Tribuna

La cultura del encuentro: elegir hacernos hermanos

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La reflexión nace de la pregunta si es posible impulsar la cohesión social a través de la cultura del encuentro. ¿Podemos hablar del encuentro con el otro en una sociedad separada con sus vínculos debilitados por la desconfianza provocada por reiterados desencuentros?



Francisco como persona de encuentros invita a una cultura que nos permita reconocer que somos hermanos y a cambiar la mirada para elegir a hacernos hermanos. Esta propuesta no es considerada como utopía, sino como una meta alcanzable a través de un proceso de escucha y educación en las emociones en el cual todos y todas estén involucrados.

¿Iguales o Diferentes?

En los relatos que escuchamos para superar la discriminación de “los otros”, ya sean migrantes, personas en situación de pobreza y vulnerabilidad… la frase que más se evidencia es “que los otros son iguales a nosotros”, pero me sumo al humorista Quino y me pregunto “¿cuándo diremos que somos como ellos?”[1]. Solemos hablar de encuentro con mucha soltura, de aceptar al otro, pero en realidad sin salir de nosotros mismos. La perspectiva con la que miramos, asumida en el lenguaje, nos delata: esperamos que sean iguales a nosotros, nunca salir misericordiosa y compasivamente hacia el otro ni vernos nosotros iguales a ellos. Es más, la palabra iguales ya nos está diciendo que no aceptamos las diferencias.

Estas diferencias pueden ser religiosas, ideológicas, culturas, económicas, étnicas etc. razones por las que el otro se me presente como peligroso y nos provoca inseguridad o rechazo. Hoy nuestra sociedad está polarizada y es prioritario superar este proceso de polarización, en pos del bienestar integral de todos los habitantes de la ciudad. La propuesta que brota desde este planteo es la de avanzar desde una cultura del encuentro que busque el abrazo entre los polos, sin que  ninguna de las partes antagónicas pierdan identidad ¿Es una utopía? No lo pienso así, creo que es posible avanzar y crecer  hacia la cohesión social desde un proceso en el cual todos y todas estemos involucrados, porque la separación “no está sólo en la sociedad, sino que se encuentra primero en nuestro corazón”[2]. En definitiva, este es el primer paso para convertirnos y elegir hacernos hermanos…

1. ¿Qué significa encontrarnos?

La fe es un encuentro con Jesús, que nos invita por desborde de amor a encontrarnos con los demás, a crear una cultura diferente a la que ofrece hoy la sociedad, que es la del descarte, la fragmentación y el desencuentro. Estamos llamados a ser promotores de la amistad y la fraternidad, reconocer que todas las personas, hijos e hijas de Dios, son imagen de Dios.

Para que haya encuentro tiene que entrar en juego la libertad y la valoración del otro como distinto.[3] Guardini dirá que hay encuentro con el otro cuando “soy herido por el rayo de su ser…cuando soy tocado por su acción”[4]

Un texto de Monseñor Oscar Ojea (Una reflexión sobre las Relaciones Humanizadoras de Pedro Trigo), nos puede ayudar a comprender un poco más. Él expresaba que cuando los mundos son distantes; las realidades son diversas. El modo como se experimenta la violencia o se vive el sufrimiento es diferente. Para que haya encuentro es necesario dejarse conducir a una relación sujeto-sujeto; un vínculo en el cual el otro toca mi realidad, porque su pobreza toca mi pobreza; su límite, mi límite; su violencia y sufrimientos, los míos; su alegría, la mía; su necesidad de hacer fiesta, mi profundo deseo de comunión; su necesidad de afecto, mi búsqueda de él; su soledad, la mía; en esta perspectiva, descubrir que en el nosotros se puede crear un espacio libre, en el cual cada uno puede ser único para el otro. En este vínculo “sujeto-sujeto”, se puede experimentar que aquel que veía como diferente y lejano de mi realidad cultural- socio-económica… ha tocado mi propia vida, en una dimensión nueva que me transforma en hermana y hermano.

1.1. Francisco: La cultura del encuentro y la meta de hacernos hermanos

Pero ser hermanos y hermanas, tanto en la Biblia como en la experiencia humana, encierra muchas dificultades, se presenta como una realidad compleja, llena de encuentros y desencuentros (Caín y Abel; Jacob y Esaú; Moisés, Aaron y Miriam; José y sus hermanos; los hermanos de la parábola del hijo pródigo peleando por la herencia y muchas otras historias más). Aun así, el sentido de hermandad “pertenece a las aspiraciones más hondas del corazón humano”.[5] De allí que siendo hermanos lo más valioso es que aprendamos a hacernos hermanos. Para lograrlo tiene que mediar una cultura del encuentro que reclame de la política, como elemento de construcción social, una gobernanza[6] que promueva el encuentro fraterno.[7] En una sociedad marcada por los desencuentros fraternos, en la que los excluidos y vulnerables son los que se ven más afectados, la llamada a la fraternidad es el grito más creativo que se pueda irradiar bajo el principio: «yo te necesito, tú me necesitas, todos nos necesitamos».

El Evangelio exige la experiencia de projimidad, cercanía, ternura, embarrarse desde el otro y por el otro. Es una experiencia de projimidad buscada, que hace preguntarse de quién soy yo prójimo, y hace elegir hacerse prójimo, hacerse hermano (Cf. Lc 10, 33-37). (FT 81).[8] Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que responda también a sus necesidades reales.[9] Esto supone entrar en el dinamismo de la acogida, que se basa en el encuentro con los otros más allá del propio grupo (Cf. FT 90), es una actitud receptiva de quien supera el narcisismo (Cf. FT 48).

Al pensar estos 10 años de pontificado de Francisco se lo podría describir como un hombre de encuentros[10] porque los vive y los promueve. Basta nombrar un par de ejemplos para fundamentar lo expresado: su reunión con jóvenes, creyentes y no creyentes (2023); con el Ayatolá Al Sistani (2021), entre tantos.

Este hombre de encuentros nos invita a construir una cultura que no tiene nada que ver como algo refinado, de elite, o relativo al intelectualismo. Según Diego Fares, cuando Francisco habla de cultura se refiere al «“alma de un pueblo”, de su voz, que a veces se vuelve un susurro por la opresión, de su conciencia de la propia dignidad marcada por hitos significativos de su historia, de su modo de querer a Dios, de su soberanía a la hora de interpelar a sus referentes…».[11] Cultura del encuentro tiene que entenderse “sintiendo las resonancias de la categoría cultura ligadas a las de pueblo (culturas y pueblos, en plural, pone el acento en el respeto y la atención a la diversidad…)”. La expresión pueblo supone un sujeto colectivo capaz de generar procesos históricos, tal como lo han entendido en general algunos referentes de la teología argentina en las últimas décadas. Aquí entra el valor de la solidaridad “como modo de hacer historia, como ámbito viviente donde los conflictos, las tensiones y los opuestos alcancen la unidad pluriforme que engendra vida”[12]  Porque:

Cuando los hombres y las sociedades eligen la fraternidad también las políticas cambian: la persona vuelve a prevalecer sobre el beneficio; la casa común que todos habitamos, sobre el ambiente que se explota para los propios intereses; el trabajo se paga con el justo salario; la acogida se convierte riqueza; la vida, en esperanza; la justicia se abre a la reparación y el recuerdo del mal causado sana en el encuentro entre las víctimas y los culpables… la fraternidad tiene necesidad de encuentro.[13]

Al proponer esta cultura, sin lugar a dudas, Francisco cree en la capacidad transformadora de los encuentros cara a cara y corazón a corazón. Sin embargo, él pretende ir más allá de un modelo racional de diálogo, cree en una cultura del encuentro que integre los elementos de afecto y reconocimiento, que «no lleve a ocultar las diferencias sino por el contrario a una mejor comprensión del otro y de uno mismo», a cambiar la mirada hacia el otro.[14]

1.2. El aporte de Francisco en Fratelli Tutti

En Fratelli Tutti, el Santo Padre nos desafía a cambiar la perspectiva de cómo ver la realidad, es decir, de una mirada centrada en una civilización técnico-industrial e individualista a una civilización de solidaridad y fraternidad.

En la primera parte de la Encíclica, describe una realidad que cada vez se complejiza más, porque “los conflictos locales y el desinterés por el bien común son instrumentalizados por la economía global para imponer un modelo cultural único. Esta cultura unifica al mundo, pero divide a las personas y a las naciones, porque «la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos»” (FT 12). La globalización apunta a favorecer a los poderosos y debilita las identidades de los más frágiles.

Frente a las densas sombras que se encuentran en la realidad (FT 54) Francisco propone la fraternidad, un nuevo paradigma, con una mirada de esperanza a que podemos cambiar la realidad. Una esperanza audaz que “sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna” (FT 55). En este punto la esperanza nos abre al fundamento que proclama la hermandad de los seres humanos “no es una abstracción, sino que se hace carne y se concreta, nos pone una serie de retos que nos descolocan, nos obligan a asumir nuevas perspectivas y a desarrollar nuevas reacciones” (FT 128).

Pero el encuentro con los hermanos y hermanas no es posible en tanto en cuanto «nuestro sistema económico y social produzca una sola víctima y haya una sola persona descartada, no habrá fiesta de la fraternidad universal» (FT110). Esta fraternidad “invierte a favor de los frágiles” (FT 108) nos hace “responsables de la fragilidad de los demás” y nos invita al cuidado del otro (FT 114-115)

El nuevo paradigma de fraternidad se despliega en el amor en su realización pública, en el cuidado de los más frágiles, en la cultura del encuentro y el diálogo, en la política como ternura y bondad, en especial con los más débiles y frágiles (Cf FT 194).

De cara a todo lo dicho, y habría mucho más que decir, después de tantos años de encuentros y desencuentros, el sueño de una Argentina no escindida no es utópico, se pueden pensar caminos que nos permitan avanzar, paso a paso, hacia la unidad. Frente al nuevo paradigma de la cultura del encuentro, donde todos somos llamados a la fraternidad, existe un desafío tanto para políticos y cristianos de distintas formas de vida: hacer la revolución de la ternura.

Cultura Del Encuentro

2. Abriendo nuevos caminos

Francisco, a lo largo de su Magisterio, nos ofrece cuatro principios: el tiempo es superior al espacio (EG 222-225), la unidad prevalece sobre el conflicto (EG 226-230), la realidad es más importante que la idea (EG 231-233) y el todo es superior a la parte (EG 234-237). Estos principios son claves para alcanzar “el desarrollo de la convivencia social y la construcción de un pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto común” (EG 221). Se trata de cuatro principios que se “relacionan con las tensiones bipolares propias de toda realidad” (EG 221), pero que ayudan a mantener correctamente bajo control aquellas que podrían ser destructivas y amenazadoras de la paz, pero que, según Matías Tarico “permiten descubrir la realidad gobernándola desde una dinámica respetuosa de las diferencias. Efectivamente, los cuatro principios son principios de gobernanza.” [15] La buena gobernanza “se genera en el actuar y querer juntos”[16] de un pueblo o nación “hasta desarrollar una cultura del encuentro en una pluriforme armonía”. Este es un trabajo lento y arduo que exige de los protagonistas querer integrarse, es un proceso constante en el cual cada nueva generación debe verse involucrada. (EG 220).[17]

El agente social o de pastoral, el político, el ciudadano… cristianos y de otras religiones contribuyen a la paz y a la unidad pacificando sus corazones. Este es un primer paso para la paz social, aunque no es suficiente.[18] Es preciso un camino de encuentro nacional, en el cual el principio de «la unidad prevalece sobre el conflicto» tenga preeminencia, esto quiere decir que se tiene que “aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso”. (EG 226-227)

¿Qué provoca el desencuentro? La incapacidad de hacernos prójimos, porque no aceptamos las diferencias, y solo buscamos nuestros intereses.

Primeramente, para resolver esta la tensión entre los polos hay que considerar un fundamento y un objetivo:

El fundamento es la dignidad de todos y cada uno, aun cuando se trate de un adversario o enemigo, “animándose a ir más allá de toda superficie conflictiva” para aceptar esa dignidad. Francisco (2014) expresó a los movimientos populares que: «tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos» (FT 168). El objetivo es la comunión en las diferencias. Pero existe un camino entre el fundamento y el objetivo que es el de no absolutizar la propia opinión. Aquí el modelo es el poliedro que no reduce las diferencias ni las uniformiza sino que las respeta (EG 226- 230,236) y “esta es la tarea de la política”[19] (FT 154-197).[20]

El método para alcanzar el encuentro en las divergencias, es el diálogo, que supone escucha, cercanía y acogida, estas implican actitudes que lleven a la acción hecha ternura, a la inclusión social y a la solidaridad en el servicio especialmente hacia los más vulnerables. Acción que es amor concreto y cercano (Cf. FT 194) bajo el signo de la comunión que prioriza la persona humana por sobre todo tipo de pensamiento y que lucha contra las estructuras de pobreza, desigualdad, desempleo y negación de derechos (cf. FT 116).

Como Iglesia, en camino sinodal, se requiere de un esfuerzo de diálogo que asuma ad intra y ad extra, todos los desencuentros y tensiones, sin renunciar a la Verdad, la Justicia y la Reparación. Los agentes de pastoral han de adherir a la dinámica del Espíritu para con todas las personas, aceptando lo dado en el espacio. Es decir, respetando a las personas y la acción de Dios en ellas, sin juzgar ya que éste es el grado mínimo de reconocimiento que posibilita el diálogo.[21]

Es prioritario impulsar una Iglesia comprometida con la promoción de una pastoral que forme y envíe “agentes para la unidad”, que salgan por los caminos y encrucijadas, para crear a lo largo del país mesas de la palabra y mesas de comida compartida, de convivencia, de encuentro, donde se genere la solidaridad básica que facilite y avive la confianza.

Coincidiendo con el pensamiento de Carolina Bacher, en la sociedad se observa una ruptura de la confianza, por lo que se requiere priorizar el discernimiento para alcanzar lo que se denomina “el principio de confianza como presunción”, es decir, confiar hasta que se tenga razones para dudar. En este discernir logran emerger “confianzas segundas y singulares que en ocasiones, se desplazan hacia una confianza institucionalizada y legal (por ejemplo firmando contratos)”, por ejemplo a la firma del convenio entre la Iglesia de San Isidro y el Municipio de Tigre acuerdo que tiene por objetivo acompañar económicamente a los centros barriales locales que se dedican a la contención y recuperación de jóvenes en condición de vulnerabilidad social. “La confianza que surge del discernimiento, permite que se construyan respuestas a partir de huecos de desconfianza, surgiendo una confianza responsable del cuidado conjunto”.[22]

En cuanto a los dirigentes políticos de nuestra Nación, así como lo dijo Monseñor Casaretto en el primer encuentro de este ciclo, les corresponde hacer una gran esfuerzo y armar mesas de encuentro y diálogo donde la unidad y el amor por la Nación y sus ciudadanos, en especial por los más vulnerables y necesitados, prevalezca por sobre el conflicto. Esto entrañaría una escucha martirial, desde los diferentes actores. Esta es una escucha en la cual se dejan de lado los propios intereses, para que surja la novedad. A su vez, desde sus diferentes posturas políticas se requiere que ellos trabajen junto a otros actores sociales, entre los que deben estar dirigentes religiosos y agentes de pastoral, para construir un nuevo imaginario social en el que prevalezcan narrativas colectivas que construyan gradualmente una visión de la realidad que se vaya alejando de la polarización del ellos-nosotros. Aunar esfuerzos para una concordia a nivel nacional supone reaccionar frente a esta realidad social, reinterpretar los esquemas narrativos en los que se implantan estas versiones de antagonismo; y al mismo tiempo realizar un trabajo psicosocial, que implique la deconstrucción de los vínculos emocionales con esos discursos, para generar y recuperar nuevos relatos, que movilicen emociones y vínculos, pero con otras narrativas que sean de armonización y paz.[23]

Que los polos se encuentren y abracen plantea la exigencia de desechar una cultura del miedo que da origen a la exclusión sistemática.[24] . “…Esto supone reconocer que «el amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor» (LS 231). Por esa razón, se debe visibilizar la expresión de la caridad no sólo en relaciones íntimas y cercanas, sino también en «las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas» (CV2)” (FT181). Esto es denominado por Francisco como caridad política que «nos hace amar el bien común y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas las personas, consideradas no sólo individualmente, sino también en la dimensión social que las une» (FT 182). No hay verdadero pueblo sin respeto al rostro de sus hermanos y hermanas: “La buena política busca caminos de construcción de comunidades en los distintos niveles de la vida social, en orden a reequilibrar y reorientar la globalización para evitar sus efectos disgregantes”. (FT ibíd.)

2.1. Educar en las emociones

Para conseguir estos objetivos es urgente generar espacios formativos para educar en emociones que desarrollan aquellas capacidades que nos posibilitan ser más humanos, es decir, ser personas de encuentros. A lo largo de la historia se ha verificado que no siempre los seres humanos alcanzan la fraternidad por sí mismos. A esta altura del escrito parece importante seguir a Martha Nussbaum, y comprender que es preciso educar en ciertas emociones y sentimientos para resguardar la unidad y la incumbencia socio-política. La cooperación y la correspondencia mutua entre los miembros de una sociedad son elementos primordiales, porque el desarrollo humano sólo se sostiene y fortalece cuando los seres humanos son capaces de engendrar sentimientos morales, tales como la compasión ante el dolor o la indignación frente una injusticia. Esta propuesta tiene consecuencias para el pensamiento político por la estrecha relación entre las emociones y las concepciones del bien humano, lo que a su vez, influirá en las deliberaciones de cómo puede contribuir la política al desarrollo humano integral y a la fraternidad. Este punto proporciona unas razones especialmente poderosas para fomentar las condiciones del bienestar emocional en una cultura del encuentro, pues esta concepción implica que, sin desarrollo emocional, una parte de nuestra capacidad de razonar como criaturas políticas desaparecerá.

Nussbaum, en su libro Political Emotions, expresa que si las personas tienen que realizar algún sacrificio frente a la decisión de apoyar proyectos encaminados al Bien Común están inclinadas a ser mezquinas. La filósofa enumera cuatro emociones que son perniciosas y pueden erosionar el apoyo a buenas causas: el narcisismo, el temor, la  envidia, la vergüenza. ¿Cómo minimizar los daños que pudieran hacer? El remedio preventivo es fortaleciendo la compasión. La ley y las instituciones protegen a los ciudadanos del daño que puedan causar las emociones, porque la ley precede y guía las emociones buenas. Pero se puede esperar a que las personas se amen unas a otras para proteger los derechos de los más vulnerables. Se debe trabajar en el diseño de estrategias que ayuden a configurar el clima emocional de la cultura pública para que apoye y sostenga las buenas leyes. Las experiencias generalizadas de compasión crean un puente hacia el bien, socavan los estereotipos hostiles cuando se centran en objetivos humanos compartidos.

Entonces, ¿cómo promover en la vida pública la emoción de la compasión? Específicamente en el marco de la democracia, la imaginación compasiva tiene un rol fundamental a la hora de pensar las necesidades humanas, la creación de leyes impositivas, la reflexión sobre las estructuras de desigualdad y en el desarrollo del bienestar social-político- económico. La afinidad en la vulnerabilidad es, entonces, un requisito casi indispensable para que los seres humanos se compadezcan; es lo que crea la diferencia entre ver a los otros como seres cuyos sufrimientos importan y verlos como objetos distantes cuyas experiencias no tienen nada que ver con la vida propia. De allí que quienes están educados en la compasión están mejor preparados para relacionarse con otros seres humanos sobre la base de la reciprocidad.

La compasión cimentada en el amor, es un sentimiento amoroso que alberga y apoya relaciones recíprocas en donde las personas se responden las unas a las otras tratándose como agentes y como fines, respetando la individualidad; es decir, personas con vidas y cuerpos diferenciados, vidas propias por vivir.

2.2. Para la (re)construcción del nosotros

En definitiva, existe un gran desafío para la pastoral social, junto a los dirigentes políticos, la tarea de recomponer un “nosotros” fraterno, que supone afinidad en la vulnerabilidad para dar paso a la compasión, donde se afiancen las confianzas, evitando la polarización, brindando espacios para la escucha, la acogida y el diálogo. Este tiempo es oportuno para dejar de hablar de “los otros” y comenzar a hablar de “nosotros”, valorando las diferencias para construir un programa de conciliación y desarrollo a largo plazo.

Los nuevos caminos por recorrer para responder teológica, pastoral y políticamente a la re-construcción de un “nosotros”, han de partir del reconocimiento y la integración de los rostros heridos de las nuevas periferias y supone curarlos dándoles voz y espacio para que sean reconocidos como ciudadanos y ejerzan sus deberes y derechos con libertad. (Cf. Rafael Luciani, “Iglesia Hospital….).

A su vez, se requiere pensar en la participación social, política y económica «que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común» y promover que «estos movimientos, estas experiencias de solidaridad que crecen desde abajo, desde el subsuelo del planeta, confluyan, estén más coordinadas, se vayan encontrando». Pero sin traicionar su estilo característico, porque ellos «son sembradores de cambio, promotores de un proceso en el que confluyen millones de acciones grandes y pequeñas encadenadas creativamente, como en una poesía». En este sentido son “poetas sociales”, que trabajan, proponen, promueven y liberan a su modo. Con ellos será posible un desarrollo humano integral, que implica superar «esa idea de las políticas sociales concebidas como una política hacia los pobres pero nunca con los pobres, nunca de los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique a los pueblos» (FT 169).

En tiempos del Sínodo no podemos dejar de hablar de sinodalidad, en una sociedad escindida como la nuestra con dificultades para conseguir el consenso. Francisco propone un modelo de vida eclesial que puede ser una contribución para las prácticas políticas: la sinodalidad. Caminar juntos, implica el abrazo entre los polos distantes en busca del bien común, como en un coro, donde cada voz del coro canta escuchando la voz de los demás, pero en armonía con el conjunto. Pensar una Iglesia sinfónica, una política sinfónica, en la que cada uno puede cantar con su propia voz acogiendo las de los demás como un don, para manifestar la armonía del conjunto que el Espíritu Santo compone.[25]

Bibliografía

Fuentes: Evangelii Gaudium, Fratelli Tutti, Centesimus Annus
Autores:

  • Bacher Martinez, Carolina, “Estudio teológico de caso: Vicaría Sagrado Corazón (Rosario, Santa Fe)” capítulo 6 “El pecado social de la inseguridad en las tramas urbanas como desafío a la confianza responsable”, en: Azcuy, Virginia (coord.), Teología Urbana. Prácticas de espiritualidad popular, Buenos Aires, Ágape, 2018.
  • Bergoglio, Mario, Hacia una cultura del encuentro: La política, mediadora del bien común. Democracia, desarrollo, justicia social – Documento de Trabajo de la X Jornada de Pastoral Social, 15 de septiembre de 2007
  • Cuda, Emilce, El futuro del trabajo y el cuidado de la casa común. Reflexiones latinoamericanas y caribeñas, Buenos Aires, Clacso, 2022
  • De la Torre Díaz, Javier, La cultura del encuentro en el Papa Francisco y en Ramón Llull, Boletín de Historia de la Tercera Orden Franciscana, ISSN 2659-6784, Nº. 7, 2018,  103-136, [en línea] https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6863013.pdf. [Consulta 11 de septiembre de 2023].
  • Fares, Diego, Papa Francisco. La cultura del encuentro, Buenos Aires, Edhasa 2014
  • Mora Rosado, Sebastián, “Itinerario para una sociedad vinculada desde la DSI” : https://www.caritasalamanca.org/wp-content/uploads/2020/05/Itinerario-para-una-sociedad-vinculada-desde-la-DSI-Salamanca.pdf, [consulta, 7 de julio 2023]
  • Nussbaum, Martha, Emociones políticas. ¿Por qué el amor es importante para la justicia?, Paidós, Barcelona, 2014, citado en: P. Martínez, “Aportes del Magisterio Pontificio a la ética del desarrollo coincidentes con el planteamiento político de Martha Nussbaum”, en: Teología y Vida, 58/2 (2017), 167- 185. 174
  • https://scielo.conicyt.cl/pdf/tv/v58n2/art02.pdf [consulta 03 marzo 2020] [en línea],
  • Paisajes del pensamiento. La inteligencia de las emociones, Paidós, Barcelona, 2008.
  • Political Emotions. Why love matters for Justice, The Belknap Press of Harvard University Press, London, 2013.
  • Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Acerca de la Buena Gobernanza y los derechos humanos, [consultado 6 de septiembre 2023]
  • Ojea, Oscar, Una reflexión sobre las Relaciones Humanizadoras de Pedro Trigo, en Familia Grande Hogar de Cristo
  • Scannone, Juan Carlos, La teología del Pueblo. Raíces teológicas en Francisco, Buenos Aires, Sal Terrae, 2017
  • Villa Gómez, Juan David, « Perdón y reconciliación: una perspectiva psicosocial desde la no violencia », Polis Revista Latinoamericana 43 (2016), [en línea], http:// journals.openedition.org/polis/11553) [consultado: 19 abril 2019.]

[1] [en línea]: https://twitter.com/ChopoUY/status/742153769287319553 [Consulta 8 de septiembre 2023]
[2] García Cuerva, Jorge, Misa del domingo Santísima Trinidad, 4 de junio 2023, en García Cuerva, Jorge, Que haya lugar para todos, Buenos Aires, Ágape, 2023, 163.
[3] Cf. Fares, Diego, Papa Francisco. La cultura del encuentro, Buenos Aires, Edhasa, 2014. 25
[4] Ibíd. 25
[5]Taricco, Matías El camino de la hermandad una propuesta cristiana de fortalecimiento a la modernidad, en Cuda, Emilce coord., El futuro del trabajo y el cuidado de la casa común. Reflexiones latinoamericanas y caribeñas, Buenos Aires, Clacso, 2022, 88-89
[6] El concepto de gobernanza hace referencia a todos los procesos de gobierno, instituciones, procedimientos y prácticas mediante los que se deciden y regulan los asuntos que atañen al conjunto de la sociedad. La buena gobernanza añade una dimensión normativa o de evaluación al proceso de gobernar. Desde la perspectiva de los derechos humanos, la gobernanza se refiere, sobre todo, al proceso mediante el cual las instituciones públicas dirigen los asuntos públicos, gestionan los recursos comunes y garantizan la realización de los derechos humanos. Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos [en línea] . [consulta  6 de julio 2023]
[7]Taricco, Matías, El camino de la hermandad… 91-92
[8]Cf.Ibíd.
[9]Mora Rosado, Sebastián, “Itinerario para una sociedad vinculada desde la DSI”, en línea
[10]Cf. Fares, Diego, Papa Francisco…, 28-30
[11] Fares, Diego, Papa Francisco. La cultura del encuentro, Buenos Aires, Edhasa 2014,  37
[12] Bergoglio, Jorge, Reflexiones en Esperanza, Buenos Aires, USAL, 1992, 297, citado en Fares, Diego, Papa Francisco. La cultura del encuentro, 41
[13] Francisco, Discurso en el Encuentro Mundial sobre la Fraternidad humana “Not Alone”, junio 2023, [en línea]: [consulta 10 de septiembre 2023]
[14] De la Torre Díaz, Javier, La cultura del encuentro en el Papa Francisco y en Ramón Llull, Boletín de Historia de la Tercera Orden Franciscana, ISSN 2659-6784, Nº. 7, 2018,  103-136 [en línea]: [Consulta 11 de septiembre de 2023].
[15]Taricco, Matías, El camino de la hermandad…97
[16] Scannone, Juan Carlos, La teología del Pueblo. Raíces teológicas en Francisco, Buenos Aires, Sal Terrae, 254
[17] Cf Ibíd.
[18] Ibíd.
[19]Taricco, Matías, El camino de la hermandad…, 96
[20] Scannone, Juan Carlos, La teología del Pueblo. Raíces teológicas en Francisco, Buenos Aires, Sal Terrae, 2017, 262
[21] Cf. Trigo, Pedro, “Pastoral suburbana: elementos estructurales, ITER 44 (2007) 39-105 citado en: Bacher Martínez, Carolina, Cap. 5 “Y los arboles siguen creciendo. La pastoral inclusiva del Padre Edgardo Montalvo sbb al servicio de la vida” en: Azcuy, Teología urbana. Prácticas de espiritualidad popular, Buenos Aires, Agape, 2018, 156
[22] Cf. Bacher Martínez, Carolina, “Estudio teológico de caso: Vicaría Sagrado Corazón (Rosario, Santa Fe)” capítulo 6 “El pecado social de la inseguridad en las tramas urbanas como desafío a la confianza responsable”, en: Azcuy, Virginia (coord.), Teología Urbana. Prácticas de espiritualidad popular, Buenos Aires, Agape, 2018, 167-190.
[23] Villa Gómez, Juan David, « Perdón y reconciliación: una perspectiva psicosocial desde la no violencia » en: Polis Revista Latinoamericana 43 (2016), [en línea], http:// journals.openedition.org/polis/11553) [consultado: 19 abril 2019.].
[24] Bacher Martínez, Carolina, “Estudio teológico de caso…”
[25] Cf. Francisco, Discurso LVI Jornada de comunicación social, 2022