Bienvenido a esta séptima entrega de la Física cuántica y la Resurrección, en esta ocasión veremos a la luz de la ciencia la definición de muerte, para seguir dilucidando de manera gradual el misterio de la Resurrección a la luz de la fe. Recuerda que estas líneas están basadas a su vez en las reflexiones sobre “La Resurrección desde la física cuántica”, del padre Manuel Carreira (1931-2020), sacerdote jesuita y astrofísico quien fuera miembro del Observatorio Vaticano.
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La gravedad, por lo menos, afecta a todo: al vacío físico, a las partículas y a la energía. Un rayo de luz se cae, lo mismo que una pelota que lanzo. Lo que pasa es que como el rayo de luz se mueve a trescientos mil kilómetros por segundo, no noto que se cae en las distancias que yo puedo medir. Pero en observaciones astronómicas sí se nota que la luz cae y sigue una trayectoria que no es la línea recta, sino como la de todo cuerpo que se cae: una curva.
Lo único, pues, que me queda de la materia es la definición de su capacidad de actividad; quizás no está haciendo nada, pero tiene la capacidad, y esta es la que define a la materia. A partir de aquí tengo que repensar lo que es mi cuerpo. Podría decir al menos: bien, no sé lo que es un electrón, no sé lo que es un protón o un neutrón, pero sé que los tengo, sé que peso tanto y mis órganos tienen tales dimensiones, y eso me basta.
Pues bien, yo quiero conservar todos estos cuando tenga mi cuerpo en la resurrección. Ah, piensa un momento. ¿Tienes hoy los mismos átomos que ayer? No. Estamos en constante cambio de metabolismo. Todos los días perdemos una cantidad importante de átomos e incluso de células. Pero eso no impide que yo diga: soy el mismo que ayer. Y soy el mismo que hace muchos años era un bebé. Y soy el mismo que ha cambiado en todo lo que es la estructura corporal a lo largo de mi vida.
Pero sigo diciendo: es mi cuerpo, es el mismo. Obviamente, cuando digo mi cuerpo no quiero decir un conjunto concreto de átomos, porque no puedo mantener ese conjunto de átomos de un día para otro, y mucho menos de un año para otro. Entonces, cuando hable de la resurrección, ¿de qué hablo cuando digo que he de resucitar con mi cuerpo? ¿Del cuerpo que tenía en el momento de la muerte, probablemente en malas condiciones y bastante estropeado? ¡No!
El que muere de bebé, ¿va a tener por toda la eternidad ese cuerpo de bebé? No. ¿Cuál es mi cuerpo? Todo esto me dice que el considerar el cuerpo como un conjunto concreto de átomos no es correcto. Piensen ustedes también en lo que se hace hoy en medicina. Si tengo un órgano estropeado me pueden poner otro por trasplante. ¿De quién es ese órgano? ¿Del donante o mío?
Y si me ponen una prótesis artificial en la cadera, ahora tengo un trozo de metal donde antes tenía hueso. Ese metal, ¿es parte de mi cuerpo? Si me ponen un corazón artificial, ¿dónde está mi cuerpo? Tenemos que pensar en todo esto para entender lo que significa la resurrección con mi cuerpo humano. Piensen en otro dato de la biología. Imagínense que sufro unas quemaduras fuertes. Una de las maneras de restaurar la piel destruida es tomar muestras de la piel sana, cultivarlas en laboratorio y luego volver a injertarlas.
Ese trozo de piel que se extrae es un conjunto de células, unos animalitos independientes, que viven y crecen y se multiplican en el laboratorio sin saber nada de mí. Cuando están en el laboratorio, no son mi cuerpo. Pero luego me lo ponen y vuelve a ser mi cuerpo, o comienzan a ser mi cuerpo. De tal manera que no solamente los átomos no pueden identificarse con mi cuerpo, ni siquiera las células ni los órganos pueden identificarse como necesarios para que sean mi cuerpo.
Volviendo a hablar desde la física, una de las razones para dudar de lo que yo llamaría nuestro sentido común es que se me dice que un electrón no puede distinguirse de otro. Si yo tengo un choque de electrones y quiero hacer los cálculos insistiendo en que este electrón es el mismo después del choque, mis cálculos no están de acuerdo con lo que se observa. Los electrones, y en general las partículas elementales, no tienen individualidad propia. Por tanto, no tiene sentido decir que yo quiero tener estos electrones y estos protones que son mi cuerpo. No, no tienen individualidad propia.
Fuente: P. Manuel Carreira, SJ, “La Resurrección desde la física cuántica“.
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