Cuando en marzo de 2013, la fumata blanca se escapó de la Sixtina y el cardenal protodiácono pronunciaba el nombre de Jorge Mario Bergoglio como nuevo sucesor de Pedro, en la plaza de San Pedro estalló en aplausos sin que el personal supiera encajar ni quien era ni de donde venía el nuevo Papa. Su edad le había alejado de las quinielas después de que Benedicto XVI apelara a la necesidad de un pontífice, lo que se identificó erradamente como sinónimo de juventud.
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Bergoglio. Ha dicho Bergoglio. Y al claretiano Fernando Prado no le pilló ni por sorpresa ni tuvo que echar mano de Google ni del anuario pontificio para rebuscar quién era el purpurado elegido. El prácticamente desconocido arzobispo de Buenos Aires para muchos era para él algo más que un contacto en su agenda. Como director de Publicaciones Claretianas, era el editor de todos los textos del purpurado para que fueran distribuidos en España. Y es que el pastor jesuita siempre confió en los hijos de san Antonio María Claret para la difusión de sus reflexiones.
Empapado de su pensamiento
Pero, Fernando Prado no solo era el encargado de repasar los escritos para ponerles los puntos y comas correspondientes. A la par, no solo se empapó del pensamiento teológico y la jerga bergogliana sino que estableció una relación de cercanía con el consagrado porteño. Así pues, cuando Francisco desembarcó en Roma, contó con el ahora obispo de San Sebastián como uno más en ese sistema abierto de antenas que le ha permitido al Papa informarse de la realidad española, no solo a través de los cauces oficiales, sino también oficiosos.
Esa sintonía mutua se puso de manifiesto con la publicación del libro-entrevista en el que el sucesor de Pedro subraya los principales desafíos para los consagrados hoy, unas confesiones precisamente hechas a un claretiano, la congregación de referencia en nuestro país para la preparación tanto de las futuras vocaciones como para el acompañamiento en la formación permanente a través del Instituto Teológico de Vida Religiosa.
Intervención quirúrgica
De ahí que Francisco pensara en este sacerdote comunicador para ser destinado como obispo a un territorio como Donosti que precisara de una intervención quirúrgica minuciosa, efectiva y lo menos invasiva posible para no generar más dolor del existente, toda vez que se daba por terminado el ciclo de José Ignacio Munilla. Quizá con más demora lo esperado, a pesar del empeño del Papa para que Fernando Prado tomara las riendas de San Sebastián.
Al igual que el arzobispo coadjutor de Granada, José María Gil Tamayo, Prado es periodista por vocación y formación. Y ejerce, no solo a través de su blog y de sus colaboraciones en ‘La linterna de la Iglesia’, sino también en la jungla de las redes sociales donde en no pocas ocasiones ha salido al quite poniendo también los puntos… en este caso, sobre las ‘ies’ de más de más de uno.
Y amén de su día a día como claretiano en la comunidad de Buen Suceso de Madrid, donde comparte techo, mesa y misa con el cardenal Aquilino Bocos, también es fiel a su compromiso con la iglesia de San Antón de Mensajeros de la Paz. Mañana mismo no faltará a su cita de participar en misa de doce, aunque en unas semanas el padre Ángel tendrá que reajustar calendario para sustituir a uno de los curas de su particular hospital de campaña.