Nos ocurre que cuando tenemos una experiencia mala, por ej. con un médico, un taxista, un sacerdote o lo que fuere, tendemos a generalizar y decir que todos los médicos, los taxistas y los sacerdotes son malos. Por la conducta, probablemente verdadera de uno, pagan todos.
Esta situación está relacionada con la casuística, que trata de razonamientos basados en casos. La idea de casuística se utiliza en el terreno de la ética, aplicada para aludir a un análisis de distintos casos específicos, que son esperables, en un cierto contexto. De este modo, la casuística se diferencia de aquellos razonamientos que se basan en reglas o principios. Dicho de otra manera, lo que hace la casuística es considerar casos particulares para la resolución de dilemas morales, encargándose de la aplicación de las reglas en circunstancias concretas. Los preceptos morales, por lo tanto, son aplicados a situaciones específicas provocadas por la acción del ser humano y no algo abstracto. También es un método de razonamiento, e incluso una base para el desarrollo de jurisprudencia, en el marco del derecho común.
Usando bien la casuística podemos llegar a comprender y legislar comportamientos humanos y sociales. Usándola mal, nos conduce a serios errores. Por ejemplo, una persona que roba un pedazo de pan para dar de comer a sus hijos, podría no considerarse malo pero, eso no implica considerar que todos los que roban hacen algo bueno.
La posverdad es un pensamiento convertido en práctica, muy propio de nuestra época en donde la sociedad es líquida y se adecua al contexto, al modo como los líquidos se adecúan al envase que los contiene. En este caso, es el pensamiento el que define las prácticas, el diario vivir y no al revés.
En esa línea, la posverdad o mentira emotiva, es un neologismo que describe la distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales, en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales. En la práctica, sería cuando desde los medios de comunicación o de formación de opinión, se instala un relato que no coincide con la realidad pero que termina imponiéndose, por ejemplo, que un candidato a determinado cargo posee ciertos valores que son sostenidos, difundidos y hasta creídos por el colectivo social. Fenómeno que se explica porque, aunque de dicho candidato pueda demostrarse lo contrario, el relato de sus bondades, y el imán de su personalidad son recibidos por la emoción y no por el pensamiento y así, se arraigan, y no hay comprobación empírica que pueda demostrar la mentira de la creencia.
La casuística y la posverdad se transforman en estilos peligrosos cuando la casuística impone la generalización de hechos o cuando argumenta a la posverdad, con un determinado punto de vista.
Básicamente, la posverdad se trataría de una mentira elegante que sostiene una idea que busca imponerse como verdad por encima de lo que los hechos demuestran y su fuerte son las emociones. La casuística es una mentira a medias al buscar aplicar al general de los hechos lo que ocurre en unos pocos, su lado fuerte es la razón.
Como ciudadanos y más aún, como personas que seguimos una ética basada en una creencia, debiéramos estar atentos para no caer en estas tentaciones de mentiras. Tener el discernimiento lúcido y saber en qué momento se está atentando contra la verdad y la realidad que gritan los hechos. Saber dominar las emociones y hacer un sano equilibrio de éstas con la razón. Ambas son buenas, en su justa medida y equilibrio.
Propongo un ejemplo para graficar tanta teoría: hace unos días en un programa de TV mostraban una casa muy lujosa que poseía una actriz en una ciudad en donde hay un 20 % de personas pobres. Una de las conductoras expresó que le parecía un despropósito ese estilo de vida considerando la realidad que la rodeaba; el conductor dijo que esa actriz y otros más tenían derecho a esa casa porque no tenían la culpa de la realidad que los rodeaba, idea apoyada por panelistas y las opiniones de las redes. Hago un simple análisis dejando lo más profundo para el lector. La casuística diría en este tema, que si tengo dinero puedo hacer lo que quiera sin interesarme lo que viven los demás; la posverdad afirmaría que importan las casas lujosas, y no es considerable la situación en que viven (o sobreviven) miles de personas.
Finalmente, pregunto y me pregunto: ¿en qué parte de la balanza entre casuística y posverdad estoy? Quizás descubra que varios de mis pensamientos los manejan las emociones por su lado, y a otros la razón por el suyo. Es un tema delicado.