Yo me estaba complicando, tanto tiempo ¿para qué? Y ahora que te tengo al frente, veo todo diferente me llenaste de color el corazón.
Me gusta (el café de la mañana)
Me gusta (entra el sol por mi ventana)
Me gusta (como está viniendo el día) (Bacilos – Me gustas tu, 2020).
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Visible en la vida
Durante la pandemia, con los aislamientos preventivos y los distanciamientos, nos privaron de muchas cosas tanto materiales, como afectivas. Poco a poco, se nos permitió vivir “como antes”, y así fuimos a vivir y compartir con quienes amamos, con los colegas del trabajo, incluso con “esos rostros anónimos” que son los acompañantes de viaje que están en el mismo transporte público que utilizamos o si vamos en auto vemos rostros que nos parecen familiares porque todos los días están ahí esperando para hacer el camino cotidiano.
Una de las alegrías vitales que fuimos recuperando fue el reencontrarnos: con personas, rostros, vida multifacéticas, miradas tan amplias como la cantidad de ojos que nos miramos…
“Y así, día a día, están los de siempre, los que vemos cada tanto, los que aparecen ocasionalmente… y ahí están ante nuestras vidas… como la de cada uno de nosotros está en la de ellos (…) nos podemos ver los rostros de manera total, nos vemos, reconocemos, compartimos lo vivido… incluso en el camino” (Curia, Christian, 2024, pág. 82)
Visible en el camino
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino (Lc. 24, 35)
Los discípulos de Emaús comparten la experiencia de fe vivida “en el camino”. Uno de los primeros títulos que los cristianos recibimos estuvo asociado a “los seguidores del Camino (hodos) del Señor” (Hchs. 2, 9).
El término griego “hodos” que se traduciría por camino, sendero, curso, vía, ruta, itinerario, calle, etc. En varias palabras castellanas tenemos este vocablo incluido: método, sínodo, período, etc. La más utilizada recientemente es “sínodo” en la cual se busca comprender a la fe cristiana como un camino (hodos) “juntos” (syn) (Sinodo de obispos, 1995). El primer obispo de Roma del siglo XX que implementó este tipo de asambleas fue Juan XXIII al convocar al Concilio Universal para toda la Iglesia y el “sínodo de la Ciudad de Roma” (Juan XXIII – Sínodo de Roma, 1960).
Pareciera ser que la identidad cristiana de los primeros momentos fue estar asociada a ser una comunidad que camina, que hace itinerarios, que acompaña en el camino, que sigue a quien se llama a sí mismo como “el camino” (Jn. 14, 6). Vivir una espiritualidad así implica estar, por un lado, orientado a la comunicación, porque los caminos unen lugares que están conectados. Por otro lado, vivir en cierta “incertidumbre” porque requiere estar atentos a lo que va surgiendo en el caminar… Vivir en la espiritualidad del camino es asumir que no tenemos todo resuelto, ni todo armado para decir o proponer, que lo que pensamos para un camino no aplica para otro.
A partir de Antioquía recibimos el título de “cristianos” (Hchs. 11, 26) porque seguimos a Cristo. A partir del siglo IV comenzamos a ser los que se reunían en el templo…
Visible en los gestos
“y cómo lo habían reconocido al partir el pan . Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: la paz esté con ustedes. Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: ¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: ¿Tienen aquí algo para comer? Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos (Lc. 24, 36 – 43)
En el Evangelio de Jesús, según los autores, podemos contemplar un gesto muy particular de la vida del buen pastor: partir el pan, mostrarse, ponerse en medio, pronunciar palabras significativas, etc. Cuando lo leemos, releemos y meditamos los evangelistas destacan a cada uno de ellos ubicándolos en algún itinerario de redacción: unos al principio, otros más a fin de su vida terrenal, algunos gestos solo se encuentran en una redacción (lavatorio de pie solo en Jn, Institución de la Eucaristía solo en los sinópticos), nacimiento solo en Lc y Mt, etc. Sin embargo, si hay algo que comparten, es que Jesús se revela en gestos cotidianos, que él anuncia el reino desde la vida y para la existencia: muestra sus manos, sus pies, tiene hambre, y pide de comer ¡Dios al encarnarse asume todo lo humano, absolutamente todo lo que caracteriza a la humanidad! ¡los gestos son parte de esa identificación! ¡El Dios revelado por Jesús no es un fantasma ni un mero espíritu intangible!
Visible en la amplitud
En el evangelio de este III Domingo de Pascua, la liturgia hace una selección del capitulo 24 del texto lucano. Contemplándolo en su conjunto, el autor nos presenta datos que nos descolocan en ciertos estereotipos del acervo cultural católico… Por lo general, en otros territorios eclesiásticos, se tiene inmerso en la mente y el corazón un número: 12 discípulos.
El texto de la resurrección en Lucas comienza relatando que la mujeres van al sepulcro, ven lo que había pasado y “cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban” (Lc. 24, 9 – 10). Luego continua con los 2 discípulos de Emaús, que regresan a la Jerusalén posterior al gesto de Jesús, y comparten con los “Once y a los demás que estaban con ellos” (Lc. 24, 33).
¡Nuevamente el Evangelio invita a la amplitud! ¡Invita a superar la mentalidad de ghetto, de pocos, de algunos, de muchos! Para entrar en la lógica de todos, incluso aquellos que no conocemos sus nombres.
Visible en el compartir
y cómo lo habían reconocido al partir el pan (Lc. 24, 35)
Los discípulos de Emaús, comparten como lo reconocieron en la mesa compartida, fraterna y amplia, que los llevó a ir donde están los demás. ¡Paradoja de la revelación! Pareciera que el encuentro con Jesús no es intimista, es comunitario; no es para escondernos en sus llagas, sino para ir al encuentro de otros; no es para encerrarnos en un “yoísmo intimista” sino para encontrarlo en el camino, en otros, en los gestos cotidianos; en la mesa, aunque se tenga miedo o estemos atónitos; es para llenarnos de alegría no para tener caras de ajíes en vinagre.
La mesa del pan repartido, nos exige superar el número de “algunos”.
La mesa comunitaria de la vida nos orienta en compartir lo que vivimos y cómo a cada uno el Resucitado se hace visible en la vida. El Viviente es perceptible en lo cotidiano.
Visible en la “novedad”
cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: la paz esté con ustedes … les mostró sus manos y sus pies (Lc. 24, 36)
El texto de Lucas, nuevamente nos recuerda lo que hizo Jesús el primer día de la semana: se pone en medio, y saluda con palabras de paz. Nuevamente los gestos… para verlo.
Como si nos enseñara que su presencia además del pan y la mesa de fraternidad amplia, se puede percibir por medio de todos los sentidos en la vida de cada persona: tocar sus manos, ver sus ojos y labios, oír sus palabras, degustar una comida o bebida, etc.
Nuevamente, experimentamos que el Resucitado nos alegra y nos llena de admiración…
Nuevamente, un camino como modelo de vida: estar, brindar paz, compartir la mesa con comensalidad abierta, dialogar, realizar gestos de compasión y de ternura… así, encontramos el gusto de vivir.
Visible en el diálogo
El texto del Evangelio del III Domingo de Pascua presenta a Jesús que hace preguntas abiertas. ¡No hace preguntas por si o por no! ¡No hace interrogaciones por “saberes”! ¡No hace interrogatorios inquisitoriales! Simplemente pregunta para que la vida de sus amigos se abra a su presencia. Incluso para pedir “algo para él”… y ellos le dan lo que tienen para comer y vivir.
Plegaria
Jesús, peregrino perceptible,
te damos gracias porque “sos presencia, esperanza y memoria,
sos el Dios de la vida hecha pan” (Xº Congreso Eucarístico Nacional – Himno, 2004)
Te damos gracias por tus gestos de cercanía y tus palabras que serenan e invitan al diálogo, porque te haces visible en lo cotidiano de nuestra existencia y en de “todos los demás”
Te pedimos que, como comunidad, continuemos reconociéndote y haciendo resonar tus gestos,
que sigamos revelando con lo cotidiano tu presencia,
que permanentemente prolonguemos la alegría y que se note en nuestros rostros,
que reafirmemos el ser comunidad caminante, peregrina, abierta, dialogante, oyente,
realizando itinerarios de compasión y ternura,
que sigamos construyendo tu Reino
como “asamblea santa, pueblo sacerdotal, pueblo de Dios” (Pueblo de Reyes, 2021)
orientados al servicio de la humanidad en lo cotidiano de nuestra existencia.
Feliz Pascua de la Vida Nueva… y que ella nos impulse a seguir siendo felices y con caras de redimidos.
Bibliografía
Bacilos – Me gustas tu. (2020).
Curia, Christian. (2024). El gusto de vivir. CABA: Claretiana.
Juan XXIII – Sínodo de Roma. (31 de Enero de 1960).
Pueblo de Reyes. (26 de Julio de 2021).
Sinodo de obispos. (1995).
Xº Congreso Eucarístico Nacional – Himno. (2004).