Papa Francisco ha convocado a todos creyentes y no creyentes el próximo miércoles 25 de Marzo a una oración común, el Padre Nuestro, para pedir unánimes el fin de la pandemia del coronavirus. “la humanidad tiembla por la amenaza de la pandemia – ha afirmado – … a la pandemia del virus queremos responder con la universalidad de la oración, de la compasión, de la ternura. Quedémonos unidos. Hagamos sentir nuestra cercanía a las personas más solas y más probadas…”
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Es un gesto grande, de enorme valor simbólico; la globalización de la solidaridad, de la fraternidad contra el Goliat del mal de la pandemia. Algunos podrían discutir sobre la eficacia de la oración; como cristianos sabemos que la fuerza de la oración protege al mundo. En un reciente libro sobre la oración (La oración, la palabra, el rostro), Andrea Riccardi afirma que la oración es lucha: “Es lucha contra sí mismos, cuando no se quiere y no se sabe rezar. Es una batalla contra las propias cadenas, contra las resistencias del mal.” Y agrega de manera muy significativa: “la unidad de los corazones en la oración cambia la calidad de vida de los discípulos y alrededor de ellos; cambia también al mundo. El clima simpatético y el hecho de compartir las alegrías y de los dolores fortalecen la lucha de la comunidad contra el mal, su ayuda a los débiles y la curación de los enfermos.”
En esta perspectiva, entonces, podemos enmarcar la iniciativa del Papa Francisco. Una unión de corazones que al mismo instante rezan con corazon sincero y confiado al Padre y, como la comunidad de los discípulos descrita en los Hechos de los Apóstoles después de Pentecostés, “se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones.”
A pesar del ayuno eucarístico, la fuerza de la oración, sostenida hoy por los medios digitales, no pierde su fuerza. Lo podemos constatar con cuántos en todo el mundo han podido de alguna manera vivir las misas y las oraciones a través de los medios tecnológicos. Es otro signo de los tiempos: la tecnología no es enemiga, puede ayudar y sostener y hacer crecer la interioridad del hombre.
En este tiempo dramático que nos está tocando vivir y transitar sabemos que la muerte no es la última palabra y que la niebla que parce cubrirlo todo se irá disipando con la luz de un tiempo nuevo. El cardenal teólogo y poeta José Tolentino Mendonca ha escrito en estos días un breve publicación con el significativo título “El poder de la esperanza”. Hemos asistido también a muchas historias de amor – relata el teólogo -, como por ejemplo el personal sanitario, médicos y enfermeros, que han dado su vida para asistir a los enfermos; a sacerdotes que no han renunciado a asistir espiritualmente a los contagiados, y han sacrificado sus vidas. Estas historias de amor nos hacen entrever un futuro diferente y nos hacen reflexionar sobre estas palabras del teólogo portugués: “Hoy necesitamos de manos – manos religiosas y laicas que sostengan el alma del mundo. Y que muestran que el redescubrir del poder de la esperanza es la primera oración global del siglo XXI.”