En la entrevista concedida a Telepace, Monseñor Cesare Pagazzi, secretario del Dicasterio para la Cultura y la Educación, autor de uno de los 34 folletos de la serie ‘I quaderni del Concilio’, concebida en preparación del Jubileo 2025 y que tiene como eje de reflexión la ‘Gaudium et spes’, analiza específicamente la situación de la Iglesia en el mundo de hoy. Su mirada está inspirada en la citada Constitución conciliar que, precisamente, se detiene en la presencia y el estilo de la Iglesia en la dimensión contemporánea. Para monseñor Pagazzi este es el tiempo de “testimoniar a Cristo”: “Testimoniar y recordar la presencia amorosa y misericordiosa de Dios en todas partes”. Y nos recuerda una indicación práctica al leer el subsidio: “Hay que asumir en la vida cotidiana el estilo y el comportamiento inclusivos de Jesús”.
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Sin duda, que es una verdad e indicación sabida por muchos y repetida hasta el cansancio, pero que Pagazzi ratifica un estilo de vida cristiana y que se debe asumir como una realidad, quizá por esa minoría de católicos que sostienen aún la barca de san Pedro. Una verdad que se hace aún más densa en el contexto del Jubileo 2025 y que el papa Francisco recurre al tema de la esperanza para animar la fe de la Iglesia. Sabemos que la esperanza como virtud teologal ocupa un lugar central en la ‘Gaudium et spes’, y donde ―recuerda Pagazzi― “también se habla de dolores y angustias”. Podemos decir “que aquí encontramos la visión católica de la afectividad, que mira al todo, a lo completo y al todo”. “Donde todo el mundo ve fracasos”. Y agrega monseñor, “los padres son los guardianes del ‘tú puedes’ y, por tanto, de la esperanza”. En este sentido, el Jubileo 2025 ha de ser la oportunidad para asumir, con caridad auténtica, el compromiso con Jesús. “Se trata de contemplar durante un año a Dios, que a pesar de todo dice ‘tú puedes’. Usando una metáfora futbolística, es como si tuviéramos que tirar un penalti decisivo, y la afición dijera: ‘¡Lo conseguirás!”.
Realidad desbordante e incómoda
Es cierto que todo lo que se reflexione y escriba acerca del Jubileo 2025 no está demás o que no es beneficioso. No obstante, si bien nos preparamos para él, mientras tanto el mundo creyente vive situaciones límites, violentas y aberrantes. Por ejemplo, siguen encarcelados miles de personas en Venezuela, porque el dictador Maduro continúa con su represión a todos quienes no aceptan su fraude en las últimas elecciones. Mientras tanto, Ortega en Nicaragua sigue persiguiendo a la Iglesia, encarcelando a sacerdotes, obispos y parece no claudicar en su persecución. Son situaciones que no tienen ni el más mínimo repudio de parte de los medios de comunicación que, como siempre, reportean lo que “sí es noticia o vende” o “según su color político”.
La realidad nos desborda y hasta nos incomoda como creyentes, porque vemos que nuestra Iglesia es atacada, perseguida e incluso se escucha decir “que tiene sus días contados”. Es legítimo pensar si en algún momento podemos llegar a desparecer y si a eso sumamos la sensación de confinamiento, de desánimo y la erosión ante la disminución de nuestra feligresía en el mundo, sin duda que nos lleva a reflexionar sobre nuestra vida de fe, ver qué nos pasa y cómo se ha llegado al desencanto de una Iglesia cansina y tal vez, sin esperanza.
Pero es aquí donde hemos de hacer una inflexión, porque si el Dios de Jesucristo no es más que una ilusión nacida de nuestras neurosis, es evidente que la Iglesia Católica terminará hundiéndose como cualquier otra construcción histórica, tal como el Imperio Romano, los emperadores chinos o faraones egipcios. A la invitación que nos hace el papa Francisco en el contexto del Jubileo 2025 y que pone como telón de fondo el tema de la esperanza, quizás sea el momento oportuno para refugiarnos en ella y descubrir de qué manera ser Iglesia. Porque, si el Dios de Jesucristo es la realidad vivificante que sostiene el Universo invisible y visible, entonces son verdad las palabras de nuestro Señor cuando dice que “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella”, (Mt 16, 18). Y más aún, cuando toda nuestra confianza descansa solo en Él: “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles; si el Señor no custodia la ciudad en vano vigila el centinela”, (Sal 127, 1).
Ante la realidad que vivimos y estos “nuevos tiempos” es necesario que la Iglesia entre en una “actualización”. Sin duda que debe adaptarse a una sociedad cada vez más laicista y pagana. Urge “adaptar” la evangelización y aceptar que haya otro tipo de realidades pastorales, que no son únicamente las territoriales como las parroquias, pero no que estas desaparezcan. Es necesario adaptarse a una realidad dolorosa hasta reconocer que somos una minoría. En el año del jubileo, con esperanza, hemos de adecuar el mensaje de Cristo a esta sociedad concreta, como también hay que adaptarse en las “formas” pero no en el “fondo”.