Somos tantos, somos libres, somos santos y con ganas de soñar. (Sosa, Patricia – Despierta el mundo, 2007)
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Continuamos “Haciendo eco” (Catequesis) sobre la santidad como presencia, acción y participación en el Misterio de la Trinidad (Curia, Christian, 2023)
Cuando realizamos alguna actividad o proyecto escucharemos todo tipo de comentarios y de sugerencias. Tanto sea políticamente correctas como aquellas que salen de las entrañas y nos dicen expresiones que solo son comprendidas desde el cariño y el afecto de quienes lo dicen. Es muy probable que una de las afirmaciones esté asociada a la locura: “Es una locura”, “estás loco”, etc. Es evidente que cuando lo proyectado o propuesto no cuadra con lo habitual ni con los prototipos establecidos viene el conflicto con “esto siempre se hizo de esta manera”.
Locura santa
La santidad como propuesta y existencia que brota de Dios, está asociada a una locura que supera toda sabiduría y criterios considerados “normales”. El apego a palabas convencionales nos hace perder de vista perspectivas que se infieren de esos vocablos: ¿qué es normal? Pareciera que es la rutina que nos aburre y que necesitamos “romper” cada tanto para que la monotonía no nos abrume. Es como si se entendiera aquello a lo que nos acostumbramos y brinda ciertas seguridades a quienes están dentro de ese esquema y los que no lo están serían molestias o “anormales”.
Es en esos momentos donde emergen personas que, contemplando lo que vivimos y hasta inspirados por la misma realidad como signo de los tiempos, son capaces de comenzar a provocar nuestros esquemas establecidos. Le pasó a Jesús cuando lo consideraban un “loco” o exaltado (Mc. 3, 21), porque el Reino de Dios y el Dios del Reino no cuadran con la lógica comerciante ni con la perspectiva de amigo-enemigo. Para el Abba/Imma toda persona es hija, por lo tanto, hermana. Vivir y contemplar la santidad como presencia, acción, participación y don de la Trinidad, también puede traer ese mote a quien lo predique, porque lamentablemente, hemos cosificado la gracia y la santidad a “unos pocos” o a “aquellos que aprueban con dos milagros”.
Signo Santo
El signo tiene como finalidad manifestar una realidad que no le es propia, sino otorgada por un grupo, comunidad, sociedad, etc., y tiene que ver con determinadas culturas. Jesús predica el Reino y al Abba/Imma con signos de su cultura (pastor, luz, grano de mostaza, tesoro, vid, pan, vino, etc). Otra característica es que los signos no son fines en si mismos, sino medios. La fe de la Iglesia profesa que los Sacramentos son justamente “signos sensibles y eficaces de la gracia” no son la gracia en sí misma, porque ella es el amor gratuito y generoso de Dios. Con Tomás de Aquino, podemos contemplar en ellos un triple “significante” (Aquino, Tomás de – STh III, 1998) (q60, a3 c):
- Evocativos porque “rememora lo sucedido”, recuerda lo ya realizado por la acción de Dios.
- Demostrativo dado que revela en el presente aquello que fue evocado.
- Pre-gustativo ya que anticipa la plenitud de lo evocado.
El don de la santidad: recuerda la acción de Dios en la historia, se manifiesta en nuestra realidad y pregustamos nuestro goce definitivo desde la liberación y salvación en la mesa pascual del Reino, en la mesa compartida del Dios del Reino.
Una catequesis es santa porque catequistas santos (laicos, clero y religiosos) la viven como un “proceso de crecimiento y maduración de la fe en un contexto comunitario eclesial para encontrarle el sentido a la vida” (CEA – JEP, 1988) y no como un “recibir” un premio.
Profecía Santa
En esa dinámica de locura juegan un rol muy importante los profetas. Según León Dufour este vocablo tiene origen en la palabra hebrea “nabi” que podría ser entendida como aquella persona que declama en nombre de Dios (1 Sam. 9, 8 – 10). También indicaría que son quienes están animados, inspirados, convocados, poseídos por su Espíritu (1 Sam. 10, 6 – 7; Miq. 3, 8; Jl, 3, 1; Ez. 11, 1 – 5). Ellos son parte de la comunidad y están al servicio para poder discernir los deseos de Dios y la realización plena de los demás, por eso, son considerados “una institución como la realeza o el sacerdocio: Israel puede procurarse un rey (Deut. 17,14s), pero no un profeta; éste es puro don de Dios, objeto de promesa (Deut. 18,14-19), pero otorgado libremente” (Dufour, León, 2005, págs. 640 – 649).
En el NT se suele hacer referencia a las personas que están bajo la acción del Espíritu Santo, porque ser profeta es un don que proviene de él (1ª Cor. 12, 8 – 11). Este regalo es para la edificación y dinámica de la comunidad (1ª Cor. 14).
En el evangelio según Marcos se nos presenta a Juan el Bautista, vestido como profeta (Mc. 1, 6). Estar cubierto con piel de oveja o cabra pareciera ser la característica visible del ser profeta. Algunos afirman que esto se debe a la crítica que se hace al lujo de la civilización (Balz, Horts & Schneider, Gerhad, 2002, pág. 274).
Comúnmente se presenta a este ministerio con algunas características tales como:
- Signo de revelación y alianza: Dios habla por medio de nosotros (2ª Ped. 1, 21). Somos los encargados de sostener la fidelidad al Pacto realizado con Él(Dufour, León, 2005, pág. 643).
- Signo de intercesión: elevamos plegarias por el pueblo (Is 37,4; Jer 7,17; 10,23s; Ez 22,30)
- Signo de aggiornamento o actualización: no buscamos volver a un pasado, sino a “pasar por el corazón la fidelidad de Dios” y así responder al momento que nos toca vivir (Dufour, León, 2005, pág. 644).
- Signo de dar vida: Jesús es presentado como el que da vida y en abundancia (Jn. 10, 10). El Paráclito es el “dador de Vida” (Credo Niceno – Constantinopolitano).
- Signo de comunión: porque somos parte del mundo, de la ekklesia y buscamos el progreso de la comunidad, del barrio, del pueblo en el que vivimos.
- Signo de contradicción: porque estamos sostenidos por el Espíritu y porque seguimos a Jesús que es “escándalo y locura” (1ª Cor 1, 23 – 24. Mc. 6, 6).
- Signo de inclusión y liberación: porque inspirados en Jesús, promovemos una comunidad en la que todos sean parte y en la que no se excluya a nadie, una comunidad que suscita y busca el bien común optando por los más débiles y sufrientes, comprendiendo la vida desde la perspectiva del oprimido (Boff, Leonardo, 1991, pág. 124).
- Signo de Fidelidad: porque recordamos que Dios es fiel y exhortamos a vivir desde esta Alianza, por lo tanto, tendremos la misión de denunciar la “idolatría” tanto sea política como religiosa, en la cual otro ser busca reemplazar al amor del Padre/Madre: “El fetichismo saca de quicio al profeta. Ese formalismo hueco, privado de toda sustancia, con el que tantos hombres vacíos colman el templo” (Kovadloff, Santiago, 2018, pág. 34).
- Signo de libertad: al denunciar la miseria del maniqueísmo, seremos alagados o apartados. En ambos casos se buscará adecuarnos a las estructuras o silenciarnos. Por eso, un gran profeta de nuestra época fallecido recientemente, afirmó: “Se siguió alabando a los profetas, pero la adhesión de su conducta fue más remisa. Se pretendió domesticar mediante la interpretación a estos grandes intrusos (outsiders) y antagonistas que se negaron a ser incluidos en ningún orden establecido” (Küng, Hans, 1993, pág. 96).
La santidad nos exigirá vivir en plenitud el ser profetas con estas características que hemos mencionado y con otras que podemos seguir discerniendo:
“Los profetas se consideran a sí mismos como hombres situados de forma absolutamente personal ante Dios… Exhortaron y advirtieron, amenazaron con el ocaso de dos reinos, a Israel y a Judá; exigieron conversión, arremetieron contra el culto mundanizado y contra todos los cultos extranjeros; proclamaron una fe estrictamente monoteísta; siguieron la línea de dura crítica social contra la clase alta, cada vez más rica, y contra la casta de los grandes terratenientes… Son los grandes y radicales críticos de su tiempo” (Küng, Hans, 1993, pág. 96)
Plegaria
En esta oportunidad compartimos fragmentos de Plegarias Eucarísticas para Misa con Niños (están entre comillas) (CEA, Misal Romano Cotidiano, 2011, págs. 980, 994, 998) con algunas palabras nuestras que surgen de la meditación de estos hermosos textos litúrgicos:
Trinidad Santa, fuente de toda profecía,
“tu has querido que nos reuniéramos en tu presencia para celebrar una fiesta contigo, para alabarte y decirte lo mucho que te admiramos. Te alabamos por todas las cosas bellas que has hecho”, haces y harás en el mundo, “y por la alegría que has dado a nuestros corazones” que desbordan de sonrisas.
“Te alabamos por la luz del sol y por tu Palabra que ilumina nuestra vida. Te damos gracias por la tierra que nos has dado, por los seres humanos que la habitan y por habernos hecho el regalo de la vida. Tu nos amas, eres bueno y haces maravillas por nosotros”.
Te damos gracias, Abba/Imma, “Tu nos has creado para que podamos conocerte, amarte y vivir siempre contigo. Muchas veces has ofrecido tu amistad y por medio de los profetas nos has enseñado a esperar en tus promesas. Ellos son signos de Jesús, tu hijo y hermano nuestro, que nos “anunció la vida que viviremos junto a ti”
Te pedimos, que continuemos sonriendo como locos profetas santos que recuerdan, celebran y esperan la salvación ya presente.
Felices desde la Pascua de la Vida Nueva…
Bibliografía
Boff, Leonardo. (1991). ‘La nueva evangelización. Perspectiva de los oprimidos’. Madrid: Sal Terrae.
Aquino, Tomás de – STh III. (1998). Suma Teológica. Buenos Aires: BAC (Biblioteca de Autores Cristianos).
Balz, Horts & Schneider, Gerhad. (2002). ‘Diccionario exegético del Nuevo Testamento, Volumen II’. Salamanca: Sígueme.
CEA – JEP. (1988). ‘Juntos para una evangelización permanente’. Buenos Aires: Oficina del Libro.
CEA, Misal Romano Cotidiano. (2011). ‘Misal Romano Cotidiano’. Buenos Aires: Oficina del Libro.
Dufour, León. (2005). ‘Vocabulario de teología bíblico’. Barcelona: Herder.
Kovadloff, Santiago. (2018). ‘Locos de Dios. Huellas proféticas en el ideal de Justicia’. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Emecé.
Küng, Hans. (1993). ‘El judaísmo. Pasado, presente y futuro’. Madrid: Trotta.