Continuando con el mensaje de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (JMCS) del año 2021, que hizo referencia a la necesidad de «ir y ver», el papa Francisco ha centrado su propuesta de este año en el verbo «escuchar», dado que para todos, esto es “decisivo en la gramática de la comunicación y condición para un diálogo auténtico”.
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Es así que, con motivo de la JMCS del 2022, que se celebrará el domingo 29 de mayo (Ascención del Señor), el Santo Padre define que “la escucha corresponde al estilo humilde de Dios”. Esto se explica porque, de ese modo, Dios puede “revelarse como Aquel que, hablando, crea al hombre a su imagen, y, escuchando, lo reconoce como su interlocutor”.
El amor de Dios al hombre está siempre presente, “por eso le dirige la Palabra, por eso «inclina el oído» para escucharlo”, precisa el papa. Y a la vez nos recuerda que el hombre “tiende a huir de la relación, a volver la espalda y «cerrar los oídos» para no escuchar”, por lo que demuestra rasgos agresivos hacia el otro.
Los frutos de vida y de salvación son evidentes en quien “acoge la Palabra con el corazón «bien dispuesto y bueno» y la custodia fielmente (cf. Lc 8,15)”, continua el documento. Esto hace referencia a que solo prestando atención “a quién escuchamos, qué escuchamos y cómo escuchamos, podemos crecer en el arte de comunicar”.
Aunque todos tenemos oídos, afirma Francisco, hay una “sordera interior” cuya sede es el corazón. Para el Santo Padre, “se deben acoger las palabras espiritualmente en el corazón”. Y cita a san Agustín con estas palabras: «No tengan el corazón en los oídos, sino los oídos en el corazón».
La escucha crea la buena comunicación
Trayéndolo a una realidad actual, el Papa nos explica que con las nuevas realidades comunicativas, se ha agudizado esa inclinación a escuchar a escondidas o espiar en las redes sociales. Lo contrario a esto sería “la escucha de quien tenemos delante, cara a cara, a quien nos acercamos con apertura leal, confiada y honesta”.
Advierte que la falta de escucha, es evidente también en la vida pública, donde solo hay un afán de escucharse a uno mismo o de contentar a la audiencia. Aunque hay ocasiones en que se pretende ridiculizar el comentario del otro, esto debe superarse y más bien prestar “atención a las razones del otro y trata de hacer que se comprenda la complejidad de la realidad”.
A fin de superar esa nefasta tendencia, de esperar que hablen los demás, para imponernos, el Santo Padre advierte, apoyado en el filósofo estadounidense Abraham Kaplan, que un diálogo así, se convierte en un “duálogo” o un monólogo a dos voces. Contrario a esto, vemos que, en la verdadera comunicación, “tanto el tú como el yo están «en salida», tienden el uno hacia el otro, (dado que) no se comunica si antes no se ha escuchado”.
“Salir del monólogo” es lo que recomienda el documento, porque solo así, “se puede llegar a esa concordancia de voces que es garantía de una verdadera comunicación”.
En este mensaje, dedica unas líneas al “buen periodismo”, el cual no puede identificarse como tal, sin la capacidad de escuchar. Por eso recomienda que, “para ofrecer una información sólida, equilibrada y completa, es necesario haber escuchado durante largo tiempo (y) diversas fuentes”.
Sumado a esto, el periodista delineado por Francisco siempre debe “escuchar diversas fuentes y no conformarnos con lo primero que encontramos”, dado que ello no da “fiabilidad y seriedad” a las informaciones que transmitimos.
Por ello, el Papa advierte de que la desconfianza hacia la “información oficial” de la pandemia, ha causado una “infodemia”, dentro de la cual es cada vez más difícil hacer creíble y transparente el mundo de la información.
Unido a esto, invita “a vencer los prejuicios sobre los migrantes y ablandar la dureza de nuestros corazones” y da una sólida receta, que ya la aplican los buenos periodistas: “Escuchar sus historias, dar un nombre y una historia a cada uno de ellos” y evitar de este modo, verlo solo como números o “invasores peligrosos”.
Escucharse en la misma Iglesia
La institución no se libra de esto, dado que, según el Papa, “es triste cuando, también en la Iglesia, se forman bandos ideológicos, (y) la escucha desaparece y su lugar lo ocupan contraposiciones estériles”.
La clave del mensaje está en “escuchar más voces, escucharse mutuamente, entre hermanos y hermanas”, dado que así se “permite ejercitar el arte del discernimiento, que aparece siempre como la capacidad de orientarse en medio de una sinfonía de voces”.
Hacia el final del documento, Francisco señala que en la Iglesia “hay mucha necesidad de escuchar y de escucharnos”, dado que este es “el don más precioso y generativo que podemos ofrecernos los unos a los otros”.
Les recuerda a los cristianos, “que el servicio de la escucha nos ha sido confiado por Aquel que es el oyente por excelencia, en cuya obra estamos llamados a participar”. Parafraseando al teólogo protestante alemán, Dietrich Bonhoeffer, hace ver que “Debemos escuchar con los oídos de Dios para poder hablar con la palabra de Dios”, dado que “quien no sabe escuchar al hermano, pronto será incapaz de escuchar a Dios”.
“El apostolado de la oreja”, como el Pastor Universal ha llamado a la capacidad de “escuchar antes de hablar”, significa dar gratuitamente un poco del propio tiempo a las personas, para escucharlas. “Es el primer gesto de caridad”, anota.
En pleno proceso sinodal, el Sumo Pontífice compromete a todos a orar “para que sea una gran ocasión de escucha”. E identifica a la Iglesia como una realidad “sinfónica”, donde, al igual que en un coro, “la unidad no requiere uniformidad, monotonía, sino pluralidad y variedad de voces, polifonía”.
Algo que nos llena de esperanza y nos deja avanzar animados es que, en aquella “sinfonía” solo uno lleva la batuta del director, y ese es el Papa.