Tribuna

¿Femeninas o feministas? El rol de la mujer en la patria naciente

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Le tenemos miedo a los términos feminista, sexo, ideología género y sus derivados. Tenemos que llamar a las cosas por su nombre. Creo que debemos abordarlos para sacar de lado el fantasma. Para ello me ayudaré de varios pensadores y de un documento publicado por la Conferencia Episcopal Argentina[1] .

En ese documento, acudiendo a la filosofía, la antropología y la medicina, dice que lo primero que tenemos que decir, es que se puede distinguir sin separar, el sexo biológico del papel sociocultural del sexo, es decir, del género. Sexo y género son realidades profundamente conectadas, pero no son exactamente lo mismo. La llamada “ideología de género” distingue sexo y género, sin embargo, los separa impidiendo la integración armónica de todos los aspectos de la persona humana.

Los estudios de género, la perspectiva de género puede ofrecer una herramienta de análisis que nos permita ver cómo se han vivido en las diversas culturas las diferencias sexuales entre varones y mujeres, e indagar si esta interpretación establece relaciones de poder y cómo las establece. No se vive igual la condición masculina o femenina hoy, que hace cien años. Ni es igual en Argentina que en el Tíbet. … En este sentido, “género” es una categoría útil de análisis cultural, un modo de comprender la realidad. Mirar la sociedad teniendo en cuenta los roles, las representaciones, los derechos y deberes de las personas de acuerdo a su género, es adoptar una perspectiva de género. Situación que es necesaria para ver que todas las personas sean tratadas, según su igual dignidad. Existe un riesgo: el riesgo de ciertas posturas ideológicas, que pretenden imponerse como un pensamiento único. Entre ellas la denominada “ideología de género”, donde el género es pensado como una actuación multivalente, fluida y autoconstruída independientemente de la biología, por lo que la identidad propia podría diseñarse de acuerdo al deseo autónomo de cada persona.

La Metafísica es tomada por la Antropología básica y dice que el ser, ontológicamente se manifiesta en una díada, masculino y femenino. El feminismo ¡otra mala palabra! Es inocentemente una doctrina[2] o un movimiento (de mujeres y varones), por el cual se busca igual dignidad en los diferentes estratos: social, cultural, político, religioso, para varones y mujeres. Pide para la mujer el reconocimiento de capacidades y derechos que tradicionalmente están reservados a los varones. Por eso detrás de una ideología debe un sustento antropológico, una visión de la persona humana que no sea sólo afectiva o genital.

Tanto el feminismo como el masculinismo y todas las ideologías pierden su esencia cuando consideran que su medio de visibilización es una lucha, una agresión despreciando totalmente a los que no son o piensan como ellos. Hay que proponer, analizar, disentir pero nunca agredir con la intención de hacer desaparecer al otro/a [3]. Aquí puede aplicarse lo de las hinchadas de fútbol, la pasión pasa a ser fanatismo, y los cantos y palabras agreden de tal modo al otro, diciéndole por ej. “no existís”. Y aquí mismo podemos ver que cada una de las hinchadas existen porque está la otra, si no existiera una tampoco la otra. ¡Y no existirían los memes o las publicaciones creativas de uno contra el otro!.Y se puede aplicar también a la díada de varón y mujer. Se trata de compartir y no de competir, se trata de apasionarse sin fanatizarse.

En la patria naciente

Ahora ya dadas las definiciones, paso al subnombre del artículo: El rol de la mujer en la patria naciente. Lo analizaré contextualmente[4] y eso nos dará una perspectiva de género.

Era época de brechas, de grietas: Buenos Aires con el interior, unitarios y federales, y dentro de los federales, los rosistas y antirrosistas. Por años se discutió el modo de gobierno usando a veces, más saña que la usada en las guerras de la Independencia. Siempre los argentinos fuimos intensos y apasionados y necesitados de un “otro” para sentir que existimos.

En el contexto social el protagonismo lo tenían los varones, quienes se desempeñaban puertas afuera de la casa. Los estratos se determinaban por la piedad, la fortuna y la distinción del apellido. Eran frecuentes las tertulias y veladas en casas de familia en donde se debatía de política y se daba cuenta de las nuevas ideas que llegaban de Europa con intervención predominante de hombres; las mujeres solían estar presentes pero en un rol secundario y pasivo. La mujer, si bien no aparecía como protagonista directa, ocupaba importantes espacios puertas adentro como anfitriona de la casa, animadora de actos religiosos, transmisora de las costumbres y normas morales de la familia y de la época. Eran educadas en el seno de la familia para ser esposas y madres. Nulo era su protagonismo en asuntos políticos y militares, tan frecuentes en esa época. El sometimiento a los dictámenes sociales y masculinos era parte de la cultura, el no hablar en público, no dirigirse a las autoridades, no desarrollar otra actividad fuera de las domésticas no era mal visto, como sí lo era en caso contrario constituyendo una transgresión.

El sustantivo mujer se aplicaba a las mulatas, las de piel negra, las sirvientas, las prostitutas. En cambio las de abolengo, apellido, esposo o fortuna, solteras o no eran llamadas señoras. Esta distinción tan marcada entre sexos acentuó el machismo y la división de los “tipos” de mujeres; por un lado las “casadas, casaderas o intocables”, es decir las señoras, y por otros las mujeres o compañías ocasionales y permisivas frecuentadas para “divertirse”.

Feminismo

El contexto educativo era también cosa de varones, no existía la educación formal para mujeres. De la Universidad de Córdoba, creada por los jesuitas, egresaban los doctores. Los jesuitas, los franciscanos, los dominicos, no sólo desarrollaron una actividad evangelizadora, sino también educativa. Los jesuitas fueron expulsados por Carlos III y después por Rosas porque pensaban y hacían pensar distinto. Para los tiranos y los dictadores siempre es peligroso un pueblo que piensa en libertad.

Algunas mujeres de clase alta recibían una educación rudimentaria, algo de cálculo y leer y escribir. La ciencia aseguraba la inferioridad de algunas poblaciones de determinados rasgos, que incluía a la mujer, catalogada como débil y menos inteligente. Los varones fueron indicados como fuertes e inteligentes, idóneos para liderar y gobernar en todos los sentidos.

En el contexto religioso, de acuerdo a lo dicho tuvieron gran protagonismo las órdenes religiosas, aunque la Iglesia se relajó debido a que al no ser el país reconocido por el Vaticano, no nombraba obispos. La Virgen María, madre de Cristo y de los cristianos, era invocada por los héroes en las batallas llamándola más como Virgen que como madre y sin considerar en su figura, aquel atributo por el cual puede la mujer dar de comer a su hijo y es lo primero de lo que nos alimentamos todos. Su atributo virginal no lo permite.

En la parte económica también se daba una brecha entre la opulenta Buenos Aires con el puerto y el interior condenado a los vaivenes  económicos de las guerras internas y a una producción casera. Por ej. Córdoba “fabricaba” los medios de transporte de la época: las mulas y los bueyes. Un viaje desde esta provincia a Buenos Aires podía durar semanas con el peligro de los malones y los salteadores. Entre nosotros, los piquetes siempre existieron…

Mirando este contexto de patria naciente con perspectiva de género y detrás de los paradigmas del rol pasivo de la mujer, era necesario un movimiento o una persona feminista que igualara las oportunidades entre varones y mujeres… ¡y los hubo! Y sobre todo se destacó una mujer cordobesa: Catalina de María Rodríguez, mi fundadora.

Madre Catalina

A través de ella, pasamos ahora a la segunda parte: el rol de la mujer. Catalina (1823-1896) nació en una familia renombrada en todo sentido, su padre fue secretario de los dos primeros gobernadores de Córdoba, su primo fue el presidente Santiago Derqui, sólo por nombrar algunos varones de los muchos destacados que tuvo la familia. A los 17 años hizo sus primeros ejercicios espirituales y sintió el deseo de consagrase a Dios, como los jesuitas pero en mujer[5] . Dio con el obstáculo de que en Argentina y sus alrededores, solo había Monasterios femeninos de clausura y según sus palabras “no tenía espíritu para esos conventos”. Pasó el tiempo, se dedicó a ayudar la obra de los Ejercicios Espirituales y a los 27 años se casó con el Coronel Manuel Zavalía, un viudo que tenía dos hijos. Tuvo una hija que se le murió al nacer. En 1865, 13 años después, enviuda y renace con fuerza su primera vocación. Le preocupa que ediliciamente a Córdoba le hiciera falta una Casa de Ejercicios y para eso piensa en SU terreno, pero lo que la conmueve y la saca de ella misma es la situación precaria que vivían las mujeres de la época, piensa para ellas un plan de vida. Plan en el que involucra su propia vida. Ella Señora de la sociedad busca visibilizar, educar, atender, proteger a las mujeres siendo una con ellas. Para eso invita a otras señoras y 7 años después, pasando por una gran cantidad de obstáculos, funda la primera congregación femenina de vida apostólica, Las hermanas Esclavas del Corazón de Jesús. Pone a la mujer en la calle y con esto vence varios paradigmas. A Catalina, señora de la época, le preocupan la suerte de las mujeres que tienen esa vida indigna no por opción sino por necesidad y propone que las señoras sean instrumentos de Dios para que esas mujeres salgan de la situación que no han elegido, catequizándolas, enseñándoles a trabajar, viviendo con ellas.

En suma, aunque era una mujer de una familia destacada era una más de su época, cuasi analfabeta y destinada a un rol pasivo puertas adentro. Eso no contó a la hora de transgredir, de ir más allá de sus límites y de los paradigmas sociales. Y aunque la pensemos religiosa, murió a los 72 años de los cuales, 49 fue laica por lo que es modelo para todos.

Salió de su confort, de su apellido, de su comodidad, fue al encuentro del otro. Su transgresión tuvo un por qué y un por quién, fue una apasionada, no una fanática. Apasionada por el bien de la Humanidad y por el amor del Corazón de Jesús. Sus transgresiones no fueron movidas por el nombre de una calle, de un monumento, por seguidores en Twitter, por las visitas de face book. Fue una feminista.

Fue feminista porque puso su mirada en las mujeres, a quien nadie miraba y buscó desde ella misma darles el lugar que debían tener en complemento con el varón.

Algunas de sus acciones “feministas” fueron[6]:

  • Dirigirse a las autoridades. Su marido y otros políticos fue preso injustamente, en épocas donde no había Código Civil y fusilar al amanecer era lo corriente. Catalina le escribe con las demás esposa al Gobernador Fragueiro y le pide la libertad “en nombre de la Humanidad y la Civilización”. También se encarga que el diario de la época limpie el nombre de su esposo y su familia.
  • Mujer en salida. No acepta para ella el modo contemplativo de vida religiosa y al no haber modos apostólicos, funda una congregación con ese estilo.
  • Dejó de ser señora, deja su confort para ser y asistir a la mujer. Inicia un nuevo estilo de consagración, después de ella surgieron como en cascada varias congregaciones más del estilo. Abrió caminos no transitados.
  • Educación para mujeres. Funda colegios en todo el país para la educación femenina. También funda casas de ejercicios para evangelizarlas y hogares para contenerlas. ¡todo un programa de vida! Para esto recorrió 46.000 (sí, cuarenta y seis mil) km, una verdadera misionera si consideramos que la circunferencia del Ecuador tiene 40.000. Todo en los precarios medios de transporte que había en la época.
  • Siendo viuda (léase no virgen) hace voto de castidad, con el argumento de que no importa el cuerpo sino la bondad del corazón. Las monjas Catalinas tenían como protocolo no admitir “ejemplar” viuda. Ella abre otro camino con un gran argumento.
  • Trabaja a la par de José Gabriel Brochero. El Cura, funda una Casa de Ejercicios y una Colegio de niñas en el valle de Traslasierra en Córdoba y le pide a Catalina que se haga cargo de ambos. Y allá van, 16 hermanas a caballo cruzando las montañas, a instalarse en un lugar agreste e incomunicado. Catalina incluye, trabaja con los varones y Brochero trabaja con y para las mujeres. Ambos son modelos de feminismo[7]. Se complementan sin competir. Se apasionan sin fanatizarse.
  • Destaca el valor y el cuidado del cuerpo en épocas en que se lo menospreciaba, porque se decía que con el cuerpo se pecaba.

Hay muchos ejemplos más, la vida de Catalina es impresionante. Y yo como su hija no dejo de admirarla y quererla cada día más ¡ojalá pueda imitarla!

Ahora viene la última parte que creo, está contestada las mujeres del siglo 19, Catalina, eran  ¿femeninas o feministas? Mujeres silenciadas pero no silenciosas.

Distintas opiniones sobre las mujeres

Como venimos hablando de historia, pondré ejemplos de lo que pensaban varones conocidos, creyentes, agnósticos y ateos sobre la mujer de aquellas épocas.

El historiador Félix Luna dice que hay que animarse a contar la historia entera, con la presencia de mujeres olvidadas, ocultas, escondidas.

Juan Pablo II en un documento expresó que la historia tiene una deuda enorme con la mujer, ya que la construyó a la par de los varones en condiciones mucho más adversas

Y Martín Fierro, personaje insigne de nuestra cultura deja palabras para recordar siempre:

Para servir a un desgraciado pronta la mujer está;
cuando en su camino va no hay peligro que le asuste;
ni hay una a quien no le guste una obra de caridad.

No se hallará una mujer  a la que esto no le cuadre;
yo alabo al Eterno Padre, no porque las hizo bellas,
sino porque a todas ellas les dio corazón de madre.

Es piadosa y diligente y sufrida en los trabajos;
tal vez su valor rebajo aunque la estimo bastante.

Me quedo con el último renglón, en perspectiva de género, Martín Fierro, ese gaucho tan masculino, es feminista cuando dice “tal vez su valor rebajo”. Reconoce que la mujer no ocupa los espacios que debe tener …“su valor rebajo”…muestra el valor socio cultural del sexo.

¿Qué pasó entonces? Había paradigmas, el “siempre se hizo así”, minusvaloración de la mujer por parte de los varones y de las mujeres mismas. No olvidemos que a los varones los engendraron y criaron mujeres. Cuestionarse desde el feminismo es también, asumir otras discriminaciones como las discapacidades físicas, los ancianos, los pobres.

Siguiendo con los pensadores varones, el rabino Marcelo Polakoff, dice que el feminismo es la lucha por la equidad, la justicia social y los derechos humanos (aplicable a otros estratos). El extremo de una minoría desdibuja las causas con fanatismos estériles que cortan el diálogo. A nadie le es ajeno que grupos fanatizados de mujeres agredieron imágenes de la Virgen María, sin darse cuenta que fue tan mujer como ellas. Allí estuvieron los musulmanes y los judíos reparando esas imágenes. Una causa nunca es justa si su método es violento.

El escritor peruano Vargas Llosa piensa que la igualdad y la lucha feminista no deben ser por una simetría, por una conquista cuántica, sino por una sabiduría intelectual y ética. Y aquí pongo ejemplos de que en muchas ocasiones para “llenar” las listas con paridad de sexo, por ej. para legisladores se llama a quien pone el dinero, a la que grita más fuerte sin considerar esta brújula tan importante que propone Vargas Llosa: la sabiduría intelectual y ética. Quizás así habría más mujeres que varones sin necesidad de andar buscando el 50 y 50 %.

Martín Caparrós se suma a estos pensares y agrega que el feminismo se pervierte si opta por una línea fanática e intransigente. Se reemplaza el afán de justicia por el resentimiento y la frustración. Resentimiento y frustración, ejemplos sobran…

El gran ensayista Ernesto Sábato coincide con el Martín Fierro y con varios en que la mujer tiene como atributo básico la protección.

El feminismo, también es fruto de que las mujeres han experimentado una contradicción vivencial, intelectual e institucional. Y aquí les abro mi corazón: yo tengo una contradicción institucional con mi madre Iglesia y el rol de la mujer. Porque amo a mi madre iglesia a quien le debo la fe, también me animo a decir sus debilidades. Respecto al rol de la Mujer se habla mucho y se dice poco. En los primeros tiempos de la Iglesia había diaconisas[8], después ya no…Cuando se copió la estructura de la Iglesia de las cortes reales empezó a reinar el clericalismo y el masculinismo ¿hasta hoy?

Yo pertenezco a la Diócesis de Cruz del Eje, tengo un obispo a quien conozco desde que era diácono y yo una chica de grupo juvenil, es el padre Ricardo Araya, hombre de escucha y de ideas abiertas. En la semana santa me instalo en un pueblito, el último del límite sur de la diócesis, y allí “hago de diaconisa”. Realizo todas las celebraciones, lavatorio de pies, veneración de la cruz, visita con comunión y bendición a los enfermos, rosario en el cementerio, predicaciones, celebración de la palabra y de la Pascua… Pero por esas cosas del derecho canónico, “hago pero no puedo ser”. Eso le digo a mi obispo que me mira y se ríe. Y es aquí cuando en mi corazón hay una contradicción institucional ¿Porque soy mujer no puedo ser?. Sin hacer autobombo tengo, gracias a mi familia religiosa, una formación importante en teología y en comunicación con excelentes profesores; quizás mejor que varios varones diáconos a los cuales hay que soportar (también a sacerdotes) prédicas desde un espacio doctrinal y aburrido.

¿Qué valoro de los pasos lentos que va dando la Iglesia respecto a las  mujeres? que se las considera a nivel pensamiento y opinión y que algo impensado: le puedo decir a mi obispo y a otros más ¡ordename de diaconisa! Y que puedo exponer, lo que pienso en esta columna y en diferentes conferencias con aprobación del público y sin censura previa. Caminos que me abrió mi madre Catalina

MadreCatalina

¿Qué dice Catalina con su vida? Fue feminista…se conmovió por las mujeres de su época sin autoreferencia, sino movida por su pasión, pasión por la humanidad y por el corazón de Jesús. Defendió los derechos de las mujeres incursionó en espacios que estaban vedados a la mujer: ser como los jesuitas pero en mujer…lo hizo desde su ser de mujer…conmoviéndose y empatizando con ellas, buscando un mejor camino, mostrándolas cuando nadie quería verlas.

Ya concluyendo, quiero dejar una conclusión: para ser feminista hay que ser femenina, hay que ser mujer y para ser mujer debe haber varones. Para que haya feminismo debe haber un masculinismo. Incluyéndonos, complementándonos. Los varones nos dan identidad, del mismo modo que nosotras le damos identidad a los varones. Con acento de hinchada digo que, sin los varones no existiríamos.

¡Ánimo! No es pecado hablar de feminismo, de género, de perspectiva de género. Es más bien una reflexión que nos debemos.

 

[1] Comisión Episcopal de Laicos y Familia, Comisión Episcopal de Catequesis, Comisión Episcopal de Pastoral de la Salud, Bs As, 26/10/2018.
[2] Diccionario de la RAE.
[3] Pensemos aquí en la cantidad de femicidios que buscan acabar con las mujeres. y de modo contrario los movimientos feministas que desprecian a los hombres.
[4] Cfr. Somaré, Silvia, Esclava del Corazón de Jesús y Nieta de san Ignacio, Editorial Corintios 13, Córdoba, 2012.
[5] Según lo repite de diversos modos en sus Memorias.
[6] Cfr. Somaré, Silvia, La historia en manos de transgresoras, Editorial El Emporio, Córdoba, 2015.
[7] Cfr. Somaré Silvia, La mujer según San Brochero, Editorial El Emporio, Córdoba, 2017.
[8] Romanos 16, 1-2.