Han pasado 15 años desde la celebración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en el Santuario Nacional de Aparecida, a los pies de Nuestra Señora, Patrona de Brasil.
- Descargar Misión CELAM completo (PDF)
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
En su primer viaje apostólico a América Latina, con motivo de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, el papa Francisco visitó el Santuario brasileño y recordó que, en aquellos días, entre el 13 y el 31 de mayo de 2007, pudo constatar “cómo los obispos se sentían alentados, acompañados y en cierto sentido, inspirados por los miles de peregrinos que acudían cada día a confiar su vida a la Virgen”.
La experiencia descrita por el Santo Padre Francisco la vivimos quienes tuvimos la gracia de participar en este importante hito del caminar de la Iglesia latinoamericana y caribeña. “Puede decirse –como ha referido el Papa– que el Documento de Aparecida nació precisamente de este tejido entre el trabajo de los Pastores y la fe sencilla de los peregrinos, bajo la protección materna de María”. Verdaderamente “aquella Conferencia ha sido y es un gran momento de la Iglesia”. Es un kairós.
El proceso sinodal que hoy estamos transitando y que, para el caso del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), representa una apuesta por la implementación de los desafíos pastorales que emergieron de la Asamblea Eclesial que celebramos en noviembre de 2021, se ha nutrido de la experiencia eclesial de Aparecida y de su impulso misionero. ¡De ello no cabe duda!
Al asumir la opción preferencial por los pobres y los gritos de la madre Tierra, desde la metodología ver-juzgar-actuar, Aparecida se sitúa en continuidad con las cuatro Conferencias Generales que la precedieron: Río de Janeiro (1959), Medellín (1968), Puebla (1979) y Santo Domingo (1992).
Discípulos misioneros en salida
Hoy, nuestro servicio al Santo Pueblo de Dios y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad del continente, nos confirma en la necesidad de ser discípulos misioneros en salida, de llevar la Misión Permanente a los nuevos areópagos de nuestra historia y a las fronteras geográficas y existenciales donde reconocemos los rostros sufrientes de Cristo, y de asumir con decisión la conversión pastoral integral a partir de nuestro encuentro con Jesucristo. De este modo, queremos fortalecer la misión, la comunión eclesial, la colegialidad y la sinodalidad.
Animados y enviados por Jesucristo, camino, verdad y vida (cf. Jn 14,6) nos sentimos urgidos a asumir el Evangelio con coherencia y con pasión, encarnando los valores del Reino y construyendo comunidades de vida que sean signos de contradicción y novedad, con profetismo y fidelidad al mandato misionero, para que en Jesucristo todos los pueblos tengan vida, y vida en abundancia (cf. Jn 10,10).