Tribuna

8M: Imagina una Iglesia… que tenga nombre de mujer

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La Iglesia de mi corazón es la Iglesia invisible que sube a las estrellas formada por quienes buscan la verdad” (sor María di Campello, 1932). Una iglesia, la de Ana, que sepa anunciar el sueño que soñó Dios, libre de la sombra de la muerte y de las estructuras patriarcales. Una iglesia, la de Isabel, que sepa reconocer la belleza de lo inédito y captar los brotes de vida y esperanza de cada tiempo.



Una Iglesia, la de Marta que, inmersa en la lectura popular de la Escritura, sepa transmitir el amor a la Palabra y confesar la fe en el Resucitado. Una Iglesia samaritana que, bebiendo del agua buena del pozo de toda relación libre, sepa asumir las enfermedades de la humanidad herida y abandonada. Una Iglesia, la de Magdalena, que sintiéndose muy amada, sepa ungir el presente con el aceite del amor político y anunciar con alegría la Buena Noticia de Jesús.

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Una Iglesia, la de Febe, que sepa animar liturgias y celebraciones aprovechando prácticas que florecen entre mujeres de todo el mundo: ecuménicas, judeocristianas e interreligiosas. Una iglesia, la de Priscila, que sea capaz de ofrecer, también en la formación del clero, una educación no misógina ni homofóbica, promoviendo el conocimiento del pensamiento, de las acciones y de la historia de las mujeres. Una Iglesia, la de Lidia, que sepa sustituir la casa por la pirámide (¡aunque esté al revés, siempre hay una parte debajo!), porque solo alrededor de la mesa puesta en amistad por todos y todas, de todas las edades, puede florecer y dar lugar a una Iglesia plenamente ministerial y sinodal.

Un camino diferente

Una Iglesia, la de Junia, que sepa acoger la profecía de las Iglesias de todo el mundo, fomentando nuevos ministerios y nuevos lugares donde sea posible un camino diferente, lleno de cariño, aliento, perdón, pan y vida sin exclusiones. Una Iglesia, la de María, que siga aportando al mundo un mundo “donde todos seamos hermanos (¡y hermanas!), donde haya un lugar para cada persona rechazada en nuestras sociedades y donde brillen la justicia y la paz” (‘Fratelli tutti’, 269).


*Artículo original publicado en el número de octubre de 2023 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

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