La visita de Francisco a la cuna de la civilización, tierra de los primeros asentamientos humanos en el Neolítico, ha estado cargada de contenido simbólico y de un buen número de objetivos –de marcado carácter geopolítico– en la estrategia diplomática de la Santa Sede.
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- A FONDO: Francisco en Irak: fraternidad entre las ruinas del odio
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No hay que olvidar que, a diferencia de los Estados de la comunidad internacional, el programa de la agenda exterior del Vaticano está impregnado por la dimensión evangélica, la situación de los católicos en los diversos puntos del planeta, el diálogo con las diferentes confesiones religiosas y la denuncia abierta de las violaciones de derechos humanos básicos que crean grandes grupos humanos en situación de vulnerabilidad extrema.
Oriente Medio conforma una región estratégica en la que se concitan los intereses geopolíticos de las grandes potencias mundiales y de los principales actores regionales. En el período más reciente hemos asistido a guerras entre Irán e Irak, a la invasión de Kuwait por parte de Irak y a la posterior intervención internacional en 1990, con el aval de Naciones Unidas; el 11-S y sus consecuencias, con el despliegue norteamericano en Afganistán y en Irak –sin mandato legal– y, a partir de ese momento, el deterioro extremo con la crisis en Siria y la creación del mal denominado Estado Islámico.
Toda esta convulsión frustró anteriores intentos de visita de Juan Pablo II y de Benedicto XVI. Por ello, Francisco no ha querido dejar pasar la ocasión, a pesar de la inseguridad intrínseca del viaje –con la pandemia asolando la zona– y de los complejos contactos bilaterales establecidos.
Diálogo para la fraternidad
El encuentro con el ayatolá Alí Al-Sistani, el líder religioso chiita, ejemplifica la puesta en práctica de “las religiones, al servicio de la fraternidad” recogida en la reciente encíclica ‘Fratelli Tutti’. El diálogo entre los máximos representantes de las dos confesiones “no es un diálogo para la diplomacia o la tolerancia, sino para la fraternidad” (FT 271) y adquiere mayor relevancia al celebrarse el encuentro en Najaf, el centro espiritual de los chiitas.
Al Sistani consiguió movilizar a la oposición contra el Estado Islámico a parte de la población a través de sus fatuas, y ha denunciado los crímenes cometidos en Irak por los yihadistas suníes, solicitando su investigación. No hay que olvidar que, dentro de la fractura en el islam entre las dos corrientes tradicionales, este encuentro puede significar también cierto distanciamiento del chiismo iraquí respecto al Irán igualmente chiita y de la Santa Sede frente al segundo.