Muchas veces, hemos reflexionado sobre la cruz, punto de encuentro, paradoja, pregunta abierta a la vida, dónde Jesús cargo nuestros pecados y entrego su vida, vence la muerte en un madero en forma de cruz… pueden ser muchos los puntos de vista, pero pienso que ese sin sabor de dolor y esperanza, de perdón y de amor, de redención y de reconciliación…nos trae algunas conclusiones pastorales, porque la cruz, es siempre un misterio actual que tiene algo que trasmitirnos a nosotros y además la cruz, la observamos en todas las parroquias, una cruz imponente, detrás del altar, algunas bien talladas y otras más sobrias, pero todas expresan lo mismo: la cruz como paso necesario que vivió Jesús, su pasión, muerte y resurrección, el triduo pascual, según las escrituras (como reza el credo).
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El significado de la cruz
¿Qué significado tiene la cruz? Pensamos, cuando estamos ante alguna dificultad, pero hemos pensado el valor verdadero de la cruz, el verdadero significado de la cruz, no como algo malo, sino como el símbolo que todos los cristianos tenemos en nuestras casas, en nuestros colegios en su mayoría católicos -ahora, que se pone en tela de juicio tener la cruz- también, en las oficinas, en las diferentes instituciones y más aún en cada pecho de cada uno, incluso en estos días los futbolistas que se arrodillan y hacen la señal de la cruz y levantan sus manos para agradecer o para pedir a Dios su asistencia, es interesante analizar estos gestos como ayuda y profesión pública de su fe.
Me parece que debemos ser respetuosos con la cruz, no solo porque representa algo y nos evoca a Jesús, sino porque nos dice que Jesús está presente en la historia presente y nos ayuda en todo momento desde su mismo silencio y contemplación de la cruz.
Somos participes de la cruz
San Juan Eudes nos dice: “Una de las gracias más señaladas que nuestro Señor nos concede en este mundo es hacernos partícipes de la Cruz. Porque nos da a beber su cáliz y nos entrega lo que más ha amado en esta tierra. Después de su Padre, la Cruz es el primer objeto de su amor, ya que por ella destruyó el pecado, que es la fuente de todos los males, y nos mereció todos los bienes del cielo y de la tierra… Se puede decir que quien ha hallado en su camino, la cruz, ha encontrado un gran tesoro que lo enriquecerá para siempre, si sabe hacer buen uso de él… Por eso, cuando nos venga una aflicción, adoremos la voluntad santísima de Dios… abandonándonos a su designio sobre nosotros.” (San Juan Eudes, Memorial de la vida eclesiástica, O. C. III, 98- 100).
Por su parte, el siervo de Dios, padre Rafael García Herreros nos habla del cristiano que sabe sufrir: “A cualquier parte donde vayamos, el sufrimiento y la muerte nos esperan. No hay lugar a donde no entre la enfermedad y a donde no llegue la muerte. El cristiano sabe sufrir. Sufrir la pobreza, sufrir las dolencias físicas, sufrir la soledad interior, sufrir los desencantos de la vida y las penas de la vejez. No hay cosa más bella que un cristiano que sufre en silencio y en esperanza”. (Viacrucis del hombre moderno).
El sentido de la cruz hoy
Presenta a Cristo Jesús: tus penas y alegrías, tus esperanzas y fracasos, tus dolores y sufrimientos. En especial, permite que el Señor Jesús, crucifique tus pecados, vicios, dependencias y, toda clase de males. Recibe en el poder de la Santa Cruz el perdón, la paz, el Amor, el consuelo y la bendición que en humilde fe suplicamos. Supliquemos la ayuda del Espíritu Santo para recibir las gracias que concede el Viacrucis. El Señor Jesús tuvo la asistencia del Espíritu Santo para llevar a cabo la voluntad de Padre Dios y abrirnos al don de la salvación.
Todo está consumado, dijo Cristo en la cruz. Pidamos a Dios que, en la hora suprema de nuestra muerte, nosotros podamos decir la misma frase: “Todo está consumado. ¡Todo está concluido!”. Todo lo que tenía qué hacer en la vida lo he terminado. Mi vida no fue inútil ni sombría. Llevé a cabo todo lo que me pedía la fe, todo lo que me exigía la caridad”. (Siervo de Dios, Padre Rafael García Herreros).
Te entregamos, Señor, a todos los que han muerto: a los que mueren injustamente; a los que mueren en guerra; a quienes se les adelanta la misma muerte por causa de un accidente o un asesinato o, quienes se han quitado la propia vida suicidándose (basta ver los noticieros del día o las cifras en aumento de este flagelo que ataca a todas las familias, sin importar edad, sexo o religión). No podemos juzgarlos, sólo Dios sabe y conoce el corazón del hombre y sus decisiones e intenciones profundas. Pero, una vez más Señor por tu muerte en la Cruz, ten piedad y misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por Wilson Javier Sossa López. Sacerdote eudista del Minuto de Dios