Tribuna

La caridad es la plenitud de la ley

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Escribe el Apóstol en su Carta a los Romanos que “la caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud” (13,10).



Esta sentencia de San Pablo, al mismo tiempo que se proyecta en el plano espiritual y ascético, nos invita a profundizar en las peculiaridades del ordenamiento social y político, ya que encauza la vida cotidiana de la Iglesia, que el Concilio Vaticano II definiera como una comunión, esto es, según el espíritu que se desborda en el Nuevo Testamento, participación conjunta en experiencias como compartir las bendiciones del Evangelio. Y cuando hablamos de Evangelio, no nos referimos a la experiencia vivida entre líneas de un libro, sino de Cristo que es vida que vive en el propio ardor de la vida.

Es justo el hombre que se ajusta a la ley. Esto cobra una relevancia particular cuando en el Evangelio de San Mateo, Jesucristo afirma, luego de enamorarnos con las bienaventuranzas, “«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos”. Jesucristo, que es el Evangelio, no vino a abolir la ley, sino a llevarla a su plenitud. Jesucristo es la plenitud de la ley.

Rosmini y los discursos de la Caridad

Sobre estas cuestiones, Antonio Rosmini desarrolló su cadena de oro entre 1839 y 1857.  Nos referimos a los Discursos de la Caridad, cinco pláticas que pronunció con ocasión de la profesión religiosa de sus hermanos del Instituto de la Caridad. Las pláticas tienen un único tema que es la consagración total a Dios mediante la caridad. En estas pláticas deja bastante claro Rosmini que es Jesucristo el autor y objeto de la caridad que, a su vez, es la perfecta justicia que quiera la voluntad divina y se abandona a la Providencia. ¿Por qué la caridad es la plenitud de la ley? Porque Jesucristo es el objeto de la caridad, es la caridad misma y los aspectos vinculados a la justicia sólo son conocidos por la nueva luz que es Cristo. Por lo tanto, y volviendo al inicio de este texto, sin caridad ningún cristiano es justo.

Comprendiendo que la ley es fundamental para establecer un orden social, pero también comprendiendo que ningún conocimiento parcial puede llevar a la salvación, ni a la realización. “Pero nosotros, hermanos, vivimos bajo la ley de gracia, escribe Rosmini, vivimos en un tiempo, en el que todo el ser humano ha cambiado como era, puesto que los cielos y la tierra se han renovado. Pues Jesús vino a hacer comprensible de alguna manera al que de suyo era incomprensible para los hombres”.

Caridad y justicia

En Gaudium et Spes, estamos llamados, no sólo a conectar íntimamente a Cristo con Dios, como acentúa la teología protestante, sino también con el hombre: “… el misterio del hombre se ve en su propia luz sólo en el misterio del Verbo encarnado. […] Esto vale no sólo para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad…”. La luz de Cristo, que es plenitud del hombre, nos hace sensibles a los problemas del hombre, del mundo actual, de los tiempos que corren, pero también conscientes de la responsabilidad que tenemos. Jesucristo, que es la plenitud de la ley, ya que nos abre a una sensibilidad que es una nueva luz para vivir las contingencias de nuestro tiempo.

Las circunstancias de la justicia u ocasiones de justicia, señala Paul Ricoeur, no son más que una práctica social que tan sólo es una parte de la actividad comunicativa. No es la totalidad. No es la plenitud, ya que sólo la caridad le brinda esa plenitud. La caridad es conocimiento puro, puesto que la Filosofía¸ madre de toda ciencia, no sólo es “amor a la sabiduría”, sino la sabiduría del amor. Pensemos en San José que no era justo por ajustarse a la ley, sino al plan de Dios, que es amor, “y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4,16). Paz y Bien


Por Valmore Muñoz Arteaga. Profesor y escritor. Maracaibo – Venezuela