Según parece, algunas palabras del papa Francisco a propósito de los fariseos –con motivo de un encuentro académico de especialistas en el Pontificio Instituto Bíblico (Roma)– han desatado la furia en las redes sociales. La verdad es que esas airadas reacciones resultan sorprendentes, sobre todo si contemplamos la cuestión desde una perspectiva “científica”. Desde el punto de vista histórico –y dejando siempre espacio para el saludable debate académico–, hace ya mucho que está claro que los fariseos de la época de Jesús no eran esos legalistas que han dado lugar a su identificación con las acepciones tercera y cuarta del Diccionario de la RAE: “3. Hipócrita. 4. Hombre injusto, cruel, inhumano”.
Ya a mediados de los años 80, un gran especialista en el judaísmo de la época del Segundo Templo, E. P. Sanders, decía: “¿Podría ser que, aunque el fariseísmo fuese un movimiento bastante respetable y el judaísmo una religión también respetable, Jesús acusara a algunos fariseos de hipocresía y ofendiera a algunos [de ellos] por ofrecer la gracia a los pecadores? En toda religión –podemos apresurarnos a decir– hay fanáticos legalistas y ritualistas” (Jesús y el judaísmo. Trotta, Madrid, 2004, p. 398).
Naturalmente, la pregunta de Sanders y su “respuesta” tienen en cuenta el hecho de que el “fariseísmo” de la época de Jesús era una corriente heterogénea –dentro del ya de suyo heterogéneo mundo judío– en la que convivían tendencias diversas. Así, dentro del movimiento convivían grupos como el de los ‘haberim’, los “compañeros”, mucho más estrictos en cuestiones legales y de pureza que otros grupos fariseos. (Es muy probable que sea en estos ‘haberim’ donde se encuentre el origen del lavatorio de manos antes de comer, extendido luego a todo el judaísmo).
Se ha llegado a decir –y creo que con toda la razón– que Jesús, de haber tenido que escoger un grupo del judaísmo de su tiempo para identificarse con él, sin duda este habría sido el de los fariseos.
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