Tribuna

Está y… multiplica la sonrisa

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“Que se escuche un grito con tanta esperanza, es tan importante calmar el dolor. Que lo más sagrado sacuda tus miedos, miremos al cielo, quiero verlos sonreír” (Sosa, Patricia – Despierta el mundo, 2007)



La vida es portadora de señales. Hay vivencias que nos golpean, nos dejan sin palabras, como girando en falso porque no comprendemos lo vivido. Y hay otras que hacen más ameno todo provocando que la vida multiplique la alegría y la sonrisa.

En el XXX Domingo de la vida pública hay situaciones vitales que hacen sonreír, gritar de alegría, cantar jubilosos con rostros alegres y “desbordantes de sonrisas”, y también vivencias que claman la acción de Dios, que es la salvación.

Grito jubiloso

Porque así habla el Señor: ¡Griten jubilosos por Jacob, aclamen a la primera de las naciones! Háganse oír, alaben y digan: ¡El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel! (Jer. 31, 7)

Pareciera que, el pueblo liberado del exilio con la posibilidad de volver a Palestina, es invitado por el mismo a Dios a prorrumpir con gritos jubilosos porque la salvación es un don y realidad.

Don porque es la acción de Yahweh.

Realidad porque hay un pueblo redimido, liberado, salvado, que goza de los dones recibidos… ¡Exclama a los gritos esa alegría! ¡Y se le nota en la cara, en las melodías, en la fraternidad, en la libertad, en vivir la cotidiana concomitancia de un Dios que está junto a las personas y que todas son recibidas e invitadas a caminar junto al Dios de la alegría! Y si hay alguna duda, en el texto de Jeremías se puede leer que: “hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y parturientas: ¡es una gran asamblea la que vuelve aquí! Habían partido llorando, pero yo los traigo llenos de consuelo; los conduciré a los torrentes de agua por un camino llano, donde ellos no tropezarán” (31, 7-9).

Quizás, y solo quizás, si en nuestros templos o acciones pastorales todavía la alegría no es vivida como un don teologal, es porque seguimos con el paradigma “egocéntrico adanista” porque nos ponemos en el centro y para colmo miramos el pecado como algo más importante que la misma gracia o acción de Dios. O quizás sea porque aún nos falta creer que Dios es alegre.

Alegría del Pueblo, alegría de Dios

“¡Grandes cosas, hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría!” (Sal. 126/125, 3).

El salmista nos introduce en una característica de este Dios que multiplica sonrisas. Este cántico se ubica al final del exilio cuando Ciro llamado el Grande, en el año 538 a.C., decretó la finalización del destierro en Babilonia del Pueblo de Israel. ¡Es una decisión ajena a la práctica religiosa! Aquella situación provocó una explosión de la alegría y esperanza, porque la suerte y el destino habían cambiado. Ahora podían regresar a la tierra de los ancestros y de la promesa, al lugar de la heredad del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, al terruño que mana leche y miel…

Frente a esa experiencia liberadora el espíritu y la fuerza de las personas cambian, y se hacen perceptible por la sonrisa y la canción gozosa. En esta alegría se hace evidente una acción de Dios: alegrar a un pueblo exiliado y sin esperanza.

El Dios de la Alianza es aquel que hace vivir alegremente a comunidades que las quiere libres y liberadoras.

Si por algún motivo, las religiones que dicen seguir a un Dios alegre, aún no se hace evidente la sonrisa de la liberación, es porque seguimos encerrados en nuestros propios exilios y prohibiciones, en nuestros esquemas en donde la divinidad actúa donde nosotros le decimos que lo haga y no somos capaces de contemplar que fuera de la religión hay salvación.

El Dios que escucha los gritos y clamores

Tanto en la primera lectura y el evangelio hay una experiencia cotidiana: el grito.

En el texto de Jeremías como invitación por la acción de Dios. En el evangelio Marcos presenta a un mendigo y ciego que al escuchar a la multitud y reconocer que allí está Jesús, se pone a “los gritos” para ser oído.

Y podemos contemplar que hay un Dios oyente del clamor de quienes están desposeídos y marginados.

Un Dios que escucha, llama, convoca, dialoga, a una persona que no era del grupo que lo venía acompañando… porque fuera de una religión hay salvación, porque la acción de Dios no tiene el límite de una estructura o asamblea.

Un Dios gracioso

La revelación garantiza y certifica que Dios es gracioso. Al ser un regalo es una entrega generosa y transformadora. La gracia, por un lado, hace patente la presencia de Dios en la vida y la realidad. Y, por otro lado, la suscita. Al ser una situación actuante, genera personas graciosas que contagian con alegría su cercanía. La primera graciosidad, es la del mismo Dios, que, movido por amor, provoca “gracia” en otros seres y enriquece a cada uno (Aquino, Tomás de – STh I – II, 1998)(q. 110, a 1).

La graciosidad de Dios es receptividad, porque puede ser recibido por otras personas, incluso por aquellos que no forman parte de un determinado grupo o religión (Ciro y el mendigo ciego). La gracia implica que los vinculados se comuniquen mutuamente y vivan un nuevo modo de ser: ¡Nuestras bocas se llenan de alegría y de sonrisas!

Comunidades Graciosas y alegres

Ser graciosos proviene de vivir en, desde y con la gracia… no somos sus dueños. Para ello nos parece oportuno recordar que la gracia embellece, ennoblece de manera gratuita, hace vivir alegremente y la alegría es la expresión cotidiana de leste regalo.

Para ello necesitamos ser ‘Un poco de aire fresco’, para ”sacar el polvo imperial que había en la Iglesia desde Constantino hasta nuestros días” (Casiello, Beatriz, 1986, pág. 15). Necesitamos dejar de lado el lenguaje y las convicciones inspiradas en el deber y el cumplir. Esto es consecuencia, no premisa. No se es buen cristiano por cumplir determinados ritos, ejercicios espirituales, principios morales, etc., sino por descubrir a Dios que está y se manifiesta de múltiples maneras y por los gritos humanos… Lo dicho anteriormente, está basado en la experiencia del Evangelio y en la vida de los santos, pero también en una acertadísima crítica de Friedreich Nietzche cuando afirmó: “¡Me tendrían que cantar mejores cantos para que yo crea en su salvador! Sus discípulos tendrían que tener más aire de salvados” También Francis Jeason comenta: “Si reprocho algo a los cristianos es respecto a lo positivo que poseen. Cuando se es portador del mensaje de Cristo, esto tendría que traducirse en una explosión de alegría. Ahora bien, esto no se ve” (Van Hoomissen, Georges, 1990, pág. 1).

No hace falta ser un erudito para darse cuenta de esta realidad. Por eso, dejando entrar un poco de aire fresco, el diario vivir se transformará en el tiempo del amor que conduce a la alegría de la fe (Curia, Christian, 2008) y podremos cantar con el salmista ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! (Sal. 126/125, 3)

Los Amigos De Jesus

Salvación… aquí y ahora

Al meditar estos textos del XXX° Domingo de la vida pública, hay una dimensión que nos deja rumiando: una relación entre salvación, liberación, acción teándrica (divina-humana).

La vuelta del exilio la acción de Dios es vista en una gestión humana (Ciro).

En el salmo se reitera que grandes cosas hizo el Señor y estamos desbordantes de alegría, nuestras bocas se llenaron de risas.

En el Evangelio, una persona excluida grita, se lo integra, pide, recibe y continúa con el seguimiento.

Nos parece atrayente contemplar una salvación que no es “futurista”, intimista o evasiva… la salvación se presenta como algo que actúa en la historia, en la existencia, y que presupone una predisposición para buscarla, recibirla y compartirla…

Muchas veces, considerarse administradores de la gracia y salvación, puede llevarnos a creer que es algo mágico…y evidentemente, el ofrecimiento de Jesús es una unión entre la propuesta divina, búsqueda humana y realización histórica.

Esta dinámica de “aquí y ahora” es un gozo anticipado de la fiesta futura.

Testimonio de liberación y salvación

El día 22/10/2024 celebra su pascua uno de los grandes teólogos y llamado Padre de la Teología de la Liberación: Gustavo Gutiérrez. Entre sus datos destacamos: “Estudió teología en Bélgica y Francia de la mano de grandes maestros como Henri de Lubac, Yves Congar, Marie Dominique Chenu, Christian Ducoq y varios más que eran miembros de las escuelas de Le Souchoir (dominica) y Fourvière” (Morillo, Angel Alberto, 2024). Su vida es un testimonio elocuente de unión entre liberación y salvación que se realiza en el aquí y ahora de nuestra historia inspirado en el Evangelio, el Concilio Vaticano II y la gran conferencia de CELAM de Medellín de 1968. Y fue criticado por el “largo invierno eclesial” que predominó desde fines de 1978 hasta 2013.

Plegaria

Trinidad Santa, que nos invitas a la fiesta y a celebrar la vida te damos gracias:
porque has cambiado nuestra suerte cuando hicieron grandes cosas por nosotros,
por medio del amor recibido que nos sacaron del valle de lágrimas para llevarnos a un valle de flores desbordantes en perfumes y colores, donde las espinas están, pero no son el centro del paisaje, donde hay sombras, pero predomina la luz,
porque somos tu alegría,
porque afirmas tu confianza en nuestra capacidad de integrar a las personas y favorecer su liberación,
porque tantas personas en sus culturas y vidas nos ayudan a conocerte y descubrirte. 

Espíritu del agasajo, te damos gracias por la vida de Gustavo Gutiérrez, hermano nuestro y servidor humilde de los pobres que buscó y nos hizo resonar la liberación como signo elocuente de tu salvación. Te pedimos que este testimonio nos impulse a ser comunidades graciosas que proclaman a viva voz la acción de Dios en lo cotidiano y a gritar toda situación que excluya o conculque la dignidad humana.

Querido hermano Gustavo, tu fe y libertad, te han salvado y han liberado a muchas personas, entra a gozar del Reino que tanto anunciaste y viviste.

Felices desde la Pascua de la Vida Nueva…

Bibliografía

Aquino, Tomás de – STh I – II. (1998). ‘Suma Teológica’. Buenos Aires: BAC.
Casiello, Beatriz. (1986). ‘Metodología Catequística’. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Guadalupe.
CEA, Misal Romano Cotidiano. (2011). ‘Misal Romano Cotidiano’. Buenos Aires: Oficina del Libro.
Curia, Christian. (2008). ‘Un poco de aire fresco. Bases para la espiritualidad del Catequista’. Buenos Aires: Claretiana.
Morillo, Ángel Alberto. (2024).
Van Hoomissen, Georges. (1990). ‘Elogié la alegría’. Lomas de Zamora: La Semilla.