“Tres anillos para los Reyes Elfos… Siete para los señores enanos… Nueve para los hombres… Uno para el Señor oscuro… Un anillo para gobernarlos a todos. Un anillo para encontrarlos, un anillo para atraerlos a todos y atarlos a las tinieblas en la Tierra de Mordor donde se extienden las sombras” (Tolkien, J. R. R , 2017, pág. 7)
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En la obra de este gran autor, Sauron crea un Anillo de poder y sometimiento. Y lo contario es un pequeño e insignificante personaje que se pone al servicio de la Tierra Media: un hobbit.
En el XXIX domingo de la vida pública el evangelista Marcos y la liturgia estarían en esa sintonía. Podemos contemplar una puja entre dos palabras que están desde la primera lectura: poder – servicio. Sin embargo, no son solo dos palabras… es la transformación de la existencia elegir con cuál nos configuramos.
El poder somete
“Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir” (Mc. 10, 35)
En los manuales de historia y en la vida cotidiana podemos otear que el poder es una experiencia humana que ha provocado de todo. En su gran mayoría conflictos, guerras, peleas, divisiones, rupturas, atrocidades, invasiones, etc., porque se lo ha vivido como tal. Una de las idealizaciones muy frecuentes con este es creer que él cambia a la gente… Y es justamente como las personas se someten a sus criterios.
En la escena de los hijos de Zebedeo, más allá de la historicidad de la misma, es una oportunidad de fe vislumbrar que a menudo, nuestras carencias personales y comunitarias nos llevan a contemplar a un Dios que tiene que realizar lo que le pedimos y, si no lo hace, provoca en nosotros crisis, angustias, ansiedades, desesperanzas…
Ser cristianos con “poder” es caer en la tentación de someter a Dios a nuestros caprichos o gustitos y obviamente dejarnos someter por convicciones contrarias a su pedagogía.
El poder obnubila
“Jesús le dijo: No saben lo que piden” (Mc. 10, 38)
Durante mucho tiempo se creyó que el sol giraba en torno a la tierra (geocentrismo), desde el silgo XVI se afirma que la tierra gira alrededor del sol (Heliocentrismo). Este fue un modelo astronómico desarrollado por Nicolás Copérnico.
En la vida de la práctica pastoral pasamos del Cristocentrismo al eclesiocentrismo. Y este último ha impregnado la mente, corazón y espiritualidad de muchos creyentes pensando que la iglesia es el centro del mundo… ¡Gracias a Dios esto no es así! Pero lamentablemente ha pasado en la Cristiandad en donde una cierta eclesiología se consideraba la “poderosa” y hasta establecía alianzas políticas, matrimoniales (Reyes católicos), territoriales (Bula inter caetera), coronaciones de emperadores (Carlo Magno), guerras de religión (s. XVI-XVII), Coronaciones Papeles con la Tiara (desde el año 904 hasta el 26 de agosto de 1978), etc.
En la actualidad habría otra tendencia: el yoísmo. Y quizás no se ejerza ningún cargo de poder, pero podemos caer en esta tentación de creernos el centro del mundo, del cosmos y de la vida de los demás: poniéndonos las cucardas que otros han realizado, considerando que somos el eje de todo proceso, ser autorreferenciales, cuando no hay otro tema de conversación que lo que “a mi me pasa”… incluso en la pastoral creemos que lo que nos pasa como institución es más importante que lo que viven los demás y llegamos a elaborar recursos pastorales pre-establecidos para “ir al encuentro del otro” (jaja): catecismos de preguntas y respuestas (Compendio del CEC y Youcat), misiones barriales que ya tienen todo armadito para decirle a los demás algo, y obviamente respondan positivamente para ser sacramentalizados, etc.
Y mientras tanto la vida de los demás pasa por otro carril…
El poder es egoísta
“El poder tiene una orientación natural hacia sí mismo. El poderoso desea proteger y aumentar su poder” (Lona, Horacio E., 2018, pág. 18).
Una de las grandes falacias del poder es hacerle creer al que ocupa el cargo que es importante… el poder solo quiere su poder, y si el que está en el puesto no sacia esa sed, es cambiado por otra persona que si lo haga, que le brinda pleitesía.
Lamentablemente eso también sucede en otras diócesis… las autoridades solo escuchan o incluyen entre los colaboradores diocesanos a quienes se someten a sus criterios y, obviamente, no aceptan a quienes tengan otra perspectiva y menos se provienen de una eclesiología de comunión y liberación.
El poder posee a quien lo ostenta y a quien es servil y funcional.
No es una opción
“Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud (Mc. 10, 43-45)
Las palabras que el evangelista Marcos menciona son contundentes: el poder no tiene lugar en la fe cristiana. Y el Servicio no es una opción porque es la identidad de quienes decimos seguir al Nazareno.
El servicio es liberador
Paradoja existencial. El poder exige pruebas de fidelidad. El servicio hace personas libres y liberadoras, que se ponen al lado de los últimos, que miran como ellos para servir y ayuda a salir de la situación de la opresión.
El redentor se pone al servicio de la humanidad, no la humanidad a su servicio.
El servidor no quiere coronas, ni llaves, ni territorios, ni premios… sino que favorece la libertad, por eso, rescata (Is. 53, 10-11).
El servicio es carismático
Una de las acciones de los poderosos es poner nombre a obras: calles, edificios, monumentos, etc., incluso hasta otorgar premios a otros con su propio nombre como ha realizado algún Papa en el siglo pasado. Para los totalitarios el poder solo reivindica al líder o aquel que ostentan una delegación de él (fascismo, nazismo, franquismo, stalinismo, etc.)
En la vida de fe, podemos contemplar todo lo contrario al poder. En el libro de los Hechos de los Apóstoles los nombres pasan, quedan las personas y aquel que está de inicio a fin: el Espíritu Santo. Las comunidades carismáticas no alagan a Pedro, Pablo, a los Doce, Santiago, etc., sino que buscan y establecen ministerios ordenados a las personas y no personas ordenadas a una función…
“Todo bautizado ha recibido el don del espíritu y es miembro del cuerpo del Señor… No hay ningún creyente que no sea receptor de algún don del Espíritu. En ese sentido, todos son carismáticos” (Lona, Horacio E., 2018), porque todos en la comunidad de fe estamos orientados hacia los demás, no a cuidar las estructuras o a quienes ostentan alguna función.
Servicio: teología de la fraternidad
La fraternidad y la comunión muchas veces generan un brete con el poder. Jesús tenía una relación conflictiva pero adulta, porque buscaba el bien común. No se aferraba ciegamente a la letra de una norma, dado que la infringía cuando el bien del ser humano estaba en riesgo (Jn. 5, 18). Y otra dificultad es con quienes se creían dueños de la Ley, ante ellos se presenta como un igual. Es decir, no concibe el poder como una superioridad en dignidad, sino como una función, no como una separación de casta o de especial consagración alejados de los demás. Quienes ejercen el poder se ven amenazados por la predicación del Nazareno porque quiere romper con la lógica del mando – obediencia y con esas ideologizaciones religiosas que encapsulan a Dios en sus propios criterios como si Él sólo actuara por los parámetros que ellos dicen (Curia, Christian, 2018, pág. 62).
Sinodalidad: un desafío al poder
La identidad de la fe cristiana es sinodal. Desde sus orígenes en las asambleas la comunidad de fe fue encontrando las inspiraciones del Espíritu para comprenderse servidora de Dios y de la humanidad. Cuando surgieron conflictos la manera eclesial de resolverlos fue por medio de Concilios (Jerusalén). Los universales son 21 entre ellos: Nicea, Constantinopla, Éfeso, Letrán, Trento, Vaticano I… y cuando ella necesitó volver a pasar por el corazón su identidad vinieron Juan XXIII y Pablo VI para celebrar el Concilio Vaticano II, que luego honrara Juan Pablo I al elegir esos nombres:
Después vino la cuestión del nombre, porque preguntan también qué nombre se quiere tomar, y yo había pensado poco en ello. Hice este razonamiento: el Papa Juan quiso consagrarme él personalmente aquí, en la basílica de San Pedro. Después, aunque indignamente, en Venecia le he sucedido en la cátedra de San Marcos, en esa Venecia que todavía está completamente llena del Papa Juan. Lo recuerdan los gondoleros, las religiosas, todos. Pero el Papa Pablo, no sólo me ha hecho cardenal, sino que algunos meses antes, sobre el estrado de la plaza de San Marcos, me hizo poner completamente colorado ante veinte mil personas, porque se quitó la estola y me la puso sobre los hombros. Jamás me he puesto tan rojo. Por otra parte, en quince años de pontificado, este Papa ha demostrado, no sólo a mí, sino a todo el mundo, cómo se ama, cómo se sirve y cómo se trabaja y se sufre por la Iglesia de Cristo. Por estas razones dije: me llamaré Juan Pablo. Entendámonos, yo no tengo la sapientia cordis del Papa Juan, ni tampoco la preparación y la cultura del Papa Pablo, pero estoy en su puesto, debo tratar de servir a la Iglesia. Espero que me ayudaréis con vuestras plegarias (Juan Pablo I – Angelus 27/08, 1978)
La iglesia como modelo conciliar/sinodal rompe la lógica del poder… y vuelve a la propuesta de Jesús… pero, la conciliaridad/sinodalidad no es una moda o un discurso de época. Es la esencia de la Iglesia.
En lo personal, me uno a la plegaria comunitaria por el Sínodo de la Sinodalidad… sabiendo que eso será posible si cambiamos la estructura monárquica. Mientras ello perdure, la conciliaridad/sinodalidad corre el riesgo de ser solo una ilusión o moda de vocabulario eclesiástico.
Plegaria
Compartimos parte de una plegaria Eucarística:
“(Padre) que todos los miembros de la Iglesia sepamos discernir los signos de los tiempos y nos consagremos plenamente al servicio del Evangelio.
Concédenos estar atentos a las necesidades de todos los seres humanos, para que participando de sus penas y angustias, alegrías y esperanzas les mostremos fielmente el camino de la salvación y con ellos avancemos en el camino de tu Reino” (CEA, Misal Romano Cotidiano, 2011, pág. 971)
Felices desde la Pascua de la Vida Nueva…
Bibliografía
CEA, Misal Romano Cotidiano. (2011). ‘Misal Romano Cotidiano’. Buenos Aires: Oficina del Libro.
Curia, Christian. (2018). ‘La #vida nos da #señales’. Buenos Aires: PPC.
Juan Pablo I – Angelus 27/08. (27 de Agosto de 1978).
Lona, Horacio E. (2018). ‘Servidores de la Nueva Alianza’. C.A.B.A: PPC.
Tolkien, J. R. R . (2017). ‘El Señor de los anillos. I. La comunidad del anillo’. Buenos Aires: Minotauro.