Tribuna

González Faus: un teólogo radicalmente evangélico

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El fallecimiento del jesuita José Ignacio González Faus (Valencia, 1933–Sant Cugat del Vallès, 2025), uno de los grandes teólogos del siglo XX y de estos primeros años del XXI, me lleva a proponer –agradecidamente– una rápida ojeada a tres de las obras que me parecen más significativas de su abundante producción.



‘La Humanidad Nueva. Ensayo de Cristología’ fue el libro que le puso en la primera línea de la órbita teológica. Es un texto que muchos cristianos y cristianas leímos, estudiamos y, a veces, consultamos. “Lo he escrito –confesaba el mismo autor en marzo de 1974– para que pueda ser leído por todas las personas. No es una obra científica o de investigación, aunque haya intentado ser seria”.

En agosto de 1982, incorporó elementos nuevos y reformuló –así lo señala en una nota a la sexta edición– algunos “temas cuyo tratamiento era insuficiente o de los que el autor no se había expresado con la claridad que creía”. Allí confesaba “que Jesús de Nazaret representa la armonía prometida (…) entre persona y comunidad: esa armonía existe; la llamamos Dios y su promesa es Jesucristo”. Y finalizaba esta nota apuntando que el camino hacia tal “armonía” pasaba –y sigue pasando– “por la aceptación del destino del Nazareno”.

Teólogo

De este libro –tan importante para la renovación de la cristología y que tanto ha marcado, para bien, a muchos cristianos y cristianas– me sigue llamando la atención el capítulo dedicado a estudiar la herencia teológica de san Anselmo sobre el sentido expiatorio de la muerte de Jesús. Creo que son unas páginas de “casi obligada” lectura, también en nuestros días. Yo, al menos, no me canso de releerlas y explicarlas cuando presento qué sentido puede tener la muerte del Nazareno.

‘Vicarios de Cristo’. Los pobres en la teología y espiritualidad cristianas es, sin duda, la obra que él más quería y sobre la que –si no me equivoco– impartió más cursos, tras su jubilación académica en la Facultad de Teología de Catalunya. Basta con repasar las memorias de Cristianisme i Justícia. Él mismo se encargó de recordarlo en el prólogo a la segunda edición, en septiembre de 2005: “Este ha sido mi libro más querido y el único de los agotados que yo he tenido interés en reeditar: dejándolo quizá como una especie de testamento, ahora que voy teniendo demasiados años. Y que quede no como obra mía, sino como aquella célebre respuesta del diácono Lorenzo: ‘Estos son los tesoros de la Iglesia’”.

“Con carne”

A esta obra debo la música de fondo de lo que, en diálogo con algunas de las nuevas espiritualidades, he argumentado: que toda aquella teología que, en la actualidad, pretenda ser creíble ha de ser “con carne”. Quien quiera adentrarse, en serio, en la espiritualidad “jesu-cristiana”, encontrará en su ‘Vicarios de Cristo’ la referencia fundamental.

Si ‘La Humanidad Nueva’ es su obra más importante de juventud, la antropología teológica –la revisada entre 2021 y 2023– es su obra de madurez. Son tres volúmenes dedicados a la “inhumanidad” del mal moral (el primero de ellos), pero sin descuidar la “plenitud humana” que es la bondad (segundo texto), ni tampoco, finalmente, la “fraternidad”.

Teólogo

No exagero si digo que se nos ha ido uno de los mejores teólogos. Y se ha ido porque Dios también quiere consigo a gente buena y radical en el seguimiento del Nazareno. González Faus era evangélicamente radical porque tenía una sensibilidad especial para detectar –y denunciar– todas las inhumanidades o extremismos, tanto los de un lado como los del otro. Lo suyo siempre fue –como se puede leer en su cristología– el cuidado de la “armonía” que pasa por acoger lo dicho, hecho, prometido y encomendado por Jesús. Él fue un apasionado de tal “armonía”.

Descansa en paz, ‘Chalo’.

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