En las últimas décadas, varias generaciones han acrecentado el nivel y la difusión de la teología latinaomericana pensada, escrita y publicada en lengua española, contribuyendo a delinear “el rostro latinoamericano y caribeño de nuestra Iglesia” (DA 100h). La vitalidad de una teología hecha en, desde y para América Latina se refleja en una multitud de personas, instituciones, actividades y publicaciones, y ha desarrollado una variedad plural de expresiones analizada por muy diferentes estudios1. Dentro de ella creció la teología argentina2.
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Gustavo Gutiérrez representa la Teología de la liberación que surgió de la interpelación de Cristo en el pobre y del compromiso por la liberación integral. Sin abarcar toda nuestra teología, tiene un influjo innegable en su crecimiento y reconocimiento. Varias de sus principales posiciones se convirtieron en patrimonio de la teología y del magisterio3, al cual él se adhiere con una actitud creyente y pensante, cordial y creativa (Beber 103-220).
Congresos de la lengua española y aniversarios de grandes obras literarias han sido la ocasión para mostrar la vigencia y proyección de nuestro idioma. Después del inglés, es el segundo en la comunicación internacional, no está limitado a una región y tuvo el mayor crecimiento en el siglo XX4. Es la cuarta lengua del mundo, la segunda occidental y la primera en el catolicismo. Comprende la unidad plural de sus formas locales y tiene una enorme riqueza expresiva para traducir el misterio. “No hay lengua más constante y más vocal: escribimos como decimos y decimos como escribimos”5.
Gutiérrez hace un gran aporte a la teología latinoamericana en lengua española, no solo por la originalidad de su pensamiento, sino también por la riqueza de su lenguaje, lo que le valió ser incorporado en la Academia Peruana de la Lengua. Destaco la belleza de su prosa, el exquisito empleo del vocabulario español actual y antiguo, su conocimiento y uso vivaz del habla popular, la creación de frases significativas y títulos sugerentes, la inagotable capacidad de sus metáforas, la asunción de textos poéticos y místicos, el diálogo con grandes literatos, en especial los peruanos C. Vallejo y J. M. Arguedas6. En su discurso ‘Lenguaje teológico: plenitud de silencio’ (Densidad 41-70) tematiza esta cuestión desde el estudio de la lengua vulgar en D. Alighieri y A. de Nebrija hasta la propuesta de decir a Dios en un lenguaje anclado en la fe universal y en la cultura particular. Actualizando el acontecimiento de Pentecostés, promueve hacer teología “cada uno en su propia lengua” (Hch 2,6.8.11).
“No hay teología que no tenga su dejo propio para hablar de Dios. Un sabor, un gusto especial, que es lo que la palabra ‘dejo’ significa también. Las diferencias en ese hablar deben ser respetadas. La tensión entre la particularidad y la universalidad es de un gran fecundidad para el lenguaje teológico” (Densidad 62). (…).
Inculturados
Estamos convocados a cultivar la teología católica latinaomericana a partir de las fuentes de la fe, con fidelidad al Concilio Vaticano II y desde la propia cultura, cuya “primera expresión es la lengua”7, enriqueciéndola con las tonadas propias de las lenguas de nuestros pueblos.
Los precursores nos estimulan a seguir esta vocación arraigando el saber teológico en la sabiduría teologal del Pueblo de Dios. Queremos mirar más lejos para proseguir la inculturación intercultural de la teología en la senda abierta por el Concilio: buscar “por qué caminos puede llegar la fe a la inteligencia teniendo en cuenta la filosofía o la sabiduría de los pueblos” (AG 22). Este desafío exige asumir la “sabiduría originaria y autóctona de cada pueblo”, que, como “auténtica riqueza de las culturas” (FR 3)., tiende a madurar incluso en formas filosóficas y (agrego) teológicas. Una inteligencia de la fe regida por la ley de la encarnación (decisiva en Marie Dominique Chenu y Gutiérrez) cultiva un variado lenguaje universal y por eso particular, y contribuye a una teología católica y por eso latinoamericana.
Del 23 al 25 de setiembre de 1996, hubo una reunión en Vallendar, Alemania, entre miembros del Consejo Episcopal Latinoamericano (con su presidente, el cardenal Ó. Rodríguez Maradiaga) y de Doctrina de la Fe (con su prefecto, el cardenal J. Ratzinger) y varios peritos. Fue sobre el futuro de la teología en América Latina. Se expusieron cuatro claves complementarias de nuestra reflexión desde el Vaticano II:
- liberación (G. Gutiérrez),
- solidaridad (R. Antoncich),
- comunidad (J. C. Scannone),
- cultura (C. Galli).
Gutiérrez hizo una confesión sabia y humilde que resume su teoría y práctica de la teología al servicio de la inteligencia de la fe del Pueblo de Dios, de la misión evangelizadora, del sentido de la vida humana y del amor a los pobres de América Latina. Las palabras finales de su ponencia (Tercer Milenio 165) resumen varios horizontes de este ensayo en diálogo.
“Una tarea capital del anuncio del Evangelio hoy es contribuir al sentido de la vida… El compromiso con el pobre, en tanto opción centrada en el amor gratuito de Dios, tiene una importante palabra que decir en este asunto… El amor a Dios y el amor al prójimo resume el mensaje de Jesús. Esto es lo que realmente importa. Debo confesar que estoy menos preocupado por el interés o la supervivencia de la Teología de la liberación que por los sufrimientos y las esperanzas del pueblo al que pertenezco, especialmente por la comunicación de la experiencia y del mensaje de salvación de Jesucristo. Esto último es materia de nuestra caridad y de nuestra fe. Una teología, por relevante que sea su función, es un medio para profundizar en ellas. La teología es una hermenéutica de la esperanza vivida como un don del Señor”.
Extracto de “Inteligencia de la fe, profecía de la esperanza, sabiduría del amor. Un diálogo sobre tres discursos teológicos para intentar mirar lejos”, en C. de Prado – P. Hughes (coords.), Libertad y esperanza. A Gustavo Gutiérrez por sus 80 años, CEP – Instituto Bartolomé de Las Casas, Lima, 2008, 143-197
Notas
- Cf. J. SARANYANA – C. ALEJOS GRAU, Teología en América Latina III, Iberoamericana-Vervuert, Madrid-Frankfurt, 2002; L. SUSIN (ed.), El mar se abrió. Treinta años de teología en América Latina, Sal Terrae, Santander, 2001; M. MAIER, “L’Amérique Latine”, en J. DORÉ (dir.), Le devenir de la théologie catholique mondiale depuis Vatican II. 1965-1999, Institut Catholique, Beauchesne, Paris, 2000, 339-362; J. B. LIBANIO, “Panorama da teologia da America Latina nos últimos 20 anos”, Perspectiva Teologica 24 (1992) 147-192; R. OLIVEROS, “Historia de la teología de la liberación”, en I. ELLACURÍA – J. SOBRINO (eds.), Mysterium Liberationis, t. 1, Trotta, Madrid, 1990, 17-50.
- Cf. M. GONZÁLEZ, La reflexión teológica en Argentina (1962-2004), EDUCC, Córdoba, 2005; C. M. GALLI, “Nuestra Facultad de Teología en perspectiva histórica: desde su origen (1915) y hacia su Centenario (2015)”, Teología 88 (2005) 667-698; J. MACCARONE, “La teología en la Argentina”, Teología 60 (1992) 155-168; S. POLITI, Teología del Pueblo. Una propuesta argentina a la teología latinoamericana (1967-1975), Guadalupe, Buenos Aires, 1992.
- Cf. J. C. SCANNONE, Teología de la liberación y Doctrina Social de la Iglesia, Cristiandad, Buenos Aires-Madrid, 1987, 21 80; C. M. GALLI, “Teología de la liberación y Doctrina Social de la Iglesia”, Stromata 46 (1990) 187-203.
- Cf. L. GÓMEZ MANGO – G. CARRIQUIRY, Perspectivas de un reencuentro de Las lenguas española y portuguesa, Quaderna Editorial, Murcia, 2007, 17-38 y 97-127.
- C. FUENTES, “Nos une la lengua”, Criterio 2300 (2004) 686-690, 689.
- Cf. G. GUTIÉRREZ, Entre las calandrias. Un ensayo sobre José María Arguedas, IBC/CEP, Lima, 1990.
- JUAN PABLO II, Memoria e Identidad. Conversaciones al filo de dos milenios, Planeta, Buenos Aires, 2005, 98.