Estas son las palabras del papa Francisco, pronunciadas el pasado día 26 de enero ante la Plenaria de Cardenales del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, comentando la Declaración ‘Fiducia supplicans’: “Las bendiciones pastorales y espontáneas quieren mostrar concretamente la proximidad del Señor y de la Iglesia a todos los que, encontrándose en situaciones diversas, piden ayuda para continuar y, a veces, para iniciar un camino de fe”.
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El Santo Padre se sitúa, de forma iluminadora, en la tesitura del pastor de un pueblo grande y heterogéneo, en cuyo interior las fronteras son muy fluidas. Bergoglio ha sido párroco y obispo de una gran ciudad como Buenos Aires, donde se encuentran las llamadas “villas miseria”, espacios donde él, como pastor, ha encontrado a los pobres y les ha bendecido una y mil veces cuando le pedían un gesto que significara y hiciese presente el amor del Señor en sus vidas.
Este es el contexto, vital e histórico, en el que se sitúa la Declaración mencionada, promovida por un obispo argentino, el cardenal Víctor Manuel Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. No quiero decir con esto que la Declaración sea un documento limitado a un pueblo o a un continente. En el mundo global, y particularmente en España, la llegada de personas de América Latina ha crecido, y mucho, en los últimos tiempos. Los latinoamericanos han emigrado a todo el mundo, con una presencia sustancial en Estados Unidos, igual que los filipinos, personas de herencia religiosa y cultural también hispana.
La Declaración tiene una matriz precisa, pero no exclusiva. Un gesto de proximidad como la bendición se inscribe entre los deseos y anhelos de muchas personas de distintos lugares, también aquellas que viven en situaciones irregulares y que piden un gesto de la Iglesia que vehicule la misericordia de Dios y su bondad. Bendecir (bene-dicere) significa pedir a Dios que su bien llegue a la vida o a la actividad de alguien o algunos, liberándolos de todo mal. Por eso, es bueno que el hecho de bendecir vaya acompañado de la recitación del Padrenuestro, cuya séptima petición se refiere a lo que es propiamente una bendición: “Y líbranos del mal”.
Acoger a la persona
Como ha precisado el Papa en el discurso del 26 de enero, el gesto de bendecir, en el caso de los hombres y mujeres que conviven entre ellos en una situación de pareja no ajustada a lo que la Iglesia acepta y promueve, no exige una “perfección moral” cuando la bendición es conferida. “Bendecir” no significa admitir una relación de convivencia fuera de lo que la Iglesia entiende como matrimonio (unión de un hombre y una mujer, hecha desde la libertad y abierta a la procreación). No se “bendicen” estas uniones.
Se trata de acoger a la persona o personas que piden ser bendecidas, pero no implica reconocer aquella convivencia como una unión, susceptible de ser vista como un matrimonio y, por lo tanto, de ser considerada como un sacramento. La bendición es un gesto para quienes lo deseen, ofrecido por la Iglesia, siempre de manera discreta y breve, como acto derivado del designio divino que se orienta al bien y a la salvación, que expresa la paternidad de Dios y, a la vez, su proximidad a todos los seres humanos, sin excepción ni discriminación.
El Papa ha tenido a bien precisar que la propuesta de bendiciones que se encuentra en la Declaración del Dicasterio se mueve “fuera de cualquier contexto y forma litúrgica”. Obviamente, el sentido de la frase debe enmarcarse en lo dicho hasta aquí. En 1985 se publicó la llamada ‘editio typica’ del Ritual de Bendiciones, revisado según la voluntad de los padres conciliares.
Ayuda divina
Entre la primera parte de las bendiciones (comunitarias y familiares) se encuentran las de las personas enfermas y ancianas que desean que el nombre de Dios sea invocado sobre ellas para recibir el bien y la misericordia divinas incluidas en la bendición. Por tanto, las personas heridas en el cuerpo y en el espíritu, pueden recibir mediante la Iglesia la bendición de Dios para experimentar su presencia. Es un caso similar, no idéntico, a las personas en situación irregular, que buscan la ayuda divina en una situación de imperfección moral, y que la Iglesia acoge en virtud de la misericordia.
Así pues, la frase del Papa en relación a las personas en situación irregular precisa que la bendición se sitúa “fuera de cualquier forma sacramental”, es decir, no es estrictamente litúrgica, aunque no se encuentre lejos de las bendiciones de personas del Ritual de Bendiciones, que forma parte de la liturgia de la Iglesia. La bendición de las personas en situación irregular se mueve en el ámbito de la misericordia –de ahí la palabra “pastoral” que le aplica la Declaración. Se renueva una vez más en el Magisterio de Francisco el tema del amor divino hacia todos, que es una constante del pensamiento y la acción del Papa durante todo su pontificado.
* Armand Puig i Tàrrech es el presidente de la Agencia de la Santa Sede para la Evaluación y la Promoción de la Calidad de las Universidades y Facultades Eclesiásticas (AVEPRO)