Tribuna

Inteligencia artificial y dignidad humana

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Hace casi 60 años, el papa Pablo VI se convertía en el primer Pontífice en hablar en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Ocurrió el 4 de octubre de 1965. Como sabemos, las necesidades y los intereses de la geopolítica mundial han hecho surgir otros foros multilaterales, aunque más reducidos. Un ejemplo de esto es el llamado G7, que reúne a las democracias consideradas como más avanzadas del mundo (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido).



El pasado viernes 14 de junio ocurrió un hecho inédito para este organismo: Francisco se convirtió en el primer Papa en participar de la reunión de dicho grupo. Lo hizo a través de la invitación que le cursó la primera ministra italiana, Georgia Meloni, anfitriona de la última reunión del G7, realizada en el hotel resort Borgo Egnazi. Al encuentro también fueron invitados otros líderes, como el presidente de Brasil (en su calidad de presidente ‘pro tempore’ del G20) y el primer mandatario argentino.

El Santo Padre viajó hasta el sur de la península itálica para exponer ante los líderes mundiales la perspectiva de la Santa Sede acerca de la inteligencia artificial (IA). Según trascendió, a la legada del Papa, Meloni le dijo: “Su presencia es un gran regalo. Gracias”. Luego diría que se trató de una visita “histórica”.

En este contexto, quiero destacar que el papa Francisco sigue con atención el desarrollo de la IA. Recordemos que le dedicó su mensaje de la Jornada Mundial de la Paz de 2024, y –como él mismo dijo el viernes– el Vaticano impulsa desde 2020 la iniciativa ‘Rome call for IA Ethics’, con el objetivo de dar una dimensión ética a los algoritmos. Grandes corporaciones como Microsoft o IBM ya se han sumado a esta iniciativa. Pero el discurso ante el G7 sin dudas marca un hito, no solo por lo histórico de la presencia del Santo Padre en la cumbre, sino también por el alto significado del encuentro para la política y la economía internacional.

A continuación reparo en algunos de los señalamientos más destacados de Francisco en su discurso –titulado “Un instrumento fascinante y tremendo”–, en el que reflexionó “sobre los efectos de la inteligencia artificial en el futuro de la humanidad”. Y esto lo hizo en continuidad con su Magisterio social, de ahí que en su intervención sobresalieron las alusiones expresas a las encíclicas ‘Laudato si’’ y ‘Fratelli tutti’, pero mencionando también la declaración ‘Dignitas infinita’ del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.

Carácter ambiguo

Aplicando el discernimiento, propio del método de la Doctrina Social de la Iglesia, el papa Francisco puso de manifiesto el carácter intrínsecamente ambiguo de esta revolución tecnológica en los siguientes términos: “El tema de la inteligencia artificial, sin embargo, a menudo es percibido de modo ambivalente: por una parte, entusiasma por las posibilidades que ofrece; por otra, provoca temor ante las consecuencias que podrían llegar a producirse. No podemos dudar, ciertamente, de que la llegada de la inteligencia artificial representa una auténtica revolución cognitiva-industrial, que contribuirá a la creación de un nuevo sistema social caracterizado por complejas transformaciones de época. Por ejemplo, la inteligencia artificial podría permitir una democratización del acceso al saber, el progreso exponencial de la investigación científica, la posibilidad de delegar a las máquinas los trabajos desgastantes; pero, al mismo tiempo, podría traer consigo una mayor inequidad entre naciones avanzadas y naciones en vías de desarrollo, entre clases sociales dominantes y clases sociales oprimidas, poniendo así en peligro la posibilidad de una ‘cultura del encuentro’ y favoreciendo una ‘cultura del descarte’”.

Inteligencia Artificial

También, con un énfasis antropológico, el Papa recordó que “nuestra capacidad de construir herramientas, en una cantidad y complejidad que no tiene igual entre los seres vivos, nos habla de una condición tecno-humana”.

Sin duda, en el corazón de la exposición del Pontífice estuvo la dimensión ética, de la que no puede quedar excluida la IA: “Hablar de tecnología es hablar de lo que significa ser humanos y, por tanto, de nuestra condición única entre libertad y responsabilidad, es decir, significa hablar de ética”. Esto supone recuperar la dimensión de decidir, como componente del discernimiento, que es propio de la persona humana, cuya dignidad es infinita.

Dijo Francisco: “El ser humano, en cambio, no solo elige, sino que en su corazón es capaz de decidir. La decisión es un elemento que podríamos definir el más estratégico de una elección y requiere una evaluación práctica. A veces, frecuentemente en la difícil tarea de gobernar, también estamos llamados a decidir con consecuencias para muchas personas. Desde siempre la reflexión humana habla a este propósito de sabiduría, la phronesis de la filosofía griega y, al menos en parte, la sabiduría de la Sagrada Escritura. Frente a los prodigios de las máquinas, que parecen saber elegir de manera independiente, debemos tener bien claro que al ser humano le corresponde siempre la decisión, incluso con los tonos dramáticos y urgentes con que a veces esta se presenta en nuestra vida. (…) Está en juego la misma dignidad humana”.

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