Tribuna

Haciendo eco… misericordiando

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Por si volvieras, por si volvieras, la puerta la dejo abierta para que puedas pasar. Y en nuestra mesa hay un lugar esperándote por si volvieras con hambre, que el hambre puedas saciar (Rodríguez, José Luis & Rivera, Carlos, 2017)



Esta canción estaría centrada en una expectativa constante y esperanzada hacia una persona amada presentando toda una preparación muy detallada: puerta abierta, mesa, lugar, noches en vela, besar al llegar, fuego encendido, camino entre piedras, habitación. Un aspecto llamativo es que no es imperativa (tenés que volver) y no pone el acento en quien viene sino en todo lo que se hace para la persona esperada. Seguramente nuestra vida está impregnada de experiencias así.

El III domingo hacia la Pascua (de cuaresma) en el ciclo C presenta una parábola en que sucede algo similar: el padre misericordioso.

1. Misericordia: un rostro humano y divino

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos (Lc. 15, 1-2)

En este capítulo del Evangelio según Lucas podemos vislumbrar que lo que Jesús explica en las parábolas es lo que está haciendo. Él es “el rostro de la misericordia” (Francisco – MV, 2015) (#1) y así el Abba/Imma se hace corresponsable de nuestra vida (MV 9). En un rostro humano y divino se manifiesta la ternura y omnipotencia de Dios (Aquino, Tomás de – STh II – II, 1998) (q. 93 a. 4): su misericordia.

2. Misericordia, una experiencia de fe

Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó (Lc. 15, 20)

Nuevamente la Sagrada Escritura rompe los timoratos y moralistas esquemas que pías tradiciones atribuyen a Dios. Por lo general, algunos hacen del Evangelio una especie de libro con moralejas o con afirmaciones poco evangélicas: tenemos que ser como el hijo pródigo: volver al Señor. Será muy usada dicha expresión, pero carecería de toda lógica. Fundamentalmente, porque Lucas nos presenta a Jesús hablando de Dios como Padre/Madre, no de “lo que deben hacer las personas”. Él en las tres parábolas insiste en “como el Padre”. Mientras algunos mojigatos dicen que tenemos que hacer lo que hizo el hijo menor, Jesús hace eco del Padre diciendo que lo ve, cuando estaba lejos, que se conmueve hasta las entrañas y sale rápidamente al encuentro, que abraza y besa.

A veces, y solo a veces, en ciertos territorios eclesiásticos presentan a un Dios burócrata que actúa si hacemos a cambio, o porque hemos hecho algo que “merece” su regalo. Pareciera un Dios lento, que está más atento a lo que dicen los fariseos y escribas de todos los tiempos. Y Jesús nos revela un Abba/Imma que es/actúa misericordiando con prontitud hacia quienes ama: todas las personas.

3. Misericordia experiencia graciosa

Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado. Y comenzó la fiesta (Lc. 15, 23-24)

Nuestros hermanos hebreos tienen algunas palabras que pueden ayudarnos en esta contemplación de la gracia (misericordia). Una de ellas es hen o jen, que indicaría la benevolencia de Dios para con las creaturas, sobre todo con las personas, porque ellas encuentran gracia o agrado delante de sus ojos por la mirada misericordiosa de Yahveh (Gn. 6,8; Sal. 45/44, 3; 1ª Sam. 16, 22). Esta palabra proviene del verbo hanan que se traduce por inclinar/se, manifestando que alguien se tiende hacia otros con bondad y cariño para realizar con ellos un gesto o un favor: lo vio, corrió, abrazó y besó.

Otro vocablo es hesed, traducido como compasión, favor, misericordia. Es ese amor inquebrantable de comunión entre Adonai y el pueblo: “Yahvé es Yahvé. Dios clemente y misericordioso, paciente, bondadoso y leal, que observa la piedad hasta la milésima generación” (Ex. 34,6).

También suelen utilizar “emet” que se podría traducir por “fidelidad”, entendida como una relación de Dios con quienes ama, y que estaría encuadrada en la alianza con la humanidad. La misericordia de Dios, entendida desde este vocablo, es fiel, estable, sólida, perdurable. Él es graciosamente (gratuitamente) fiel hasta el hacernos gozar festivamente en su vida.

Misericordia/Gracia también es asociada a rahamim, que puede traducirse por ternura, compasión, amor entrañable o maternal. Esto último se debe a que esta locución confiere “un carácter de ternura casi carnal. La palabra se deriva de la raíz rechem que designa el seno materno” (Durrwell, Xavier François, 1992, pág. 163).

“misericordia que se interesa por la miseria (hen), fidelidad generosa a los suyos (hesed), solidez inquebrantable en sus compromisos (emet), adhesión de corazón y de todo el ser a los que ama (rahamim), justicia inagotable (sedeq), capaz de garantizar a todas sus criaturas la plenitud de sus derechos y de colmar todas sus aspiraciones” (Durrwell, Xavier François, 1992, pág. 323)

Misericordiando

4. Misericordia sinodal: sacia y festeja

En las parábolas de la Misericordia, Lucas nos presentaría a Jesús insistiendo que en la gracia, nuestros anhelos son satisfechos y saciados (Aquino, Tomás de – El Credo, 1994, pág. 82), develándonos cuál es la esencia de Dios: la misericordia y la fiesta. Aquí se une la gratuidad, festejo, agasajo: el Abba/Imma lo hace gratuitamente. Misericordia, gracia y fiesta se entrelazan, donde está una están las otras, porque en la misericordia se anuncia y se experimenta el misterio Pascual, que es la gesta salvífica impregnada de la vida de Dios. La alegría es expresión de la misericordia y esta es el certificado de la primera.

En las tres parábolas mencionadas, hay un cierto proceso. En una traducción (La Biblia Católica para jóvenes, 2003), se puede percibir una invitación de alegrarse porque se ha encontrado la oveja y la moneda que habían perdido. Y en la parábola del Padre Misericordioso, hay una invitación más ampliativa: “festejemos juntos”.

Es un gran desafío y cuestionamiento a nuestra práctica pastoral. Es un convite a descentrarnos, porque es gozar con la alegría de otro: la de la Trinidad y la humanidad.

Por esta causa, la Eucaristía es participar en la alegría de Dios, en su auto donación y es nuestra acción de gracias. En ella la misericordia es consecuencia de la fiesta, porque ambas se entrelazan. Aquí vivimos la misericordia, ella anuncia y lleva a la celebración gozosa. Fiesta, mesa y acción de gracias son la expresión de una misma realidad: el misterio del Reino de Dios. Estar a la mesa y festejar, es hacernos partícipes de la misericordia.

En algunos ritos se dice “pidamos perdón para celebrar dignamente estos sagrados misterios”, mientras tanto en la revelación de Dios la mesa está puesta “por si volvieras” independientemente de nuestra condición.

5. Misericordia altruista

Es de esta manera porque la Pascua de Jesús ha sacado toda miseria, porque su amor acorta distancias: sale al encuentro de su hijo, corre a abrazarlo. La resurrección nos garantiza que la vida en Dios es abundante (Jn. 10, 10). Por eso, celebramos un amor (ágape) que no pone el acento en sí mismo, ni se esconde en sus llagas, sino en una capacidad humana y divina a la vez de amar para:

  • Sacar de la esclavitud (Ex. 14) y liberar a los oprimidos (Sal. 146, 7 – 9).
  • Ser benignos y pacientes, llenos de bondad y de misericordia, como lo enseña Juan XXIII el iniciar el Concilio Vaticano II (Juan XXIII – GME, 1962)(2 – 3).
  • Ser servidores de los seres humanos en todas sus condiciones, debilidades y necesidades (Pablo VI, Discurso de clausura del Concilio Vaticano II, 1965).
  • Llevar bondad, ternura, curar dolencias (Sal. 103, 3 – 4), sostener a los débiles (Sal. 147, 3. 6), compadecerse con quienes sufren (Mt. 9, 36; 14, 14; Lc. 7, 13 – 15; Mc. 5, 19).
  • Escuchar a quienes están desalentados, tristes y desamparados (Sal. 6, 1 – 11; Lc. 24, 17 – 24).
  • Abrir el corazón a cuantos viven en las más contrarias periferias existenciales (Francisco – MV, 2015) (#15).

6. Misericordia, comensalidad abierta

Continuando con la línea de la misericordia como expresión de la Eucaristía, podríamos afirmar que misericordia – mesa – eucaristía – reino, son términos del misterio Pascual en el cual vivimos (Hchs. 17, 28). Misericordia es el reino de la comensalidad abierta, en la que todas las personas tienen su lugar en la mesa (Curia, Christian, 2006).

La Eucaristía es la degustación del Reino, porque es la vida del mundo (Jn. 6, 51), que se ofrece para vivir en libertad. Es ser en Cristo, y estar en él es servir, incluir. Es compartir la vida de Dios en un estilo de vida viviendo al lado de los marginados, rechazando todo orden establecido que conculque los derechos y la dignidad del ser humano, repudiando la injusticia, estando “atentos a las necesidades de todos los hombres para que, participando en sus penas y angustias, en sus alegrías y esperanzas, les mostremos fielmente el camino de la salvación y con ellos avancemos en el camino de tu reino”. Porque Jesús, “siempre se mostró misericordioso con los pequeños y los pobres, con los enfermos y los pecadores, y se hizo cercano a los oprimidos y afligidos. Él anunció al mundo, con palabras y obras, que tú eres Padre y que cuidas de todos tus hijos” (CEA, Misal Romano Cotidiano, 2011, pág. 971. 973). Y es precisamente, quien nos invita a ser como el padre, es decir, misericordiosos. Un signo elocuente de ella serán las mesas abiertas “por si volvieras”.

7. Miserando atque eligendo

Mirando desde la fe, en un día (23/3/2025) tuvimos la posibilidad de contemplar una condensación teológica de la misericordia. Por un lago, el evangelio que hace eco de esa hermosa experiencia de la revelación de Dios, y por el otro, en un ser humano para aplicarle lo que nos intentó enseñar en estos 12 años: Miserando atque eligendo (Lo miró con misericordia y lo eligió). En este lapso de tiempo, él puso de moda una especie de neologismo “misericordiando”, mirar o vivir con misericordia.

Ese mismo día quien había puesto de moda el neologismo salía al balcón del hospital en el que estuvo internado. Y ahí, en un mismo elemento (balcón) se notó el paso del tiempo y, a la vez, una oportunidad para aplicarle el neologismo que inició en otro balcón: mirarlo con misericordia en su fragilidad física, y quizás una oportunidad para recordar que somos comunidades de fe que estamos a la intemperie, no sociedades perfectas, ni columnatas firmes, ni grupos con intrigas palaciegas para orquestar artilugios políticos para que lo establecido continúe. En el día de Toribio de Mogrovejo, patrono de los obispos América, el Evangelio y Francisco, nos hicieron vivir que también cabe para nosotros el ser tiendas de campaña (Francisco – EG, 2013)… para re/descubrir que el centro de nuestra fe es el maestro de Nazareth y el Dios Abba/Imma que nos revela.

Felices desde la Vida Nueva…

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Trabajos citados

Aquino, Tomás de – El Credo. (1994). El Credo. Madrid: EDIBESA.
Aquino, Tomás de – STh II – II. (1998). Suma Teológica. Buenos Aires: BAC.
CEA, Misal Romano Cotidiano. (2011). Misal Romano Cotidiano. Buenos Aires: Oficina del Libro.
Curia, Christian. (2006). En torno a la mesa. CABA: Claretiana.
Dufour, León. (2005). Vocabulario de teología bíblico. Barcelona: Herder.
Durrwell, Xavier François. (1992). Nuestro Padre. Dios en su misterio. Salamanca: Sígueme.
Francisco – Evangelii Gaudium (24 de noviembre de 2013). Obtenido de https://www.vatican.va
Francisco – Misericordiae Vultus (11 de Abril de 2015). Obtenido de https://www.vatican.va
Juan XXIII – Solemne Apertura del CVII – GME (11 de Octubre de 1962). – Obtenido de https://www.vatican.va
La Biblia Católica para jóvenes. (2003). La Biblia Católica para Jovenes. Madrid: Verbo Divino.
Pablo VI, Discurso de clausura del Concilio Vaticano II (8 de diciembre de 1965). Obtenido de https://www.vatican.va
Por si volvieras – Rodríguez, José Luis & Rivera, Carlos. (13 de abril de 2017). Obtenido de https://youtube.com