No hay duda de que la maternidad es un tema teológico que abarca otros como la antropología y la mariología, la teología bíblica y la eclesiología. ¿Se puede decir lo mismo de la “maternidad migrante”? ¿Existe una mirada teológica con la que es posible analizar una de las tragedias de nuestro tiempo? Como siempre que se trata de mujeres, se trata de una tragedia: es difícil olvidar las imágenes de madres que ven morir a sus hijos recién nacidos en el mar, de bebés nacidos en botes salvavidas o, incluso, de madres que, para salvarlos, entregan a sus hijos a alguien que logró encontrar un hueco en un barco. ¿Qué puede decir la teología sobre todo esto?
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Es necesario cambiar la perspectiva y preguntarnos: ¿qué puede decir a la teología el drama de la maternidad migrante? Es una de las grandes e inconmensurables tragedias de nuestro tiempo, que se suma a otras que ahora se han vuelto permanentes, como la guerra y el hambre, y que, como creyentes, nos interpela profundamente.
Sabemos bien cómo los gritos de dolor de la humanidad son motivo de escándalo para quienes han creído y esperado que Dios sea capaz de escuchar el grito de su pueblo y conozca su sufrimiento, como le había dicho a Moisés (Éxodo 3,7). Las páginas de la gran literatura de todos los tiempos están llenas de este escándalo, que se traduce en revuelta y rechazo.
Quizás sea posible seguir otros caminos. O, caminos más modestos. Menciono dos, sabiendo muy bien que no se trata en modo alguno de proponer soluciones porque a veces puede resultar casi blasfemo pretender que la reflexión sobre Dios pueda convertirse en una especie de fármaco que, además, tenga una acción tópica.
Hago una primera sugerencia inspirada por la lectura del libro ‘Sisters Rejoice: Paul’s Letter to the Philippians and Luke-Acts As Received by First Century Philippian Women’, un volumen que provoca un cambio en el punto de vista. La autora, Lilian Portefaix, biblista, propone releer la carta de Pablo a los cristianos de Filipos desde una nueva perspectiva: la de las mujeres de esa ciudad y, en concreto, la de las mujeres para quienes la maternidad representaba un verdadero drama. Pablo anunció el gozo de la salvación, pero ellas vivieron la maternidad como un destino social del que no podían esperar más que dolor y muerte.
Una súplica
En el siglo I la esperanza de vida de una mujer era muy bajo y la principal causa de muerte era el parto. Esto afectaba la vida de las demás mujeres, incluso las más jóvenes, que se encontraban teniendo que lidiar con situaciones familiares muy difíciles. ¿Qué significa proclamar el Evangelio a aquellas cuyas vidas están inmersas en la tragedia? ¿Existe una “reserva de alegría” a la que puedan acceder las mujeres para quienes el parto va acompañado de una tragedia como la de la migración? Solo ellas pueden responder y hacerse ellas mismas eco de ese anuncio de que la vida es más fuerte que la muerte.
Una segunda inspiración me viene de la decisión del Papa Francisco de introducir otras tres advocaciones en la larga lista de letanías de Loreto, además de Madre de Misericordia y Madre de Esperanza incluyó ‘Solacium migrantum’ (Consuelo de los migrantes). Advocación que se suma con las que se celebra a María no por lo que es (Madre, Virgen o Reina), sino por lo que puede hacer.
No es un elogio, sino una súplica. Puede que no sea sorprendente si se considera que la historia de este pontificado se relaciona dramáticamente con la historia de un fenómeno migratorio de proporciones sin precedentes. ¿Qué significa que María pueda ser invocada, no solo como Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores, Consoladora de los afligidos, o Auxiliadora de los cristianos, sino también como Consuelo de los migrantes?
Maternidad universal
Para algunos, la respuesta se remonta al carácter ejemplar de María que, según los Evangelios de los orígenes con los que Mateo y Lucas, ella misma habría sido una “migrante”. El primero nos la presenta, junto con José y el recién nacido, viajando a Egipto para escapar de la violencia de Herodes y el segundo la describe siempre en movimiento, hacia casa de Isabel o hacia Jerusalén para inscribirse en el censo.
Quizás, cuando quiso que en la larga lista de letanías de Loreto se incluyera también la imploración de María como consuelo de los migrantes, el Papa Francisco esperaba que cada vez que en cualquier parte del mundo se recitara el Rosario, la maternidad universal de María pudiera recordar a los creyentes el sufrimiento de las madres migrantes y la migración como signo de nuestros tiempos. ¿Podemos invocar a María para que sea el consuelo de los migrantes y, a la vez, cerrar nuestros corazones, nuestras fronteras, nuestras iglesias?
*Artículo original publicado en el número de diciembre de 2023 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva