“Cada mirada lleva encendida una luz que cuida tu corazón, cuando uno brilla, brilla la vida
y se enciende todo a tu alrededor” (Sosa, Patricia – Luces, 2004)
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La naturaleza nos brinda una gama de posibilidades en colores, procesos, aromas, relieves, paisajes, etc., que nos permite percibir qué estamos contemplando. En los animales los olores, colores, tamaño y formas advierten sus características más importantes: si son o no de rapiña, carnívoros, herbívoros, nos pueden indicar su peligrosidad, el período de fecundación, si son macho o hembra, etc., o si son simplemente algunos camuflajes sin efectos mortales para engañar a los depredadores. Y seguramente habrá infinidad de experiencias que al ser miradas nos revelan algo más profundo que un solo detalle.
En el XXVIII domingo de la vida pública nos llama la atención una reiteración que hace el evangelista Marcos: “Jesús se quedó mirándolo… Jesús, mirando alrededor” (10, 21;23).
Como hemos afirmado en el libro ‘La #vida nos da #señales’ de la Editorial PPC nos parece que la mirada de Jesús se transforma en un criterio fundamental para la pastoral (Curia, Christian, 2018).
Mirada diferente
“Lo miró con amor” (Mc. 10, 21)
En algunas culturas o tradiciones, se presenta a las divinidades mirando todo, pero con una carga negativa o hasta temerosa: “Ten cuidado con lo que haces porque Dios está mirando, Ojo con eso porque Dios sabe todo” … A veces pareciera que él es como Sauron, el Señor oscuro que creó JRR Tolkien, que son su ojo lo ve todo y a quien hay que tenerle miedo porque podría aplicar ciertas penas a sus infieles o rebeldes súbditos.
Sin embargo, parece que Marcos nos recordara que la mirada de Dios es con amor, creando bondad. Jesús nos estaría revelando y haciendo resonar que la mirada del Abba/Imma (Juan Pablo I – 10/09, 1978) es expresión de su identidad: amor.
Lo más asombroso, es que en esta escena Jesús mira y es mirado, se pone en camino y es buscado, se hace diálogo con las búsquedas de quien lo quiere encontrar.
Mirada graciosa
La Trinidad se pone ante nuestra mirada y se deja ver por medio de obras, signos para que los podamos interpretar. La redención es gracia. La mirada de Dios es graciosa, misericordiosa y compasiva, observa para liberar, ve la congoja de los que sufren y reacciona (Ex. 3, 7).
Está caminando, pasando y es encontrado… allí mira y propone. Así genera el Kairos, el tiempo oportuno… dejándonos libres en responderle.
Conmoción profunda de la vida creyente es vislumbrar el don de la iniciativa divina, porque hay misterios profundos que se comunican. En varios textos de la Escritura encontramos que Dios mira y se deja mirar… porque cree en quien lo ve. Los cristianos estamos en un proceso de redescubrimiento por el cual verificamos en la existencia de todo ser, la constancia que la Trinidad está. Y a la vez, esta mirada es fecunda porque seguimos a quien mirándonos nos convoca a hacer resplandecer un plus de valor con quienes contemplamos con atención y alegremente.
Mirada reveladora
Esta apreciación nos introduce en uno de los temas más candentes de la teología cristiana: la manifestación de Dios. Es decir, la Revelación. No es menor el paradigma desde donde comprendamos dicha acción, porque desde allí interpretamos todo lo que nos rodea, vivimos, creemos, celebramos y anunciamos. La manifestación de la Trinidad es cosmovisional. Por un lado, por la manera en que interpretamos a Dios. Por el otro, expresa nuestra relación con el mundo. Y al mismo tiempo, es una “carta de autoconocimiento”, porque al vislumbrar a este misterio, que es el quicio de la vida, nos permite conocernos en profundidad y valorar la ternura que Dios tiene con la humanidad.
La Revelación es iniciativa de Dios (Concilio Vaticano II – DV, 1965) (# 2), al manifestarse, ofrece la Alianza a personas que, con simplicidad y profecía, vislumbran la presencia de quien está a nuestro lado, cuestionando esquemas pretéritos. El seguimiento de esta propuesta es personal y comunitaria, busca discernir el sentido de la vida. El centro de la revelación es la Pascua… este es el misterio de nuestra fe que, en una exclamación jubilosa, prorrumpimos en la Liturgia Eucarística, transformándose en el sentido más profundo de la perspectiva cristiana.
La pastoral de la Iglesia está llamada a seguir contemplando desde el Dios revelado por Jesús. Una comunidad que mira así, libera de opresiones, no pone cargas ni sacrificios. En la evangelización, mirar el misterio divino es otear, no quedarse con la pantomima de los requisitos, sino buscar que las personas se encuentren con Jesús que quiere encontrarlas, insertándose en grupos que lleve adelante tareas humanizadoras, porque observar como el Maestro es humanizar.
Mirar la presencia
Muchas veces creemos en un Dios de una manera poco evangélica porque pensamos que él está donde nosotros decimos, sin tener en cuenta que se manifiesta dónde y cómo quiere. El Creador hace que la historia humana viva en él. Necesitamos descubrir su presencia, para ello nos ayudan los signos de los tiempos, la vida que fluye en y frente a nosotros. Esta presencia es profunda, sencilla, cotidiana, cercana, abarcativa, interpersonal. Dios, que es Padre/Madre no abandona la obra de sus manos. Se hace presente en ella para que, viendo sus obras, lo veamos.
Los cristianos somos fieles a Dios y al ser humano, necesitamos romper los criterios de cristiandad que nos alejaron de los demás y del Evangelio. Uno de ellos es como miramos al mundo, a las personas no cristianas o que no están enmarcadas en nuestras “normas” … ¡Dios mira con amor! Lo demás es secundario.
Mirada contemplativa
La práctica de la oración es esa actitud existencial que “en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hchs. 17,28). Ella es la vida que se hace plegaria y celebración. Sin embargo, en otras diócesis, muchos la viven o proponen como un ponerse en presencia de Dios, como solo pedir o agradecer sin ahondar en la contemplación o adoración. Recordemos que contemplar es ver a la Trinidad o, mejor dicho, vernos en y desde su ternura y misericordia. Adorar, es reconocerla por su grandeza, no porque nos ha dado algo. Y a veces, es presentada como un mero auxiliar o paliativo ante las adversidades, por ejemplo: “dame la fuerza para superar esta prueba que me das”. ¡Como si ella provocara dolores o pusiera a prueba! En todo caso, el problema de la oración, es una cuestión teológica, porque en ella vivimos y anunciamos en qué Dios creemos.
Mirada que supera el rito
En el evangelio de este XXVIII Domingo, Marcos relata que Jesús enumera “el rito” de cumplir los mandamientos. Y luego invita a la caridad. Sin embargo, hemos visto, oído y vivido, a personas que, con el aval de la autoridad, afirman criterios para ser parte de la misma, lindantes con lo absurdo. A veces pareciera que sólo Dios cumple con los cánones establecidos. Incluso cuando se habla del mundo y/o de personas, que no están en la comunidad, se cae en palabras más mundanas que evangélicas. A pesar de ello, Dios se manifiesta en lo sencillo y cotidiano, convocando a todos, especialmente a los que están afligidos, agobiados, dolidos, defraudados, heridos, lastimados, los que están afuera, etc.
Mirar como Dios
Es dejarnos contemplar por él y otear la profundidad, ternura, cercanía, sabiduría, misericordia, amplitud e inclusión, compasión, clemencia, paciencia y espíritu de liberación que la Trinidad suscita. Nuestros ojos intentan vislumbrar la mirada de Dios para difundir la alegría del Evangelio a un mundo que cambia (CELAM, Medellín, 1968) (VIII, 1) (Concilio Vaticano II – GS, 1965) (#4 ss). Necesitamos ser una iglesia que es invitada como la persona que se acerca a Jesús y le pregunta qué tiene que hacer para heredar la vida eterna… y ser capaces de dejar todas nuestras riquezas pastorales para dar el salto de fe en un mundo nuevo. Necesitamos ser ese “aire fresco” como lo afirmaba el gran Papa Juan XXIII para creer, anunciar y celebrar el misterio de Dios que se hace presente en torno a la mesa y en la vida, que cree en la humanidad, que nos invita a una aventura maravillosa y nos devuelve el gusto de vivir.
Plegaria
Trinidad Santa y creadora:
Creemos en un vos que estás presente porque sos amor, que sostenes la vida y la hace fecunda apostando por el ser humano.
Creemos que hablas por medio de personas, hechos y signos como el pan, la palabra, abrís puertas y ventanas, derribas muros, ayudas a construir caminos, generas vínculos abrazándonos en cada abrazo compartido, acompañando en cada lágrima.
Creemos en vos que haces ritmos en cada cultura, donde los valores sostienen la convivencia, que “convocas a los pájaros a la primera aurora y al pasto a los primeros animales”, que te dejas buscar y encontrar como “vigor, origen y meta de la vida” (CEA. Liturgia de las Horas- Himno Alfarero del hombre, 1981).
Creemos en vos que aun cuando sus hijos estamos lejos, nos mira, vas al encuentro, abrazas, besas, engalanas y haces fiesta (Lc. 15, 1 – 3; 11 – 24).
Creemos en vos que te revelas en tus obras, porque tus manos son recientes en las flores, en el rocío, en el bebé que se está gestando, en la vitalidad de los niños, en las inquietudes y búsquedas adolescentes y de jóvenes, en la laboriosidad y estudio, en la mirada profunda y prolongada de los ancianos, en las manos encallecidas del trabajo, en los rostros agostados como sin agua, en quienes están abandonados de todo sistema, en los ojos vivaces de quienes buscan sentido de la vida, etc., porque dejas tu hermosura en cada persona.
Creemos en vos que salvas en Cristo a todos los seres humanos, sacándonos de la esclavitud y nos haces vivir en la libertad de los hijos porque visitas y redimís a tu pueblo (Lc. 1, 68 – 79).
Creemos en el Dios que Jesús, el de Nazareth nos revela, que está, estuvo y estará, que es misericordiosamente tierno.
Felices desde la Pascua de la Vida Nueva…
Bibliografía
CEA. Liturgia de las Horas- Himno Alfarero del hombre. (1981). ‘Liturgia de las Horas, Tomo III, Himno Alfarero del Hombre’, Buenos Aires: Paulinas.
CELAM, Medellín. (1968). ‘Medellín’. Medellín: Paulinas.
Concilio Vaticano II – DV. (18 de Noviembre de 1965).
Concilio Vaticano II – GS. (12 de Diciembre de 1965).
Curia, Christian. (2018). ‘La #vida nos da #señales’. Buenos Aires: PPC.
Juan Pablo I – 10/09. (10 de septiempre de 1978).