Jesús mismo, como escribe san Pablo, “es nuestra paz” (Ef 2, 14), muerto y resucitado para derribar el muro de la enemistad e inaugurar el Reino de Dios, que es, de suyo, amor, alegría y paz. ¿Por qué no podemos derribar el muro de la enemistad y vivir los frutos del Reino de Dios?
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Todas las instituciones (religiosas, políticas, parlamentos…) en tiempo de conflicto viven proclamando la justicia y el perdón. No se trata de una cuestión narrativa, de una devoción, o de propaganda política. Se trata de un tema complejo pero esencial, especialmente en contextos de conflicto social, político o internacional.
La justicia es fundamental para abordar las causas subyacentes de los conflictos y garantizar que se solucionan las injusticias que pudieron haber provocado el conflicto. La búsqueda de la justicia puede implicar procesos legales como juicios por crímenes de guerra, comisiones de la verdad y la reconciliación, o medidas de reparación para las víctimas para que no sientan impunidad.
Polarización
Cuando las personas sienten que sus agravios se tratan de forma justa, es más probable que participen en el proceso de paz. Sin embargo, cuando se minimizan o se politizan el proceso de paz, ese intento se disuelve en una polarización de diálogo intransigente.
El perdón es una gracia, un don, pero también aprendemos a perdonar. El verdadero perdón puede ser una parte crucial del proceso de reconciliación, permitiendo a las comunidades sanar y reconstruir las relaciones rotas. Sin embargo, el perdón no puede ser forzado y debe ser un proceso personal y voluntario.
Responsabilidad
Encontrar un equilibrio entre justicia y perdón es crucial en la búsqueda de la paz. Esto puede implicar buscar formas creativas de abordar la responsabilidad por los crímenes sin socavar los esfuerzos de reconciliación.
La construcción de una cultura de paz también es importante para promover la tolerancia, el diálogo intercultural y la resolución pacífica de conflictos. Esto puede implicar iniciativas educativas, programas de sensibilización y promoción de los derechos humanos, así como la participación de la sociedad civil en la construcción de la paz.
Enfoque global
En general, alcanzar la paz utilizando la justicia y el perdón requiere un enfoque global que reconozca la complejidad de los conflictos y trate de abordar tanto las causas subyacentes como las consecuencias humanas de los mismos.
Hoy más que nunca debemos mirar y escuchar a Jesús, el Príncipe de paz. Él es el testimonio de la verdad, de la justicia y del perdón de Dios para con los hombres. Jesucristo es el Príncipe enviado por el Rey a buscar la paz con los hombres (Lc 2, 12-14). Dios envió a Jesús en paz; Él es el Príncipe de paz.
Es Jesús el Príncipe de la paz, quien vino a mediar nuestra paz con Dios, y ahora viene a ser nuestra paz: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).