¿Será la tecnología la que consiga hacer a los seres humanos más humanos o, por el contrario, será la máquina la que conduzca a la humanidad hacia la extinción? En la serie ‘Years and years’, una adolescente, interpretada por Lydia West, confiesa a sus padres que se encuentra incómoda con su cuerpo: “Creo que soy trans”. La familia se muestra comprensiva ante el cambio de sexo. Sin embargo, ella aclara: “No, no soy transexual, soy transhumana. No quiero ser de carne y hueso; quiero escapar de esto y convertirme en digital”.
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No sabemos hasta dónde nos va a llevar la Cuarta Revolución Industrial. En la actualidad, podemos vislumbrar el desarrollo de una tecnología diseñada para llevar a cabo ciertas tareas funcionales a través de combinaciones de algoritmos. Sin embargo, estas máquinas, conocidas como IA (inteligencia artificial), en su sentido débil (‘narrow AI’), pueden llegar a dar un paso más: aprender por cuenta propia (‘deep learning’) y adoptar decisiones concretas de manera autónoma. Incluso, hay investigadores que confían en poder desarrollar la llamada Inteligencia Artificial General (Artificial General Intelligence), que sería la muestra más radical, en su sentido más fuerte, de la IA. Se trataría de un único sistema que podría realizar cualquier tarea al alcance de la mente humana, incluso, superándola.
Con el desarrollo de la biotecnología, aumentan las posibilidades de mejora de las capacidades físicas y mentales. En este camino se encuentra el trans- humanismo, que propugna una nueva concepción del ser humano en la que podría modificar su naturaleza de acuerdo con sus propios intereses. Cuando a mediados del siglo pasado John McCarthy quiso hacer una máquina inteligente, nadie podía imaginar que, en la actualidad, el término inteligencia se usaría del mismo modo para referirse tanto a la inteligencia humana como a aquella creada por la máquina. Hoy es aceptado el uso del término IA desde una perspectiva funcional. Sin embargo, en sentido estricto, las máquinas pueden realizar procedimientos computacionales, pero el ser humano es aquel que comprende, razona, piensa críticamente y se emociona. De ahí que Tomás de Aquino definiera el acto intelectual como una operación del ser humano en cuanto ser humano (‘Summa Theologiae’ I, q. 76, a. 1).
Al servicio del bien común
Para reflexionar sobre esta problemática, los dicasterios para la Doctrina de la Fe y para la Cultura y la Educación han publicado Antiqua et Nova, un documento que profundiza sobre la IA y sus implicaciones antropológicas, sociales, religiosas y medioambientales. Como consecuencia de la Revolución Industrial, la Iglesia alzó su voz profética sobre la cuestión obrera, afirmando los principios relativos a los derechos de los seres humanos en la encíclica ‘Rerum novarum’ (1891), del papa León XIII. Hoy, en pleno florecimiento de la Cuarta Revolución Industrial, con Antiqua et Nova, los dicasterios han dirigido la reflexión sobre la IA para proponer un desarrollo científico y tecnológico “al servicio de la persona y del bien común” (n. 5).
- En primer lugar, el documento define qué es la IA y su distinción con la inteligencia humana.
- En una segunda parte, la Nota explora la perspectiva cristiana sobre la inteligencia humana, ofreciendo un marco general de reflexión fundado sobre una tradición filosófica y teológica que pone de relieve la racionalidad, la existencia corpórea y espiritual, y la relacionalidad con Dios, con los otros, con la verdad y con la naturaleza. Seguidamente, el texto manifiesta una comprensión integral de la inteligencia humana que abarca la totalidad de un ser espiritual, cognitivo, corporal y relacional, que es capaz de desarrollar un pensamiento lógico, lingüístico y matemático para comprender el mundo, relacionarse con los otros y con la naturaleza, resolver problemas, intuir, experimentar, expresar creatividad y abrirse a la trascendencia. Asimismo, expone las bondades y los límites de la IA.
- En tercer lugar, el texto proyecta el papel de la ética para guiar el desarrollo y el uso de la IA, apelando a una conciencia, discernimiento y responsabilidad moral que tenga como horizonte la dignidad humana, el bien común y la protección del planeta. La Nota propone una orientación práctica: la responsabilidad humana en la toma de decisiones de la IA, rindiendo cuentas (accountability) “del uso de la IA en cada fase del proceso de toma de decisiones” (n. 44). El texto avanza ofreciendo marcos normativos que podrían prevenir la discriminación algorítmica (algorithmic bias), así como garantizar la justicia socioambiental, la transparencia, la privacidad, la seguridad internacional y la promoción de la paz. La última parte del documento señala cuestiones específicas, como el impacto de la IA en la sociedad, las relaciones humanas, la economía y el trabajo, la sanidad, la educación, la comunicación, la privacidad, el control de la información, el desarrollo sostenible, la guerra y la religión
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