Tribuna

Invitados a encontrarnos unos con otros en el camino sinodal (Parte 2)

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Otros encuentros a los cuales estamos llamados hoy, que hace parte hoy en día de nuestros retos y desafíos como lugares, ambientes, que son el encuentro con el mismo corazón de Jesús y María, con la naturaleza, con las comunidades y con los más necesitados en nuestra sociedad.



Encuentro con el corazón de Jesús

Un encuentro con el corazón de Jesús es para que ofrezcamos su propio Corazón, porque si nos lo ha dado, nos pertenece y no podríamos ofrecerle nada que le sea más grato. “Su expresión, “hoguera de amor”, aplicada al corazón de Jesús será después su testimonio elocuente… hoguera de amor ardiente que lanza llamas intensas y fuertes de amor al padre, a la Virgen santísima, a la Iglesia, a la humanidad.  (eudistas No. 24, San Juan Eudes, profeta de la misericordia, P. 53.104).

Jesús nos da su corazón para suplir la pobreza de nuestro amor. En una  oración personal, reconoce el amor que Dios tiene por ti. Exprésale tu amor..  Ofrécele  tu corazón para que lo transforme; lo haga amante.

El amor brota del corazón de Jesús

“La esperanza efectivamente nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz: «Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida» (Rm 5,10). Y su vida se manifiesta en nuestra vida de fe, que empieza con el Bautismo; se desarrolla en la docilidad a la gracia de Dios y, por tanto, está animada por la esperanza, que se renueva siempre y se hace inquebrantable por la acción del Espíritu Santo. (SS. Francisco, Spes non confundit, Bula de convocación del jubileo ordinario del año 2025, N. 3).

 No hay amor más grande que dar la vida “ Jn.15,13. ¿Qué pasos podemos dar todavía en la entrega de nosotros mismos? Traducir nuestro amor en forma concreta.  Anotar cosas pequeñas que seamos capaces de hacer.

Silueta Personas

Encuentro con el corazón de María

Recalcó, Juan Eudes, en varios lugares que María es un libro vivo con el cual nos encontramos en la escuela del discipulado, es “evangelio vivo y eterno escrito por el Espíritu Santo” (San Juan Eudes, OC VII, 365), es “libro vivo, evangelio eterno al que debemos honrar e imitar” (San Juan Eudes, OC VIII, 412), es “evangelio vivo de la vida de Jesucristo” (San Juan Eudes, OC VIII, 418), es “evangelio vivo y eterno donde el Espíritu Santo escribió con letras de oro la vida, misterios, acciones y sufrimientos del Salvador” (San Juan Eudes, OC VIII, 485), es “arca de la alianza que contiene en sí el verdadero maná del cielo y las sagradas tablas de la nueva Ley, en el cual el Espíritu Santo escribió en letras de oro los misterios y verdades evangélicas” (San Juan Eudes, OC VI, 325).

San Juan Eudes, llamó a María: “Santuario de la Divinidad, Lugar de reposo de la Trinidad, Trono de la divina voluntad, depositario de la divina Palabra, casa de la sabiduría, trono de la misericordia, trono de todas las virtudes, libro de vida, tabla de la ley divina” (San Juan Eudes, OC VIII, 708), en las letanías dedicadas a su Santísimo Corazón. Y la saludaba de esta manera: “Te saludo, Libro vivo, evangelio eterno, en el cual el Espíritu Santo escribió para siempre con letras de oro, la vida, doctrina y máximas de Nuestro Señor Jesucristo” (San Juan Eudes, OC VIII, 457).

Nos pidió considerar y honrar este Sagrado Corazón “como el verdadero libro de vida. El Espíritu Santo escribió en él con letras de oro la vida de Jesús. Los nombres de quienes vivirán eternamente están escritos en este libro. Si San Pablo les asegura a los suyos que los lleva tatuados, escritos en su corazón, cuánto más se puede decir que los nombres de los verdaderos hijos de María están grabados en su Corazón.  Este Corazón es el libro de la vida porque contiene la regla y el modelo de vida que deben llevar los cristianos” (San Juan Eudes, OC VIII, 505).

¡Qué se puede decir del Corazón como lugar de encuentro de la Madre del Salvador! Ella leía y meditaba día y noche la santa Ley de Dios y su Corazón se convirtió en un libro vivo en el cual el Espíritu Santo imprimió las verdades y maravillas del cielo mucho más santa y claramente que en los Libros sagrados.

¡Cómo estamos de obligados a honrar tu Corazón amable, Madre de bondad!. Haz que nuestros nombres estén escritos en el libro de la vida que eres tú, y que estudiemos en tu Corazón cuidadosamente las verdades y mandamientos  del Espíritu Santo” (San Juan Eudes, OC VIII, 133-134 Cfr.  OC VI, 358).

Encuentro con la naturaleza

El cántico a las creaturas: “Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición. A ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte. Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el Señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas.

Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación. Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas. Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento. Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.

Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas. Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán.

Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. Ay de aquellos que mueran en pecado mortal. Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte segunda no les hará mal. Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad”.

La hermana naturaleza, el hermano sol y la hermana luna, es el cántico a las creaturas más hermoso que tengamos para valorar la casa común, como lugar de encuentro con nuestra casa dónde todos vivimos y debemos valorar y amar más a la naturaleza como obra del creador.

Encuentro con la comunidad

El terreno de la conversación personal que refuerza los vínculos, desnuda las fragilidades, y crea puentes entre las personas para construir comunidad. Y justo esa conversación que se adentra en los anhelos y las sombras, en los miedos y los deseos, en la fe y la duda, es la que entra en ese mundo pantanoso de las soledades y los encuentros fraternos. Cada vez, vemos la tarea urgente que nacimos en una familia, vivimos en una comunidad que nos recibe y estamos conectados con la aldea global de las redes.

Encuentro con los más necesitados: el rostro de Cristo en los pobres

Está opción que no es única, sino preferencial, está implícita en la fe cristológica o nuclear de nuestra Iglesia, los cristianos como discípulos y misioneros estamos llamados a contemplar en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos:  “Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo”.

En fin, los encuentros son lugares, ambientes, que nos permiten comunicarnos, acercarnos al profundo misterio de Cristo como es su corazón para formar un solo corazón con la Iglesia que en este caminar sinodal, quiere salir al encuentro de todos nosotros. En últimas Jesús nos da su corazón como principal lugar de encuentro misericordioso de amor a la humanidad.


Por Wilson Javier Sossa López. Sacerdote eudista del Minuto de Dios