Tribuna

¿La Iglesia salvará la razón?

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La Iglesia debe salvar al hombre, debe salvar la razón. Lo afirmaba Fabrice Hadjadj en la entrevista concedida a Carlos Pérez Laporta con motivo de su participación, el pasado mes de octubre, en EncuentroMadrid.



Pocos días más tarde, se acaba de publicar el borrador del currículo del Nuevo Bachillerato, con la sorpresa de que tanto la Filosofía de primero de Bachillerato como Historia de la Filosofía de segundo de Bachillerato se convierten en ‘marías ‘ ya que su carga lectiva pasará a dos horas.

Es un lugar común el maltrato de la Filosofía -y de las Humanidades- en las muchas leyes educativas que hemos sufrido en los últimos treinta años. Da igual el pelaje del gobierno de turno, pero todos ellos han considerado, y consideran, que la Filosofía debe, poco a poco, desaparecer. La razón, parece ser, no es útil y, tal vez, sea considerada por muchos de nuestros gobernantes como peligrosa -a pesar de que no se atrevan a decirlo-.

El último bastión

Estoy absolutamente convencido de que, en este Occidente decadente, la Iglesia es el último bastión de la razón. Pero, ¿estamos realmente convencidos como Iglesia?

¿Se limitarán nuestros obispos a decir una palabra sobre el currículo de Religión o también la dirán sobre la situación de la Filosofía -y de las Humanidades- en el nuevo currículo? Esperemos oír esa palabra, y pronto.

Es evidente que el Gobierno no dará un paso atrás. Pensar lo contrario sería pecar de ingenuidad. Y, ¿qué harán los colegios católicos? ¿Seguirán siendo nada más que escrupulosos cumplidores de la ley?

Foto de archivo de un grupo de alumnos examinándose en las pruebas de acceso a la universidad

Foto de archivo de un grupo de alumnos examinándose en las pruebas de acceso a la universidad antes de la pandemia

¿Seremos capaces de hacer una apuesta seria por aquellas materias que consideramos -o deberíamos considerar- imprescindibles para formar personas sólidas que puedan acoger la fe?

¿Seremos capaces de buscar las herramientas legales como el Decreto de Autonomía de Centros, por ejemplo, o de inventar formas en las que podamos ofertar a todos nuestros alumnos, ya sean de ciencias, de ciencias sociales o de humanidades- itinerarios educativos en los que todos ellos tengan que pasar por esas materias con calidad y profundidad?

Una formación integral

¿Cuidaremos realmente la formación de los alumnos o seremos los más exquisitos en formar esos hombres licuados que nuestras leyes educativas buscan?

No dudo que hay centros que buscan, ante todo, una auténtica formación integral. Pero seamos serios y reconozcamos que, mayoritariamente, no nos movemos en esas claves.

Es hora de hacer oír una palabra con sentido común en el debate público. Es hora de que, a pesar de las leyes, seamos capaces de apostar seriamente por lo que estas niegan. No invito a desobedecer la ley, sino a ir más allá de ella. Cumpliéndola pero superándola.

Es hora de que en la Iglesia -y la Iglesia somos todos- empecemos a ser imaginativos y creativos. Los tiempos lo exigen. Es nuestro deber salvar al hombre, salvar la razón. Mas el deber siempre requiere bajar al orden del ser. La Iglesia debe salvar la razón. ¿La salvará?

Uno de los nombres de Cristo es ‘logos’ (razón), nos recordaba Hadjadj en su intervención en EncuentroMadrid. ¿Estaremos a la altura de ese nombre? ¿A la altura de lo que necesita el maltrecho hombre de nuestro tiempo? Sé que lo estaremos. Hay que ponerse en marcha.