En su visión del hombre a la luz de la Palabra divina, Juan Pablo II, abordó temas de importancia suprema para la vida humana, entre ellos, la sexualidad. Ampliamente conocidas son sus catequesis sobre la Teología del Cuerpo que, de alguna manera, son una continuación de las reflexiones que volcó, siendo obispo en Polonia, en los libros Amor y Responsabilidad (1960) y Persona y Acción (1969).
- ?️ El Podcast de Vida Nueva: Diez años de la JMJ de Madrid
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Algunas de estas catequesis tienen como protagonista al lenguaje del cuerpo a partir de una lectura mesurada del Cantar de los Cantares que, a su vez, en muchas oportunidades, nos refieren a algunos pasajes del Génesis, en particular, los referidos a nuestros primeros padres.
El Cantar de los Cantares
El Cantar de los Cantares, afirma San Juan Pablo II, demuestra la infinita riqueza del lenguaje del cuerpo, cuyo borrador se encuentra radiante en el Génesis. Lenguaje que nace del supremo silencio del amor para tejernos la mirada con el sagrado aliento por medio del cual la esposa es reconocida como la hermosa entre las hermosas y el esposo como saquito de mirra que está siempre entre los pechos de su amada. Ella se transforma en rosa entre los espinos. Él en manzano entre los árboles del bosque.
Juan Pablo II logra ver, por medio del lenguaje del cuerpo que se derrama en aquellos dos enamorados, la irradiación del amor que los hace moverse en círculos, movimientos y gestos que se corresponden con la moción interior de sus propios corazones. En ese descubrimiento al que dio expresión el primer hombre ante la que había sido creada como una ayuda que le fuera similar (Cf. Gn 2,20-23). Descubrimiento misterioso del otro, a quien nos damos sin perdernos, realizando la plenitud del éxtasis, es decir, ese extraño salir de sí para encontrarnos suspirando en el suspiro del otro.
El Cantar de los Cantares nos muestra cómo las palabras del esposo se entrelazan con las de la esposa para complementarse recíprocamente, como si de sus piernas desnudas se tratara por medio de las cuales, bajo las sábanas del lecho, se expresas su fascinación.
Lenguaje del cuerpo y las palabras del amor
“La palabras del amor, escribe Juan Pablo II, pronunciadas por ambos, se concentran, por tanto, sobre el «cuerpo», no sólo porque éste constituye por sí mismo la fuente de la recíproca fascinación, sino también y sobre todo porque sobre él se detiene directa e inmediatamente esa atracción hacia la otra persona, hacia el otro «yo» -femenino o masculino- que en el impulso interior del corazón engendra amor”.
Atracción por la otra persona como totalidad, y no como reducto donde abrevar individualidades o reducto espiritual incorpóreo. Este amor que declara el Cantar de los Cantares es uno que cree en el cuerpo, contempla extasiado el cuerpo para cantarle y desearle. Amor que muestra el ombligo de ella como copa redonda donde no falta el buen vino. Amor que muestra al esposo como venado pequeño apacentado entre los montes escarpados de ella. Y es que este amor es capaz de desencadenar una particular experiencia de la belleza por medio de la cual, el lenguaje del cuerpo, busca apoyo y confirmación en todo el mundo visible.
Curiosamente Juan Pablo II logra ubicarse dentro de la experiencia del lenguaje, deambula asombrado entre las palabras que estos esposos se procuran para comprender que, pese a esa búsqueda de la experiencia de la belleza por medio de las cosas del mundo visible, siempre resultarán insuficientes, pues, con qué cosa puede él comparar la hermosura de ella, con qué cosa puede comparar la hermosura de él, si esa hermosura es sin mancha. Por ello, afirma Juan Pablo II, deciden abandonar toda metáfora para volverse a la única posible que brota del lenguaje del cuerpo, pues sólo él es capaz de expresar lo propio de la feminidad, de la masculinidad, la totalidad de la persona. Lenguaje del cuerpo, lenguaje singular que es engendrado en el corazón.
Valmore Muñoz Arteaga, director Colegio Antonio Rosmini. Maracaibo – Venezuela