Tribuna

Fraternizar en la escuela como fin en sí mismo

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En Fratelli Tutti el papa Francisco ha dicho que “cuidar el mundo que nos rodea y contiene es cuidarnos a nosotros mismos. Pero necesitamos constituirnos en un ‘nosotros’ que habita la casa común” (FT, 77).



Acoger al otro

Arriesgándonos a acoger al otro, podremos esforzarnos en relacionarse con él, en crear lazos de solidaridad en una obra común de humanización. “Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos” (FT, 77). En el Evangelio todo comienza con un trabajo de humanización; se trata de hacer surgir lo humano, de dejar la violencia y anudar lazos de fraternidad. Uru Escuela2

La escuela católica de América, a este respecto, tiene como primer objetivo, en nombre del Evangelio, humanizar y entretejer entre todos los seres humanos vínculos de fraternidad, de reconocimiento mutuo, de benevolencia incondicional hacia el otro. Esta humanización/fraternidad es un fin en sí misma. No es una estrategia pastoral para anunciar el Evangelio.

Pero, además, la humanización / fraternidad constituye el humus favorable para el anuncio evangélico en un clima fraterno precisamente, al margen de toda voluntad de poder sobre el otro. Y el mismo anuncio evangélico es un fin en sí mismo, independientemente de la respuesta.

Sembrar en la escuela

El anuncio evangélico tiene sentido en sí mismo primero, porque el otro en virtud del destino universal de la ‘buena nueva’ tiene derecho a oírla. Luego, porque el anuncio en sí mismo es un acto de caridad con el que se ofrece al otro lo mejor de uno mismo, lo acepte o no. Y si el otro me escucha, será una gracia suplementaria para que el gozo del uno y del otro, según la expresión de la primera carta de Juan, “sea complemento” (I Jn 1,4). Asi, la humanización / fraternidad, la evangelización y la conversión al Evangelio se entrelazan en una lógica de gracia sobre gracia.

Se trata, en la escuela católica, de reconocer “a pesar de estas sombras densas que no conviene ignorar… eco de tantos caminos de esperanza. Porque Dios sigue derramando en la humanidad semillas de bien” (FT, 54). Ponerse al servicio de lo que nace producto de esta nueva propuesta de Francisco, es discernir las aspiraciones, sopesar las cosas, tomarse tiempo para la concertación, deliberar, es decir, tomar decisiones que liberan, que autorizan, que hacen creadores. Es acoger y lanzar proyectos, dando oportunidad a lo inédito, contando con los factores que no dominamos, confiando en las  fuerzas que no son las nuestras. Todo lo que podemos hacer en la escuela es sembrar.