Tribuna

Glemp

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Antonio PelayopANTONIO PELAYO | Corresponsal de Vida Nueva en Roma

“Aceptó sin complejos su papel mediador entre gigantes y trabajó siempre a favor de la paz y el entendimiento entre los polacos…”

La muerte del cardenal Jozef Glemp arrebata de este mundo a uno de los protagonistas de los últimos 50 años de la historia polaca, cuya importancia geopolítica aún no ha sido del todo valorada.

Glemp –al que visité y entrevisté varias veces en años difíciles– encarnaba a la perfección la humildad y la sabiduría profunda de sus orígenes campesinos y supo mantener, durante su larga y agitada vida, un perfil discreto que no disminuía la pétrea firmeza de sus convicciones.

Le tocó suceder a un cardenal principesco como era Stefan Wyszynski y ser primado de Polonia con un compatriota sentado en la Cátedra de Pedro de la envergadura y capacidad profética de Karol Wojtyla. Sus interlocutores políticos, sobre el terreno, fueron Lech Walesa y el general Jaruzelski, nada menos. Aceptó sin complejos su papel mediador entre gigantes y trabajó siempre a favor de la paz y el entendimiento entre los polacos.

Benedicto XVI, en su largo telegrama de pésame, le ha calificado como “un apóstol de la unidad contra la división, de la concordia frente al enfrentamiento, de la construcción común de un futuro feliz sobre la base de las pasadas, alegres y dolorosas experiencias de la Iglesia y del pueblo”. [ESPECIALES: Listado actualizado del Colegio Cardenalicio]

En el nº 2.831 de Vida Nueva.