Tribuna

La creación incómoda que transforma en la Bienal de Venecia

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“Cada uno de nosotros está llamado a ser artífice y custodio de la belleza” dice Francisco a los artistas. Sin embargo, la frase, el pensamiento papal, tiene mucho fondo en una forma escueta de apenas 14 palabras. La belleza entendida no como ornamento ni como triunfo de aquello que agrada y satisface al sentido de la vista, de lo que es reclamo para los ojos, de lo que miramos una y otra vez, sino de esa otra belleza oculta que está, pero que la mayoría de las veces no queremos ver porque nos incomoda.



El arte por el que aboga Francisco es el que está comprometido con la realidad, el que da voz a los que no la tienen. Quizá desde esta premisa se pueda entender mejor la selección realizada por los comisarios del Pabellón del Vaticano en la Bienal de Arte de Venecia. Estar en los límites, producir con lo que otros tiran, dar una segunda o tercera vida a lo que ya no queremos. Trabajar con los que son apartados. “Nadie quita la dignidad de la persona. Nadie”, les dijo el Papa a las reclusas de Giudecca, cárcel que alberga el Pabellón del Vaticano en la Bienal veneciana. Otro arte es posible y ese otro es por el que Francisco aboga.

El blasfemo Santiago Serrano

Muestra de ello fue la reunión, el año pasado, de Bergoglio con 200 artistas con motivo de la celebración de los 50 años de la colección de arte moderno y contemporáneo en los Museos Vaticanos, que inauguró Pablo VI y en cuya solemne puesta de largo se pudo escuchar dirigir a Leonard Bernstein. No solo pintores, fotógrafos o escultores. También citó Francisco a escritores, intérpretes y directores. Todos tienen cabida en la Iglesia. Desde el siempre polémico Abel Ferrara (autor de ‘Padre Pío’, película basada en la vida del sacerdote canonizado en 2002 y a quien interpreta Shia LaBeouf) hasta el inmenso Anselm Kiefer, uno de los últimos grandes pintores vivos y directores de escena de la segunda mitad del siglo XX.

El Pontífice abrió la puerta también a Santiago Serrano, el fotógrafo nacido en Nueva York hace 73 años y autor de ‘Piss Christ’, la celebérrima imagen que dio la vuelta al mundo y en la que un crucifijo con un Cristo aparece sumergido en un fluido de orina. Él y el Papa se estrecharon la mano y el creador le pidió la bendición al sucesor de Pedro. Qué lejos queda el año 1987, cuando aquella imagen fue tachada de blasfema y atacada. “La Iglesia entiende que soy un artista cristiano y no un artista blasfemo”, declaró cuando acabó el encuentro. “Si ‘Piss Christ’ les molesta, quizá deberían pensar en lo que simboliza. Y lo que simboliza es una forma muy horrible, dolorosa, trágica e inhumana de morir para un ser humano. Y así es como crucificaron a Cristo”, añadió.

El obispo Paul Tighe, número 2 del Ministerio de Cultura y Educación del Vaticano, añadió entonces que contar con todo tipo de artistas (incluso con obras que habían suscitado tanta controversia, como la del creador neoyorquino) era una prueba del deseo del Vaticano de entablar un diálogo con la cultura contemporánea: “Estamos dispuestos a conversar. Queremos escuchar y hablar, reunirnos y dialogar con los artistas, porque creemos que ellos tienen perspectivas y formas de ver el mundo que debemos tener en cuenta”.

Altavoz de los migrantes

Francisco es el altavoz de aquellos a quienes apenas se escucha. De los migrantes que llegan, de los que llegan con un aliento de vida a Lampedusa. Él mismo inauguró una obra en 2017 en su nombre, que el escultor italiano Mauro Vaccai realizó por encargo de la Marina Militar Italiana, como símbolo permanente para recordar el compromiso de la isla y de la Marina en la salvaguarda y la acogida de quienes intentan atravesar el Mediterráneo. La obra, de casi una tonelada de peso, está realizada en mármol de Carrara y representa a los que llegan y a aquellos que les dan cobijo. Altavoz de los que no tiene voz. “¿Por qué no deberían acceder los sin techo a la Capilla Sixtina? ¿Quizá porque no tienen dinero para pagar una entrada?”.

Es el Papa quien nos interroga desde las páginas de un libro clave para entender aún mejor a Francisco; y no hablamos solamente de su opinión sobre el arte y la Iglesia. Es necesario tener la voluntad de leer entre líneas una crítica más amplia sobre todo el mundo del arte, una auténtica industria de lujo. Mi idea del arte es el nombre del volumen. Lleva la firma del Pontífice y es el resultado de una fructífera conversación mantenida con la periodista Tiziana Lupi. Son las palabras de Bergoglio transcritas una detrás de otra, verbos como dardos, siempre directas a una diana y en cuyas páginas se incluye una lista de 11 piezas inspiradoras para él, como el automóvil Renault 4 blanco que perteneció al sacerdote Renzo Zocca, que trabajó en el barrio obrero Saval de Verona.

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