Somos tantos, somos libres, somos santos y con ganas de soñar. (Sosa, Patricia – Despierta el mundo, 2007)
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Con la llegada del mes de noviembre y la fiesta de todos los santos, tenemos una posibilidad de continuar con eco de la Santidad como Don de Dios en la vida de las personas (Curia, Christian, 2023). Es por ello, que estas semanas nos enfocaremos en esta cualidad cristiana que proviene de la misma Trinidad Santa.
Nuevo paradigma de santidad
Con el proceso de canonización actual se ha generado una idea bastante extendida y poco inspirada en la Revelación: “la iglesia hizo santo/a a…”, “canonizando se creó un/a nuevo/a santo/a” … Evidentemente, estas expresiones no favorecen la comprensión de la santidad como don de Dios en la vida. Cuando la jerarquía de la comunidad lleva a adelante este proceso, no está creando. En todo caso, está reconociendo públicamente que en ellas se puede contemplar los signos del actuar de Dios.
La burocracia para las canonizaciones ha impuesto en la mentalidad cristiana algunas ideas que necesitan ser revisadas y, porque no, anuladas. La primera de ellas es la de pedirle a Dios pruebas para que sean considerados idóneos de subirlos a los altares. La segunda, es considerar que una canonización es casi como dogma de fe. Ellas son para la libre veneración del pueblo cristiano, no son cuestiones dogmáticas, por lo tanto, hay libertad en venerar a tal o cual persona… y en algunos casos, de dudoso proceso de reconocimiento, más aún.
Es necesario recordar que, por prescripción canónica, se proclama santo a una determinada persona, que ya es santa primordial y existencialmente: porque es creatura de Dios y él actúa en la vida y, también, ella se abre a su presencia.
Felicidad Santa
Frans De Vos, padre de la catequesis renovada en Argentina, allá por el año 1990, como profecía, mencionaba la importancia de las bienaventuranzas como estilo de vida de los que somos santos desde Dios:
El Sermón de la Montaña, en efecto empieza con las bienaventuranzas. Estas no serían exhortaciones morales, sino anuncios e indicios del Reino de Dios ya entre nosotros. Son “evangelio puro”, es decir, Buena Noticia de salvación de parte de Dios. Sólo desde la perspectiva de esta salvación gratuita obrada por Dios, el ser humano puede realizar su vocación como una perspectiva de realización de la santidad en un camino de plenitud y perfección (De Vos, Frans, 1990, pág. 10)
Don Santo
Tomando como referencia los últimos 60 años podemos hallar en el magisterio eclesiástico una repetición constante con el tema de la alegría. Seguramente haciendo un estudio minucioso de discursos, mensajes, cartas, alocuciones, etc., encontramos más menciones a este tema. En la franja temporal hay algunos textos que hacen mención explícita o que están dedicados:
Juan XXIII: al iniciar el Concilio Vaticano II el 11 de octubre de 1962 expresó que “se alegra la Madre Iglesia” (‘Gaudet Mater Ecclesia’).
Concilio Vaticano II: podemos encontrar la ‘Constitución Pastoral Gozos y Esperanzas’ (‘Gaudium et Spes’) de 1965. Documento medular para ser cristianos en el mundo de hoy.
Pablo VI escribe en 1975 la exhortación apostólica ‘Alégrense en el Señor’ (‘Gaudete in domino’)
Juan Pablo I: Es recordado como el Papa de la Sonrisa
El actual obispo de Roma escribe la exhortación apostólica ‘La alegría del Evangelio’ (‘Evangelii gaudium’ – EG) en 2013, La alegría del amor (‘Amoris laetitia” – AL) en 2016 y ‘Alégrense y regocíjense’ (‘Gaudete et exsultate’ – GE) en 2018.
La alegría al ser un don teologal, es la consecuencia de la presencia viva y actuante del misterio de la Trinidad en la historia y en la vida de las personas. Por ende, es la nota distintiva de la santidad, porque es vivir felices en la presencia cotidiana de Dios (Curia, Christian, 2008, págs. 10-22).
Santidad bienaventurada
En el texto que nos presenta Mateo, las Bienaventuranzas estarían como consecuencias de la “presencia del Reino” que Jesús anunciaba por toda la Galilea (Mt. 4, 23). Desde esta cercanía el Nazareno propone una felicidad/santidad ya realizada y por venir. En ellas podemos encontrar seguridades y esperanzas. La certeza es la pertenencia y la herencia (Mt. 5, 3; 10) y la promesa es lo que Dios realiza: serán consolados y saciados, recibirán la tierra, obtendrán misericordia, verán a Dios, serán llamados hijos de Dios, tendrán una gran recompensa… (Mt. 5, 4 – 9, 11 – 12).
El evangelista Mateo comienza las bienaventuranzas con gestos de Jesús:
“Al ver a la multitud”: El proyecto de Jesús está sostenido en la mirada de Dios: mira y actúa. no es neutral.
“Subió a la montaña”: para la cosmovisión hebrea el monte evoca al encuentro de Dios son su pueblo (Sinaí). Este subir no es solo ascensión, sino descenso, porque él se acerca, se pone en medio del pueblo, entre la multitud.
“Se sentó”: es un gesto que manifiesta proximidad, alteridad. Está entre ellos como uno más, a la misma altura, no hay un pedestal ni un escenario que manifieste la superioridad de quien va a hablar. Sentarse junto a otros es un gesto de fraternidad y filiación. El reino de Dios prometido ya está en medio de la multitud, tan cercano y al alcance de la mano que está sentado junto a nosotros.
Tomando estas intuiciones mateanas es que proponemos a la santidad como Don.
Bendición Santa
Por la santidad que proviene de Dios como fuente, es que los creyentes valoramos lo bueno, noble, bello, que existe en el mundo descubriendo su presencia santificadora. Por esta experiencia, que no aparta las crisis ni las situaciones de angustia, es que exclama “bendiciones”. No como cliché moderno, sino como consecuencia de estar viviendo en armonía con el proyecto de Dios y descubriendo su actuar en medio del Pueblo, de la humanidad.
En el texto de Daniel del primer testamento, se nos presenta a tres jóvenes cantando en el momento más duro de su existencia: “Bendito seas, Señor, Dios de nuestros Padres”. E invitan a toda la creación a realizar lo mismo: ¡Bendigan al Señor, alábenlo y glorifíquenlo eternamente!” (Dn. 3, 51 – 90) y encontramos polos que están integrados en la alabanza (Frio y calor, sol y luna, luz y tinieblas, noches y días, etc.). Por otro lado, el salmista canta las maravillas de Dios ¡porque es eterno su amor! (Sal. 136/135), “porque grandes cosas, hizo el Señor por su pueblo y estamos desbordantes de alegría” (Sal. 126/125, 3), porque “un canto de alegría y de victoria resuena en la carpa de los justos: la mano del Señor hizo proezas, la mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas” (Sal. 118/117, 15 – 16).
Bendición presente
En el texto lucano del Evangelio podemos encontrar cantos de Bendiciones porque el Señor “ha visitado y redimido a su pueblo” (Lc. 1, 68). María, la agraciada, proclama la grandeza del Señor y las acciones que él realiza (Lc. 1, 47 – 55). Es una vivencia que el autor de la carta a los Efesios les recuerda a los cristianos: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales” (1, 3). La bendición es fruto de la presencia y acción de Dios en las personas y en el mundo, por tal motivo, los creyentes asumimos el estilo salvífico del proyecto de Jesús.
Ser cristianos/santos es reconocer la presencia de Dios fuera los espacios, criterios, ritos, que hasta el día de hoy tenemos, porque el Abba/Imma revelado por el Nazareno hace santo todo lo que está sostenido por su existencia. Dios está dando vida, por medio de nuestra presencia, en donde hay sombras de muerte… Una persona y comunidad santa, se deja sorprender por la manera tan particular que Dios tiene en comunicarse y darse.
Filiación Santa
Ser santos, felices, bienaventurados en, hacia y desde el Nazareno nos hace entrar en la dinámica de la oración de una manera frontal.
Una manera propicia para favorecer la felicidad santa y centrarnos en la ‘dilatatio cordis’, es viviendo jovialmente la plegaria. Para ello necesitamos volver la orientación a Jesús y retomar, si es que se ha perdido, la dinámica de su propuesta de oración.
La primera experiencia de orar es la filiación. En el Padre Nuestro Jesús orante hace evidente que es “Bar – Abba”, es decir, hijo del Padre/Madre y así lo llama: Papá (Abba/Imma). Pero no es solo suyo, sino Nuestro, de todos. Desde esa filiación acoge y proclama el impulso del Reino, por tal motivo la oración de Jesús es la profundización de esta ligazón y es una invitación que busca discernir los signos de la voluntad de Dios porque: “la esencia de la oración es el acto de Dios que está trabajando en nosotros y eleva nuestro ser hacia Él” (Torres Queiruga, Andrés, 1996, pág. 258) y hacia los demás en dilatación del corazón.
Humanización santa
Una segunda experiencia de la oración es la humanización. En la propuesta del Evangelio el otro es hermano, por lo tanto, ella redescubre todas las identidades. Esta perspectiva se hace palpable cuando nos disponemos a realizar la voluntad del Abba/Imma, que, en las bienaventuranzas, es la felicidad de los pobres, afligidos, pacientes, hambrientos y sedientos, misericordiosos, los que trabajan por la paz, los perseguidos, etc., porque revela y suscita alegría transformadora.
En el Padre Nuestro Jesús nombra al Padre, resalta sus cualidades, y luego suplica. nos permite transformarnos por ese misterio en el cual cada cualidad nos zambulle más en las profundidades de un amor que solidariza.
La oración es la apertura de misterios que dialogan, es la ‘koinonia’ de amor del Dios Padre y Madre con la humanidad y el cosmos. Es la vida cotidiana que ve, sube y se sienta para proclamarnos felices desde el proyecto del Reino, que se propone como certeza y esperanza, como vocación y regalo. Es la comunicación vital del Tres veces Santo para cantar y expresar sus maravillas. Es el coloquio por el cual lo Divino escucha, contempla y se compadece de nuestra humanidad acompañándonos en este caminar, porque ese Misterio se pone en medio nuestro, como lo hizo el Nazareno y nos relatan varios textos del Evangelio, especialmente al comienzo de las bienaventuranzas. Es acogida del proyecto de Jesús para la liberación de la humanidad. Es la apertura al Otro y a los otros. Es la comunión con la ágape de Dios que está revelándose y brindándose cotidianamente.
Plegaria
Trinidad Santa,
Te adoramos, porque “eres la fuente única de santidad,
imploramos que tu misericordia, santificados por tu amor,” (CEA, Misal Romano Cotidiano, 2011, pág. 2259)
sigamos “dándote gracias siempre y en todo lugar… Porque tu eres celebrado en la asamblea de los santos (CEA, Misal Romano Cotidiano, 2011, pág. 890),
de aquellos que ya gozan de las bienaventuranzas y de todos nosotros que peregrinamos en este mundo.
Te pedimos que tu santidad, nos impulse a seguir siendo santos en cada gesto y acto cotidiano, compartiendo la alegría y felicidad del Reino que está entre nosotros,
porque somos tantos, somos libres, somos santos y con ganas de soñar. (Sosa, Patricia – Despierta el mundo, 2007)
Felices desde la Pascua de la Vida Nueva…
Bibliografía
CEA, Misal Romano Cotidiano. (2011). ‘Misal Romano Cotidiano’. Buenos Aires: Oficina del Libro.
Curia, Christian. (2008). ‘Un poco de aire fresco. Bases para la espiritualidad del Catequista’. Buenos Aires: Claretiana.
Curia, Christian. (01 de Noviembre de 2023).
De Vos, Frans. (1990). ‘Presencia, Solidaridad y Alegría’. Lomas de Zamora: La Semilla.
Torres Queiruga, Andrés. (1996). ‘Recuperar la creación. Por una religión humanizadora’. Madrid: Sal Terrae.