablando, confiando algo, sin violentar su intimidad.

Dice Francisco en el texto que también en la Iglesia hay mucha necesidad de escuchar y de escucharnos. Tiene toda la razón y, aunque hay muchas personas dispuestas a ello y con una buena preparación para hacerlo (porque la escucha también necesita preparación), algunas veces da la sensación de que más que Iglesia somos solo institución y no es lo mismo. En la Iglesia la escucha tiene que ir al ritmo de la compasión que es una sólida mezcla, en las proporciones adecuadas, de empatía y comprensión hacia quien sufre y padece y que nos permite llegar a sentir lo que esa persona siente.

Escuchar

La preparación para la escucha no es asunto baladí y requiere entrenar el oído, el corazón, los gestos del cuerpo, y la mirada porque todo forma parte del conjunto de elementos necesarios para que quien está hablando se sienta escuchado. No es de recibo, aunque se esté prestando toda la atención, que quien escucha esté mirando al techo, o al infinito, o esté cruzado de brazos, mientras la otra persona desahoga su corazón. Mucho menos que esté buscando una cita bíblica adecuada para la ocasión. El contacto visual en la escucha es de vital importancia.

La Iglesia no es un club

Coincidiendo -aunque no buscado- con la publicación del Mensaje para la Jornada de las Comunicaciones Sociales, ha saltado la noticia de la iniciativa ‘#OutinChurch. Por una Iglesia sin miedo’, en el que 122 personas pertenecientes a la Iglesia católica alemana han decidido manifestar públicamente su orientación sexual. Entre ellos hay profesores de religión, sacerdotes, empleados en distintas instancias diocesanas… Alguien podrá decir que está de moda salir del armario, sin embargo, este gesto es de una valentía abrumadora porque, en la Iglesia católica, salir del armario todavía es un gesto que se ve más como desafío que como profecía.

En muchas ocasiones, un gesto como el que han tenido estos católicos alemanes, es la única manera de hacerse escuchar, de decirle a la Iglesia que están ahí, que existen. Es cierto, y hay que reconocerlo, que algunas voces dentro de la Iglesia entienden ya que hay que adoptar medidas que incluyan para no seguir excluyendo por sistema. Así, podemos leer las declaraciones del cardenal Hollerich en La Croix (20-1-22), donde abiertamente y, además de otros asuntos interesantísimos, dice: “Sería bueno que los curas homosexuales, que son muchos, hablaran con su obispo sin que este les condene”.

La Iglesia no es club. Un club tiene unas normas. Las aceptas y todo va bien, o no las aceptas y ya sabes dónde está la puerta de salida. Sí, la Iglesia también tiene sus normas, sin embargo, esas normas contenidas en el Código de Derecho Canónico deben ser leídas a la luz del evangelio, que es o debería ser nuestra máxima ley. Es verdad que el CDC recoge y legisla la teología del momento, por eso, precisamente por eso, algo habrá que hacer para que no haya tanto contraste.

Hay un texto en el evangelio de Juan que dice: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; también a esas debo conducir: Escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, bajo un solo Pastor” (10,16). Es un texto maravilloso que muestra una fuerza regenerativa de la que está muy necesitada la nueva evangelización. No olvidemos que el contexto de estas palabras es en el que Jesús enseña que él es el Buen Pastor. Está mostrando a los discípulos (tengamos presente que en el evangelio de Juan solo hay discípulos, no apóstoles y discípulos) cómo debe ser el pastor. Les está diciendo cómo deben ser como pastores.

El Mensaje de Francisco termina diciendo que en la acción pastoral, la obra más importante es el “apostolado del oído”. Y añade en el penúltimo párrafo: Hace poco ha comenzado un proceso sinodal. Oremos para que sea una gran ocasión de escucha recíproca. La comunión no es el resultado de estrategias y programas, sino que se edifica en la escucha recíproca entre hermanos y hermanas. Como en un coro, la unidad no requiere uniformidad, monotonía, sino pluralidad y variedad de voces, polifonía. Al mismo tiempo, cada voz del coro canta escuchando las otras voces y en relación a la armonía del conjunto. Esta armonía ha sido ideada por el compositor, pero su realización depende de la sinfonía de todas y cada una de las voces. Amén.