Tribuna

La Puerta del Fuego del Amor: Un faro en el corazón del Año Jubilar de la Esperanza

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En este año jubilar una puerta que de pronto no hemos analizado detenidamente, pero que esta ante nuestros ojos es el fuego, no solo por lo que significa bíblicamente, sino porque en nuestra evangelización debe ser ese fuego del Espíritu Santo que se prende y quema en la vida de la Iglesia desde el primer pentecostés, que bajo en llamas en forma de fuego en el cenáculo hasta el día de hoy, como una oportunidad para mantenerlo prendido en el corazón de la Iglesia.



La hoguera de amor

Una de las grandes intuiciones sobre el fuego, es el corazón de Jesús como hoguera de amor, recordemos ese retrato más antiguo de san Juan Eudes que representa un corazón flameante en la mano, rematado por la cruz, con una inscripción en latín en la que se lee: Cor Jesu Et Mariae Fornax Amoris, que significa Corazón de Jesús y María hoguera de amor.

Este símbolo expresa muy bien el fundamento de la congregación de Jesús María (padres eudistas), esa intuición de su fundador quiere expresar una experiencia viva y palpitante de la misma doctrina teológica sobre el Corazón de Jesús.

El corazón de Jesús

San Juan Eudes afirmó que en Jesús hay un triple corazón: el primero es el corazón físico que palpita en su pecho y es el principio y motor de su vida humana; el segundo es el corazón espiritual, o sea, el ser interior de Jesús, con todos sus afectos y sentimientos. Es el centro y la totalidad de la vida espiritual de todo cristiano.

El tercero es el corazón divino, o sea el Espíritu Santo que lo inhabita y lo llena de su amor. Y ese corazón divino-humano nos pertenece porque él, Jesús, nos lo ha dado para que sea el corazón de nuestro corazón de nuestro corazón, la vida de nuestra vida, el alma de nuestra alma.

Solo en el amor se comprende ese fuego expresado en el siglo XVII, San Juan Eudes: “arrebatado por el amor de Jesús, llevó en su corazón las angustias y necesidades de sus hermanos y hermanas, y abrió con audacia nuevos caminos para hacer crecer el Reino de Jesús” (Cfr. Constituciones eudistas, N. 14).

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La centralidad de Jesús en la vida del cristiano

Hoy en día nuestra Iglesia se ha volcado a lo fundamental en la vida cristiana, volver al centro de nuestra vida, la vida de Jesús, en palabras de San Juan Eudes: “Se trata de que Jesús viva en nosotros, que en nosotros sea santificado y glorificado, que en nosotros establezca el reino de su espíritu, de su amor y de sus demás virtudes” (San Juan Eudes, O.E., Centro Carismático Minuto de Dios, Bogotá, pág. 112). “Jesús debe ser el objeto único de nuestro espíritu y de nuestro corazón.

Todas las cosas debemos verlas y amarlas en él y sólo a él en ellas. Nuestro contento y nuestro paraíso debe ser él” (San Juan Eudes, O.E., Centro Carismático Minuto de Dios, Bogotá, pág. 124).

No pongamos otro Evangelio

Poner a la base de toda la evangelización el fuego es prender ese fuego, lo que constituye la originalidad de toda la vocación y lo que construye nuestra identidad y nuestra gloria es el ser discípulos de Jesús. El discipulado como criterio de acción, el ser discípulos como máxima aspiración de la vida y el ser llamado por Jesús en su seguimiento: tales elementos han de marcar nuestro estilo de vida. No la búsqueda de un status ni de un título o un puesto de responsabilidad en la Iglesia y en el mundo.

Debemos darle la importancia que se merece al trato íntimo y personal de experiencia con Jesús, en la oración personal y comunitaria, pero también en la contemplación y la escucha de su Palabra se enciende el fuego del amor, no son palabras bonitas de predicaciones que agraden a los oyentes, sino el evangelio que en sí mismo tiene ese mordiente que toca el corazón y la vida.

Continuar y completar la vida de Jesús

La visión de la vida cristiana como un “continuar y completar la vida de Jesús”, siendo otros tantos Jesús sobre la tierra, dejándonos animar de su propio espíritu, viviendo su misma vida, caminando tras sus huellas, revistiéndonos de sus sentimientos y realizando todas nuestras acciones con sus mismas disposiciones e intenciones (San Juan Eudes, O.E., Centro Carismático Minuto de Dios, Bogotá, pág. 131-134).

El fuego del amor de Jesucristo

En fin, en la visita a Colombia el papa Francisco dijo: “El fuego del amor de Jesucristo hace desbordante ese gozo, y es suficiente para incendiar el mundo entero. ¡Cómo no van a poder cambiar esta sociedad y lo que se propongan! ¡No le teman al futuro! ¡Atrévanse a soñar a lo grande! A ese sueño grande los quiero invitar hoy” (SS. Papa Francisco).

Estas palabras sintetizan que definitivamente solo el fuego puede sanar, reconciliar los corazones y nunca dejar de soñar en grande, saber que si es posible seguirá delante en los procesos de paz.

Hoy en día, se sigue profundizando en sanación interior, en el milagro del perdón que sana el corazón, en procesos de cerrar ciclos para poder avanzar y soltar, en la sanación de las heridas y en una espiritualidad centrada en Jesús misericordioso: “propone la necesidad de articular el abismo de la miseria humana con el abismo de la misericordia divina, siendo necesario combatir y destruir el pecado en las almas cristianas para convertir al pecador y tener con él dulzura, benignidad, paciencia y caridad, características que le permiten descubrir la misericordia de Dios.

Este requerimiento hace evidente la necesaria articulación entre miseria y misericordia” (P. Higinio Lopera, cjm. Retiro eudista, Shalom, noviembre 07, 2016 ).  Un sacerdote eudista admirado por muchos el padre Bernardo Vergara, eudista nos dice: “los genes propios de nuestra vida espiritual eudista es la misericordia”.  Con la “fundación Eudes”, cumple el propósito de la misericordia aplicada en una obra, con personas VIH, desde niños hasta adultos en diferentes hogares que tiene en Colombia.


Por  Wilson Javier Sossa López. Sacerdote eudista del Minuto de Dios

Foto: Pixabay