Tribuna

Jesús, todo lo que hace es nuevo: la Iglesia se renueva bajo el impulso del Espíritu Santo

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“El que estaba sentado en el trono dijo:

“Yo hago nuevas todas las cosas.””

(Ap. 21,5)

En la experiencia cristiana, todo se renueva a partir del Espíritu Santo, el gran protagonista de la evangelización en la Iglesia: porque es el motor y el gran animador de la vida espiritual en la Iglesia. Este es un tiempo privilegiado de renovación espiritual de las parroquias, comunidades, movimientos, religiosos(as) de vida consagrada y las diferentes congregaciones tradicionales o renovadas. El hombre de hoy está más abierto a la acción del Espíritu en su vida, no solo porque participa activamente en estos movimientos, sino porque tiene sed de la Palabra y de dejarse renovar por la acción del Espíritu Santo.



Podemos estar viviendo un momento complejo en todos los ámbitos de la sociedad, la política, lo que afecta lo social, las desigualdades en la equidad, la violencia que afecta las familias y la estabilidad económica de un país, pero en este contexto crece un mensaje esperanzador: “Con Jesús, el Resucitado, ninguna noche es infinita; y, aún en la oscuridad más densa, brilla la estrella de la mañana” (papa Francisco).

La fraternidad

“La fraternidad no es una palabra hueca en cada una de las comunidades ni en la Iglesia. Está marcado con la manera, como entendía la Iglesia antigua por el amor  (agapé). No se trataba de un sentimiento noble, sino de una concreta prestación de ayuda, principalmente a los hermanos en la fe” (Lohfink, Gerhard, la Iglesia que Jesús quería, Ed. san Pablo, Pág. 238). Era la ayuda concreta al hermano, porque la fe no era un concepto que no tocaba la realidad, sino una experiencia espiritual genuina asumida en las primeras comunidades marcadas por el compromiso con Dios y con el hermano más necesitado.

Hoja Otono

¡MIRAD CÓMO SE AMAN!

¿Qué mueve a las comunidades en sus inicios? ¿Qué transmiten los primeros convertidos al cristianismo? Estas preguntas fueron grandes focos de sensibilización para las primeras comunidades, porque estaban reunidas en torno al amor: “¡Mirad cómo se aman!” (Tertuliano, Apologeticum 39,7). Se aman unos a otros antes de conocerse (Minucio Félix, “Octavius” 9, 2). El amor era recíproco entre hermanos, porque se va construyendo la comunidad alrededor del pan compartido.

¿Cuál es el verdadero sentido del pan compartido en la fraternidad de hermanos en la fe? La respuesta la podemos tener en un escrito de Juan Pablo II: “el auténtico sentido de la Eucaristía se convierte por sí en la escuela de amor activo hacía el prójimo…La Eucaristía nos educa en este amor del modo más profundo; ella demuestra, en efecto, el valor que tiene a los ojos de Dios cada hombre, nuestro hermano y hermana, así se ofrece Cristo a sí mismo de igual modo a cada uno, bajo las especies del pan y del vino. Si nuestro culto es auténtico, debe hacer crecer en nosotros la conciencia de la dignidad de cada hombre.

La conciencia de esta dignidad se convierte en el motivo más profundo de nuestra relación con el prójimo” (Juan Pablo II, Dominicae Coenae, n. 6 y 4-7). Así mismo, las primeras comunidades crecían alrededor del pan, partido y compartido, era una forma de compartir la vida social en sus inicios a través de la ayuda, asistencia y promoción de los valores humanos de una auténtica fraternidad cristiana.

El espíritu es el protagonista de la renovación en la Iglesia

A lo largo de los evangelios, en especial de san Lucas, encontramos una profunda relación entre la profecía de Israel, el nacimiento de Jesús y, posteriormente, de la Iglesia. Una de las características que tiene el evangelio y los Hechos es la presencia del Espíritu. Setenta veces aparece la palabra pneuma (“espíritu”). Los primeros cristianos fueron personas audaces, en completa apertura al Espíritu, son los que trasmiten la fe, los que dan testimonio en Jerusalén, Judea, Samaría y los confines de la tierra. Incluso, san Pablo recuerda a Timoteo: “reaviva el don de Dios que te fue conferido cuando te impuse las manos. Porque Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de ponderación” (2 Tim 1, 6-7 y 1 Tim 4,14). El don del Espíritu se vincula a la misión, de manera que el Espíritu capacita a quien la recibe, para realizar la tarea de la renovación de la Iglesia en todos los tiempos:

  1. Los Apóstoles fueron bautizados

Los Apóstoles, recibieron el Espíritu y autorizados para hablar y predicar, como carta de entrada al grupo de los creyentes, así fue creciendo la Iglesia en sus inicios, parafraseando al papa Francisco, no fue creciendo por proselitismo, sino por atracción, la Iglesia nace de los bautizados en la fe.  La fe en Jesucristo no es broma, es lago muy serio… la vida tendrá una brújula que nos indica su dirección, si tenemos la fe centrada en Jesucristo como camino, verdad y vida (Jn 14, 6).

  1. El Espíritu dirige a los misioneros

Los primeros cristianos tuvieron que discernir y decidir los primeros pasos que se dieron en su momento, esto fue dirigido por el principal protagnista de la misión: el Espíritu santo, hoy en día las comunidades deben discernir bien la misión desde su carisma fundacional, en este sentido la apertura de nuevos lugares de misión ha permitido crecer en número y en campos de misión para responder a las mismas exigencias de la misión. Así mismo, el Señor le ha regalado a las comunidades vocaciones propias en los nuevos campos de misión.

  1. El Espíritu impulsó la salida misionera

El papa Francisco ha insistido en la salida misionera, así como Pablo y Bernabé, que   convertirían comunidades de gentiles al cristianismo en sus incios, así mismo estamos en una Iglesia en salida, misionera, inculturada… el reto es fuerte para todos nosotros hoy. Como lo ha presentado el papa: Francisco:  “Quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos” (Valdés, Luis Fernando y Briseño, Antonio, Francisco, el papa latinoamericano, su vida y su mensaje, ed. Minos, 2013, Pág. 170).

En fin, nuestra identidad misional en la Iglesia, sigue animada por la acción del Espíritu Santo, que es el protagonista de la evangelización y misión de la Iglesia a lo largo de toda la historia y ahora siguen los retos misioneros en todas las obras como la del Minuto de Dios que sigue animando espiritualmente las comunidades fundadas alrededor de la obra en diferentes lugares de Latinoamérica y sigue evangelizando integralmente al ser humano en sus ámbitos: espiritual (como centro de la espiritualidad eudista: san Juan Eudes, fundador de la Congregación de Jesús y María y del Siervo de Dios Rafael Garcia Herreros: fundador de la obra Minuto de Dios), social (Corporación Organización Minuto de Dios –COMD), educativo (Corporación educativa Minuto de DiosCEMID-, Universidad Uniminuto y Fundación Politécnico Minuto de Dios -TECMD), administrativo, formación de candidatos eudistas (casas comunitarias de formación sacerdotal: “La misión”), medios de comunicación (Red de emisoras MD y televisión: Lumen 2000), redes sociales y en las obras de caridad como a través de la misericordia con la fundación eudes para personas con VIH.


Por Wilson Javier Sossa López. Sacerdote eudista del Minuto de Dios