Tribuna

Está y… es compañía brilladora

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“Hay lucen que se encienden (…) Hay otras que acompañan, calientan en la noche y pueden encender tu soledad. Cada mirada lleva encendida una luz que cuida tu corazón. Cuando uno brilla, brilla la vida y se enciende todo a tu alrededor. Esa luz es un regalo de Dios” (Sosa, Patricia – Luces, 2004)



Esta cantante argentina, en la canción citada, expresa las diferentes “Luces” que hay en la existencia: algunas que solo brillan un momento, otras que enceguecen, existen las que se apagan, las que iluminan a las gentes, las que marcan un camino, están las que encandilan y confunden… “Y otras que acompañan y protegen la soledad”.

Sin caer en uniformalismos existenciales nuestra realidad tiene luces de todo tipo… y por momentos, somos esas luces que iluminamos, encandilamos, un pequeño destello que se prende y apaga cada tanto. Y por qué no, a veces, podemos ser esa luz que oscurece a otros quizás sin esa intención, pero indirectamente provoca esa sombra. Lo hermoso de la vida es que en esos momentos oscuros “llega alguien con antorchas encendidas, enfrenta todo hasta la oscuridad, enciende las estrellas (…), sonríe la esperanza una vez más” afirma la canción mencionada.

Compañía

  • a. Siempre presente

Nos animamos a presentar un punto común entre las lecturas del II Domingo de Cuaresma: un Dios que está presente y acompaña. Está en la experiencia antropomorfa del sacrificio de Isaac, está en el salmo, está en la carta de Pablo y está “delante de ellos” que narra Marcos.

  • b. Y no quiere sacrificios ni humanos sacrificados

En la experiencia humana de vincularse con lo divino, en varias religiones aparecen los sacrificios humanos como un elemento de sus prácticas. El pueblo de Israel al vivir rodeado de experiencias así, relata una vivencia similar atribuyendo a Yahveh algo de los demás dioses pero que no es característico del Dios de los Padres. El texto de la 1ª Lectura (Gn 22, 1-2. 9-13. 15-18) más que una divinidad que pide sacrificios la podríamos contemplar como “la condena que en Israel suponía, frente a ciertas religiones y cultos, la condena de los sacrificios humanos” (de Burgos Nuñez, Miguel, 2024).

Abraham es presentado como el padre y testimonio de la fe, tanto para los hebreos como para cristianos (CEC, 1997) (# 145 – 147) por su “escucha a la voz de Dios”. Considerando lo expresado por Miguel de Burgos Núñez, podemos intuir (aunque a veces nos mimeticemos con lo que otros practican) que Dios no quiere: Sacrificios, menos sacrificios humanos. Ni humanos sacrificados (en todas sus dimensiones).

  • c.  Creyentes oyentes

El texto de la primera lectura termina diciendo “porque has escuchado mi voz” y no la voz de otras divinidades que parecen ser “luminosas”, pero que llevan a un camino oscuro porque el sacrificio es su condición. En cambio, la voz de Dios, no quiere sacrificios y nos dice que Jesús es el hijo muy querido y en él, lo somos nosotros.

  • d.  Compañía viandante

Marcos (9, 2-10) nos presenta varias escenas para contemplar. Una que hay un Dios que camina con otros. En esta ocasión es con Pedro, Santiago y Juan… y lo hace tanto en la “subida” como en la bajada del itinerario. Él está con el ser humano en su caminar cotidiano es sus glorias (subidas) y sus oscuridades (bajadas). Y allí dialoga, nos convoca y transforma… incluso cuando, como Pedro, no sepamos qué decir o nos invada el miedo en nuestra vida.

El Dios de Jesús está siempre. Incluso cuando lo confundimos con otras “luces”…

Compania

Es mi hijo

  • a. Imagen desafiante

En el Evangelio según Marcos (9, 2 – 10) contemplando a Jesús nos encontramos con algunas particularidades un poco provocadoras:

  1. Toma a un grupo de amigos y suben un monte. No emite palabra.
  2. Se transfigura y dialoga con otras personas.
  3. El Padre pide que “lo escuchemos”.
  4. Bajan del monte: habla pidiendo silencio hasta la Resurrección.

Es un desafío muy exigente de contemplación para discernir algunas características de la pedagogía de Dios: tiene en cuenta a las personas y tomas sus realidades para comunicarse. Lo hace por medios de signos (transfiguración) delante de nosotros, nos invita a escuchar al Hijo que dialoga con otros (Moisés y Elías), invita a comprender el signo y lo vivido desde un acontecimiento (la Resurrección).

  • b. Perceptible

“Allí se transfiguró en presencia de ellos” (Mc. 9, 2). Algunas traducciones lo escriben por “delante de ellos”. Parece un dato simplemente. Sin embargo, contemplando las acciones de Jesús como revelación del mismo Dios, se nos presenta la posibilidad de comprender nuestra existencia delante de Dios. Es un Dios que no se oculta, que no juega a los misterios o a las indagaciones encriptadas, o búsquedas de tesoros arcanos. Es un Dios que está allí delante de ellos y de nosotros, está manifestándose allí donde estamos.

No se de dónde salió la expresión nos ponemos en presencia de Dios como frase que da inicio a una especie de oración. Por lo menos en varios textos de la Escritura a aparece este dato que Marcos nos narra. Incluso en el salmo de este II Domingo el salmista (creyente) afirma que cumplirá los votos al Señor “en presencia de todo el pueblo, en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén” (Sal. 115/116, 18 – 19). Podríamos contemplar que ahí se estarían mencionando los lugares de presencia de Dios: en el pueblo, en el atrio del templo, en una ciudad. Y allí realiza la promesa hecha a Dios, porque ahí está.

Jesús nos revela que Dios está… Y la pregunta que nos podríamos hacer es ¿Dónde? Y el texto de Marcos (9, 2) nos vuelve a responder: allí… delante de ellos. Utilizando una frase muy popular en Argentina diríamos “delante de nuestras narices” Dios se hace perceptible, se revela, se comunica, se transfigura.

  • c. Brilladora

“Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas” (Mc. 9, 3). En la transfiguración Jesús cambia de aspecto. Y el texto nos recuerda que “resplandece” como nadie lo ha hecho o podría hacerlo. Es muy significativo para nuestra vida comprender que la Trinidad cuando se comunica no opaca, no oscurece… sino que busca hacer que nuestra realidad y vida encuentren en ella esa luminosidad de la existencia.

En el caso de la liturgia, el blanco se utiliza por lo general para fiestas y solemnidades, quizás uniendo ambas experiencias de fe, podríamos comprender que la Trinidad nos invita a la fiesta y al gozo, a resplandecer porque allí está, acompañando la vida y nos hace partícipes de esta misión para ser una comunidad de fe que hace lo mismo. Ser una comunidad “brilladora” como la Trinidad, para hacer brillar a los demás, dejando de lado la perspectiva de ser una iglesia acusativa, que siempre señala el pecado, la culpa o la debilidad, que siempre exige conversión o algo a cambio para recibir a Dios. Por lo menos desde estos textos del II Domingo de Cuaresma, Dios (la Trinidad) se revela allí, delante de nosotros y se transfigura blanqueando, haciendo brillar.

El tiempo de cuaresma se presenta como una transfiguración significativa. En primer lugar, es mirada desde la Resurrección no como condición para festejar la Pascua, sino que la Vida del Resucitado es su causa.

Año de la oración

“Si, con Dios se puede hablar, de manera autocrítica, franca y modesta, con todas las tonalidades y en todos los estados de ánimo, contentos y descontentos, riendo y llorando, exultantes y aburridos, con serenidad o con impaciencia” (Küng, Hans, 2018, pág. 88)

Los creyentes solemos utilizar, más allá de los recursos, tres estilos muy característicos de plegaria: adoración, agradecimiento y suplica (petición). Es de esperar que estemos familiarizados con estas experiencias teándricas, es decir, divinas y humanas.

En esta oportunidad queremos hacer un pequeño aporte para un estilo de oración que es la alabanza o adoración. Ella se caracteriza por reconocer, enunciar, pronunciar, brindar características positivas y elocuentes de Dios (solo a él en sus tres personas). Pero sin una connotación de acción en uno mismo, porque allí se tornaría en agradecimiento. La alabanza busca adorar a la Trinidad por lo que ella es en si misma.

Jesús nos revela que:

  • El Padre es bueno, bello, accesible, palpable, bondadoso, etc. en sí mismo… porque él es así.
  • El Espíritu es amor, es gracia, regalo, don… porque él es así.
  • Él mismo es fiel, bueno, pan de vida, vid verdadera, puerta, es perdón… porque él es así.
  • La Trinidad es comunión y sinodalidad, es acompañante de subidas y bajadas… porque ella es así.

Plegaria

Trinidad Santa, acompañante y brilladora.
Te alabamos porque estás, te das a conocer, te comunicas con las personas y sus realidades.
Te damos gracias porque en Jesús, somos hijos y hermanos, porque con su acción nuestra vida brilla y se transforma.
Te damos gracias porque “rompiste” las cadenas del sacrificio.
Te damos gracias porque no querés humanos sacrificados, sino oyentes de tu voz.
Te damos gracias porque llegas con antorchas encendidas, enfrentas todo hasta la oscuridad, enciendes nuestras existencias, haciendo sonreír esperanza una vez más.
Tu que estás delante de nosotros, siendo perceptible y brillante, te pedimos que escuchando tu voz nos transformemos en comunidad de fe que hace brillar, que elogia, rescata lo bueno de la vida, que alaba tu presencia transfigurada en medio del pueblo, en los lugares que habitamos y en las ciudades en las que convivimos, porque estás en medio y frente a nuestras narices.

Bibliografía

  • CEC (26 de diciembre de 1997). Catecismo de la Iglesia Católica.
  • de Burgos Nuñez, Miguel (Homilía, 25 de Enero de 2024).
  • Küng, Hans. (2018). ‘La oración y el problema de Dios’. Madrid: San Pablo.
  • Sosa, Patricia – ‘Luces’. (2004).